— Tú no puedes creer en esas calumnias, Peter. Nuestro hijo no sería capaz de una cosa como esa, jamás.
— No te imaginas la vergüenza que sentí cuando el propio padre de aquella chica entró a mi oficina para tirarme este documento en la cara, acusando de algo tan atroz a Jan Siegfried. Yo sabía que algo malo había sucedido en Montecarlo por eso volvió tan pronto de sus vacaciones, pero una cosa como está en mi vida lo habría imaginado.
— Peter, esa chica está mintiendo. Se obsesionó con nuestro hijo y no halló más opciones que una bajeza como esa. Tú no puedes creer en esas acusaciones. ¡No te atrevas siquiera dudar de él!
— Estoy esperando a que tu hijo diga al menos una palabra sobre esto. ¡Anda! No te quedes callado Siegfried.
— ¿Acaso serviría de algo negártelo, padre? Si creyeras en mí, habrías roto este papel en cien pedazos y tirárselos tú a ese hombre en la cara. ¿Pero qué hiciste? Abandonaste tu horario en la oficina para atropellar la hacienda de mi abuelo con tu voz endemoniada.
— Quiero que me cuentes qué fue lo que sucedió en Montecarlo.
— También quiero saberlo, mi amor. Esa chica está acusándote de algo muy grave, y tu padre y yo necesitamos saber todo lo que sucedió para poder defenderte.
— ¿Nieto mío, cómo estás? ¿Peter, qué es esa barbaridad que me contaste? ¿Cómo se atreven esas personas a acusar de algo tan terrible a mi nieto? ¡No lo permitiré, de ninguna manera! ¿Me has entendido? Y espero que tú tampoco lo permitas.
— ¿Y qué puedo hacer si tu nieto no hace otra cosa más que callar? Antoine Busquets se atrevió a llegar personalmente hasta mi oficina y me tiró en la cara esta denuncia en contra de Siegfried. Lo están acusando de abuso físico y sexual. ¡Y eso no es lo peor de todo, padre! —vociferó Peter Willemberg, preso de un enojo, de vergüenza e impotencia— ¡La muchacha quedó embarazada!
El joven Siegfried abandonó la sala sin contestar a las preguntas de sus padres quienes en aquellos instantes se sintieron amarrados de pies y manos ante aquella delicada situación.
Peter: ¡Ahí tienen! ¿Lo ven? Es lo que hace siempre. Lo único que sabe hacer es escapar de todos sus problemas.
— Esa chica miente, Peter. ¡Yo lo sé! Dime por favor que vamos a hacer para defender a nuestro hijo —dijo la desesperada Esther—
— No sé qué harás tú, Peter, pero yo no permitiré que pisoteen la decencia de mi nieto. Si tú lo permites estarás dudando de la propia educación que tú y tu esposa le han dado a Jan Siegfried.
Tal y como lo había mencionado Peter Willemberg, los padres de Leyla Busquets habían levantado una denuncia formal muy grave contra el joven Jan Siegfried. Con pruebas de violencia física y un diagnóstico médico que avalaba el estado de embarazo de la chica. Siegfried fue acusado de haber sometido a la joven, a abuso sexual durante la fiesta llevada a cabo en Montecarlo.
La familia Willemberg desde luego podía accionar contra dicha denuncia, sin embargo estaban de por medio los escándalos y la exposición pública de aquellas acusaciones que no solo dejarían muy mal parados a los padres del joven Siegfried sino también al abuelo y a los grandes avances de producción de los viñedos, y por consiguiente el estatus que estos iban adquiriendo en el mercado no solo dentro de Francia, sino también fuera de la misma.
Berna y Antoine Busquets pusieron sobre la mesa dos opciones para Jan Siegfried. Que el mismo respondiera a los agravios cometidos contra su hija de modo a evitar a la justicia, y a los escándalos que mancillarían el nombre de su familia, o responder ante las autoridades y parar tras las rejas.
La primera opción sin duda era mucho más viable para las dos partes, sin embargo Peter, Esther y el abuelo Klaus Willemberg estaban dispuestos a enfrentar cualquier tipo de escándalo con tal de defender la inocencia del chico. Para ello incluso habían conseguido a uno de los mejores abogados de todo Burdeos, y todo dependía de las versiones de Jan Siegfried para presentar la defensa y los alegatos a su favor.
La cuestión fue que para sorpresa de toda la familia Willemberg, el joven se negó a otorgar su versión de los hechos a dicho abogado que se haría cargo de su defensa.
— ¿Qué es lo que sucede contigo, hijo? ¿Acaso has perdido toda la razón? ¿Si no le das tu versión de todo lo ocurrido al abogado, cómo pretendes qué te defienda? Tú no puedes quedarte callado. Se trata de probar tu inocencia ante estas acusaciones, mi amor.
— A mí me basta con que mi familia y los tronos crean en mi inocencia, madre. Ellos saben que yo no le he hecho nada malo a Leyla. Yo no abusé de ella. Vergüenza y asco me da de tan solo pensar que pude haberme enredado con esa arpía demente.
— ¿Entonces, hijo? Di todo lo que tú sabes. Cuéntale todo lo que sucedió al abogado.
— Madre, yo no tenía idea de que esa chica se aparecería en la fiesta que Leroy había organizado para mí. Él no me dijo nada al respecto, y de haberlo sabido, jamás habría ido a Montecarlo. Le advertí a esa chica en varias ocasiones que la quería lejos de mí, pero aun así se atrevió nuevamente a colocarse en mi camino. Al día siguiente de la fiesta, ella salió del baño de la habitación donde yo había pasado la noche, insinuando sin descaro alguno que nos habíamos acostado juntos. Yo no recordaba nada porque estaba ebrio. Me enfurecí de tan solo escuchar su voz. De verla en ese lugar comportándose como si ella y yo en verdad fuéramos el par de novios perfectos. Me levanté de la cama y casi le estrujé el cuello con mis propias manos de tanto odio que sentí —explicó de un modo extenso sincerándose con su madre— De no haber sido por mi ángel, yo te juro, madre qué la habría matado. Escuché la persistente voz de mí Ohazia y no pude hacerlo. Solté a Leyla, ella quedó tendida en el suelo y yo salí de aquella habitación. Fui a buscar a Leroy para desquitarme con él también por culpa de aquel maldito traidor estoy metido en esto ahora.