Las Promesas Que Te Hice

UNA VOZ DESCONOCIDA

Peter Willemberg debía solucionar los inconvenientes relacionados con sus empresas y para ello convocó a una junta general en la W. Retrieb Importeur dónde los miembros más cercanos e importantes a las mismas, estarían presentes. Entre ellos gerente comercial Walter Riar, quien a petición de su jefe tuvo que retornar de Baviera antes de lo estipulado. Otro de los presentes, y pese a que aún no se desempeñaba en ningún cargo en específico dentro de las empresas, fue el joven Jan Siegfried Willemberg.
Su padre le había prometido que sería uno de los primeros en enterarse de las novedades referentes al caso. Fue así que lo hizo pues la presencia de su hijo le sería indispensable al momento de presentar en la junta, las evidencias halladas, y que involucraban directamente al contador Rugier Guérin, quizás en complicidad con algún miembro directo del comité de contaduría que se había encargado de verificar como correctas todas las cuentas erróneas en los balances trimestrales.
— ¡Estamos listos, padre!
— ¿Estamos listos? —preguntó extrañado observando a su hijo— ¿Tú y quien más?
Sin responder, el joven Siegfried, le habló a su padre solo con la mirada.
— Hijo, no pensarás llevar a Copo de nieve contigo a la empresa. Tendremos una junta muy importante.
— Es Copito de nieve, y sí lo llevaré conmigo.
— No puedes llevarte a un perro a una junta de la empresa.
— ¿Por qué no? Él sabe comportarse muy bien.
Suspirando, Peter Willemberg acabó aprobándolo finalmente.
— Espero que sea verdad y que no vaya a hacer sus necesidades por toda la sala de juntas.
— Eso no sucederá, padre. Copito de nieve es muy educado y no hará tal cosa. ¡Sube, amigo! —pidió y el perrito trepó de inmediato el asiento trasero del coche—
W. RETRIEB IMPORTEUR — Burdeos
— ¡Señor Willemberg, buen día! —saludó la secretaría de recepción, de nombre Eva Gayet— ¡Joven Siegfried, que gusto verlo mejorado!—
— ¡Gracias Eva!
Unos segundos más tarde, la secretaria Daria hizo presencia.
— ¡Buenos días, señor Willemberg!
— Buenos días, Daria! ¿Todo está listo para la junta?
— ¡Todo, señor! —contestó— ¡Joven Siegfried, me alegra mucho volverlo a ver mejorado de salud!
— ¡Gracias, Daria!
— ¿Y este perrito?
— Es mío… se llama Copito de nieve.
— ¡Qué hermoso es! ¡Hola Copito de nieve! —le habló la secretaria acariciando al perrito mientras este, feliz encantaba a la mujer—
— Daria, nos espera una junta muy tensa —decía el señor Peter Willemberg mientras se dirigían rumbo a la sala de juntas— ¿Todos los archivos del último año ya se encuentran cargados en el archivo digital?
— Tal y como usted lo ordenó, señor. Todas las pruebas se encuentran listas para ser proyectadas.
— ¡Bien! Hijo, camina más deprisa —le pidió a Siegfried quien había quedado un poco atrás con su pequeño amigo—
Al llegar hasta el pasillo de la sala de juntas, en el lugar ya se encontraban los principales miembros de la directiva de la W. Retrieb Importeur, entre ellos el vicepresidente de las empresas, Heike Roth. La secretaria Daria introdujo la llave de la puerta de la sala de juntas y todos los que hicieron presencia, ingresaron a ocupar sus respectivos puestos. Peter Willemberg le pidió a su hijo que se ubicara en el otro extremo de la extensa mesa de juntas para posteriormente dar inicio a la reunión.
— Como presidente y gerente general de la W. Retrieb Importeur los he convocado por un asunto muy serio que concierne a las empresas. Específicamente a esta —habló Peter Willemberg—
En la junta se encontraban los ya mencionados vicepresidente de las empresas, Heike Roth y el gerente comercial, Walter Riar. También los directores de los distintos departamentos de las empresas, Bernardo Gross y Conrad Schulte. Los representantes del consejo administrativo del comité de contaduría, Edmond Dumas y Rèmy Tessier. Desde luego la secretaria Daria, y por último Jan Siegfried Willemberg.
— ¿Qué es ese asunto tan serio que mencionas, Peter? —preguntó el vicepresidente Heike Roth—
— Tiene que ver con los balances trimestrales y cuentas falidas. Todos en números rojos —contestó sin más rodeos—
— ¿Qué dices?
Todos los presentes en la junta, sorprendidos comenzaron a mirarse unos a otros.
— ¿Cómo es posible eso?
— Me he hecho ya la misma pregunta decenas de veces.
— ¿Y Rugier dónde se encuentra? ¿Acaso aún no ha venido de su permiso? Algo tan grave como esto debería requerir de su inmediata presencia.
Rèmy Tessier, uno de los representantes administrativos del comité de contaduría, inquirió.
— Esa es una acusación realmente seria, señor Willemberg. Todos los balances son verificados por el comité de contaduría, por lo tanto no existe posibilidad de que las cuentas posean números rojos. En el remoto caso de que eso fuera verdad significaría que…
— Significaría que dentro del comité de contaduría hay un cómplice que se encargó de validar todas las verificaciones —afirmó tajante el gerente general —
— Eso es absolutamente imposible —rehusó Edmond Dumas poniéndose de pie con una reacción de mucho enfado—
— Pues yo le demostraré ahora que no es imposible. ¡Daria! —pronunció Peter Willemberg ordenando a su secretaria con una seña para que encendiera el proyector con todas las cuentas en números rojos de los últimos trimestres—
La misma prosiguió, y al cabo de unos pocos segundos, comenzaron a proyectarse los balances de los últimos trimestres con cada una de las cuentas que figuraban en números rojos. Nuevamente todos los presentes se miraron unos a otros, y Rèmy Tessier también se puso de pie al percibir aquello como algo inaudito.
— ¿Puedo saber quién ha hecho estás cuentas en ausencia de Rugier Guérin? Nadie que no pertenezca al comité de contaduría puede hacer este trabajo y colocar cuentas en números rojos sin una previa verificación.
— ¿Una verificación en nada lograría cambiar las proyecciones que tiene en sus narices, señor Tessier? Si todos los balances de anteriores semestres que han sido verificados se encuentran igualmente con cuentas en números rojos, significa que alguien dentro del comité de contaduría cometió un gran fraude —habló repentinamente el joven Jan Siegfried desde el otro extremo de la mesa de juntas, haciendo que todos voltearan a verlo posterior a sus palabras
— Tras las cuentas con números rojos que yo mismo descubrí realizando el balance del último trimestre, me tomé la molestia de verificar archivos de los anteriores semestres, y fue así como pude notar los mismos fraudes.
— ¿Fraudes? —vociferó Edmond Dumas dirigiéndose a Peter Willemberg— Señor Willemberg, usted nos convocó a una junta de emergencia para tener que escuchar semejante barbaridad por parte de su hijo? Prácticamente está acusando de fraude al contador Rugier Guérin. Un hombre intachable con años de experiencia. Un chico que ni siquiera ha culminado la universidad y que cuenta con incontables indicios de indisciplina no puede venir a embarrar toda nuestra reputación.
— Tenga mucho cuidado con sus ofensas hacia mi hijo, señor Dumas.
— Es usted quien debe tener mucho cuidado con sus ofensas hacia el comité, señor Willemberg, porque tenga por seguro que no permitiremos ningún tipo de agravios y acusaciones de semejante índole. Por el bien de todos y de sus propias empresas, será mejor que desestime sus acusaciones y que mantenga alejado de todo esto a su hijo que no ha hecho más qué avergonzarlo constantemente.
— Le he pedido que tuviese mucho cuidado con tus ofensas.
Repentinamente y con un acto absolutamente inesperado, el señor Peter Willemberg se abalanzó sobre aquel hombre, le propinó un golpe y todos se pusieron de pie. Heike Roth, el vicepresidente de W. Retrieb Importeur fue el primero en intentar detenerlos sin éxito alguno. Walter Riar suplicó calma, pero al ser ignorado también hizo sus intentos por separar a los hombres, con ayuda de Conrad Schulte y Bernardo Gross.
Los tronos fueron testigos de los intentos de Jan Siegfried por contenerse de participar en aquella gresca. Se encontraba allí únicamente porque su padre se lo había pedido, y por consiguiente no movería un solo dedo que lo hiciera partícipe de la misma.
— No lo haré porque no es mi problema —pensó mientras Copito de nieve comenzaba a ladrar incesantemente—
— Han estado cometiendo actos fraudulentos en mis empresas, en mis narices. Fueron descubiertos y todavía tienen la desfachatez de negarlo frente a toda la junta —vociferó el señor Willemberg mientras era contenido por Heike Roth y Walter Riar—
— Esto no se quedará así señor Willemberg, porque ninguno de los miembros del comité de contaduría permitiremos que nos acusen a causa de las incompetencias de un chico malcriado que tiene como hijo, y qué se considera un contador experto —replicó Rèmy Tessier—
— Le advertí que no volviera a decir una sola palabra en contra de mi hijo.
— Era suficiente…



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En el texto hay: fantasia, angeles, promesas

Editado: 23.09.2025

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