Las Promesas Que Te Hice

UN VERANO DIFERENTE

IGLESIA MONOLÍTICA DE SAINT ÈMILION – EN LO ALTO DEL CAMPANARIO

— Todo se ve bien desde aquí. A lo lejos de esta ciudad, tu castillo de estilo medieval encaja perfectamente en la vista.

El joven Siegfried, luego de haber abandonado la empresa de su padre, volvió a Saint Èmilion, y su amigo Leroy lo había acompañado hasta allí. Habían subido a lo más alto del campanario de la antigua iglesia rupestre.

— ¿Qué es esa historia de que ibas a ir a Baja Austria? ¿Qué ibas a hacer allá? —preguntó Leroy sin recibir respuesta— ¿Acaso ella vive en ese lugar? ¿Ibas a verla?

El silencio de Jan Siegfried era algo a lo que su amigo estaba más que acostumbrado, sabiendo a su vez que aquel mismo silencio decía más que mil palabras.

— ¿Por qué no fuiste?

— Haces siempre tantas preguntas, Leroy, y si de casualidad llego a contestarte alguna, te quedas observándome como si yo fuera el peor de los dementes.

En aquellos instantes quien no dijo más nada fue Leroy. El absoluto silencio reinó por un par de minutos.

— Siempre he tenido curiosidad de todas las cosas raras que me decías, pero recién ahora tengo agallas para hacerte preguntas —prosiguió y ambos sonrieron levemente— ¿Cuándo y dónde la conociste?

— No voy a contestarte cuando y donde la conocí porque si lo hago te lanzarías tú solo de estos 68 metros del campanario.

— Mmm… bueno, al menos dime cómo se llama.

Todos los nombres con los cuáles podría mencionarla y recordarla. Aurora, la a Reina de París, su romántica Julieta, su bella durmiente, Odette, Ohazia, se reducían en uno solo.

— Mi ángel.

— ¿Se llama, Ángel?

— Ella es un ángel. Mi hermoso pequeño ángel de alas blancas.

— Ok… Ella es tu ángel. Tu maravilloso e inmaculado ángel, pero dime cómo se llama. ¿Tiene nombre y apellido?

— ¡Odette! —exclamó lanzando un gran suspiro— El nombre de una auténtica princesa.

— ¿Odette? —sonriente, Leroy negó con la cabeza—¿Debería extrañarme que tenga ese nombre?

— Extráñate si te da la gana. De todos modos no crees una palabra de lo que te digo.

— Siegfried, ya sé que la niña existe porque tienes una foto con ella. Tan loco no voy a considerarte. Aún estamos a tiempo de ir a verla si eso te hará sentir mejor.

— No puedo ir a verla por lo tanto no me tientes en hacerlo ¿De acuerdo?

— ¿Por qué no puedes? ¿Por qué sus padres van a acribillarte sí te acercas a ella? Sería lógico.

— Sus padres no tienen ninguna potestad sobre ella. Será la abuela Neubauer decida cuándo será el momento.

— ¿Neubauer? ¿Ese es el apellido de la niña? ¡Odette Neubauer! Mmm… al menos y ya sé que aquel ángel tiene identidad.

En silencio, pensativo y observando a lo lejos, posteriormente Siegfried se puso de pie. Pese a toda su ira y enojo había decidido retornar a la empresa, pues bajo ningún sentido iba a permitir que aquel sujeto por el simple hecho de haberse convertido en accionista de W. Retrieb Importeur, se creyera con el derecho de imponerse con su presencia cuando se le diera la gana.

— ¿Nos vamos a la hacienda?

— Volveremos a la empresa.

Cuando ambos retornaron, se encerraron en la sala de juntas para continuar con su trabajo y completar las a verificaciones, al menos en un 70 % para proseguir con el resto a más tardar hasta el mediodía del día siguiente.

— Señor Willemberg, la reunión para mañana ya está concretada para las 11 a.m.

— Estupendo, Daria. Encárgate de todo, por favor qué cuándo acabe esa reunión con el señor Struff quisiera invitarlo a almorzar a modo de cortesía, y proseguir con los asuntos de negocios.

— Claro que sí, señor. Ah, le comentó que su hijo Siegfried volvió con su amigo y ambos se encerraron en la sala de juntas.

Aquella noticia había generado en el señor Willemberg una sonrisa y una dicha incontenible.

— En cuanto salgan o te llamen por alguna razón, diles por favor que pueden descansar para que coman alguna cosa. Estoy seguro de que Siegfried querrá culminar esas verificaciones lo antes posible, pero no quiero que le suceda a mi hijo lo mismo que la última vez. Sus alteraciones de esta mañana han sido suficientes. Envíales algo de comer y beber. Nada que no sea agua o jugo.

— Así será, señor. ¿Alguna otra cosa?

— Por el momento es todo.

Tal y como lo había sospechado el señor Peter Willemberg, las intenciones de su hijo era culminar las verificaciones aquel mismo día, sin embargo antes de caer el sol, la secretaria Daria ingresó a la sala de juntas para comunicarle a los chicos que ya podían descansar.

— Aún tenemos tiempo de validar las verificaciones hasta mañana al medio día.

— ¡Qué bueno, Daria! —exclamó el joven Leroy—

— Que bueno, nada… podemos terminarlo hoy.

— Pues yo ya no quiero seguir.

— Joven Siegfried, son órdenes de su padre. Desea que descansen y que continúen mañana —dijo la secretaria—



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En el texto hay: fantasia, angeles, promesas

Editado: 10.02.2022

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