Las Promesas Que Te Hice

INESPERADO ENCUENTRO

Odette Neubauer le había pedido al joven Leroy que tomara asiento. Ella lo hizo también y posteriormente habló con la voz más dulce y encantadora que el joven haya podido oír jamás.

— ¡Dígame, joven! ¿Cómo está mi bello príncipe?

Leroy Besson no pudo evitar sonreír, y antes de contestar pensó en la respuesta de modo a que sonara con la mayor sutileza posible.

— Pues… en los últimos meses debo decir qué ha estado mucho mejor.

— ¿Qué dice? ¿Acaso antes no lo estaba?

Ohazia sonó acongojada recordando que en ocasiones lograba presentir las inestabilidades por las cuales atravesaba su adorado Azkeel e imperiosamente ella debía intervenir.

— No debes preocuparte ni mucho menos ponerte triste. Siegfried está bien, y con eso me refiero a que con ese carácter de ogro que carga habitualmente uno nunca sabe en qué estado se encuentra.

— ¿Ogro?

La muchachita pegando una mano a sus labios, dejó escapar unas risillas.

— Estoy hablándote en serio.

— Pues conmigo nunca ha sido un ogro.

— ¡Me lo imagino! Por supuesto que contigo jamás se comportaría de ese modo. Tú has sido siempre la única razón de su esporádico buen humor.

En ese preciso instante y por alguna razón a Odette se le vino a la mente que quizás Jan Siegfried pudo haber venido con su amigo y que se encontraba allí cerca. Ella se puso de pie y se dijo a sí misma antes de volver a tomar asiento. —No he sentido su presencia—

— ¿Joven, Sigfrido no vino con usted? ¿Se habrá ocultado quizás al costado de las tramoyas observándome desde arriba?

Oyendo más y más sus palabras, al joven Leroy, la chica ya no solo le parecía hermosa y talentosa. Ella le parecía una ilusión de la mente. Un ser de otro mundo. Una especie rara de criatura qué diría hubiese visto antes jamás si no tuviese un amigo de idénticas características.

— ¿Joven?

— ¿Arriba de las tramoyas, dices?

— Si. Alguna vez subió sobre el costado de las tramoyas para observarme desde arriba.

— ¿Siegfried hizo eso?

— Lo hizo.

Pensativo, Leroy se cuestionó asimismo del por qué debería extrañarle aquello.

— Mmm… mi amigo en verdad ha hecho muchas locuras por ti, Odette. ¡Hasta mandó construir un castillo para ti!

Odette por segunda ocasión se había puesto de pie. Si alguna palabra le faltara para estallar de emoción, era oír la palabra castillo.

— ¿Joven, acaso usted conoce el Valle de Las Nubes? ¿Ha estado en el castillo?

— Conozco Las Nubes desde hace años, y vi ese Castillo erigirse día con día en los predios de los viñedos. La completa construcción culminó a inicios de este año y Siegfried se mudó allí con su abuelo Klaus y con Copito de nieve.

Ella estaba realmente inmersa en mil emociones. Tanto que por momentos parecía no poder emitir más palabras pues sentía no hallar manera de expresarlas.

Tomó asiento por un par de segundos y luego volvió a ponerse de pie intentando hacerse una idea de todo aquello qué el joven Leroy acababa de contarle.

— ¿Quién es Copito de nieve? Creo haber oído ese nombre antes.

— Es el perrito de Siegfried.

— ¿Mi bello príncipe tiene un perrito?

— Lo tiene. Ahora si me permites quisiera yo hacerte un par de preguntas. ¿Puedo?

— ¿Qué preguntas, joven?

— ¿Dónde fue que se conocieron Siegfried y tú?

La jovencita vaciló en contestar aquella pregunta y permaneció en silencio pues se puso a pensar en dónde se habían conocido ella y Siegfried en realidad. Según lo que su adorado príncipe le había contado era que ambos se habían conocido en otra vida. Una vida infortunada para ambos, sin embargo ella no recordaba tal vida pasada. Todo lo que recordaba era que habían sido muy felices en el cielo. Aquel mundo donde nada es imposible.

— ¿No me lo quieres decir?

— Nos conocimos en Sankt Goar cuando él fue a buscarme. Yo llegué a mis clases de actuación y él ya estaba adentro. Cuando mis compañeros y yo nos fuimos hasta el escenario del Instituto, mi bello príncipe Sigfrido ya se encontraba aguardándome en lo alto de un costado de las tramoyas.

— ¿Pero si se conocieron aquel día, por qué dices que él fue a buscarte siendo que aún no se habían visto?

Odette nuevamente guardó silencio, sin embargo el joven Leroy había notado que la muchachita era todo lo opuesto a Jan Siegfried. Odette era espontánea, extrovertida y transparente como un manantial por lo tanto era capaz de contar todo aquello que su amigo guardaba con tanto recelo para sí mismo.

— No me pregunte más, joven.

— ¿Por qué no?

— Porque no sabría cómo explicártelo además usted no creería en mis palabras.

— No digas eso. Por supuesto que voy a creerte. Tú solo dímelo.

— Bueno...

— ¡Señorita, abra la puerta! —se oyó repentinamente la voz del guardia que comenzó a hacerse persistente del otro lado de la puerta—

Leroy Besson, acababa de perderse la oportunidad de oír lo que Odette tenía para contarle. No podía permanecer demasiado tiempo dentro de aquel camerino, pese a sus deseos de permanecer horas enteras conversando con Odette.

No había mucho tiempo. Él debía despedirse de ella y salir de allí antes de tener problemas.

— ¿Pero eso será todo? —se preguntó el joven— No puedo irme así como si nada. Por supuesto que no —prosiguió en su mente y sin mucho esfuerzo se le ocurrió que al menos le llevaría a su amigo Jan Siegfried una gran sorpresa cómo obsequio de cumpleaños.

Sí bien aquella sorpresa se gestaría de manera improvisada, no habría en el mundo mejor obsequio para Jan Siegfried que aquel que se le había ocurrido a Leroy.

— ¿Odette, te gustaría preparar una pequeña sorpresa para el cumpleaños de Siegfried?

— ¿Una sorpresa? —preguntó poniéndose de pie mientras le brillaban los ojos de entusiasmo—

— Así es... El cumpleaños de Siegfried está cerca y tú me ayudarás con un pequeño gran obsequio para él. ¿Qué dices?



#4457 en Novela romántica
#1143 en Fantasía

En el texto hay: fantasia, angeles, promesas

Editado: 10.02.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.