Sentado a orillas de la piscina y con los pies hundidos bajo el agua, el joven Jan Siegfried pensaba en cuántos cumpleaños habían sido buenos y cuántos habían sido malos. Los buenos sin duda los había vivido de niño cuándo su abuelo en cada cumpleaños se encargaba de hacer una fiesta por todo lo alto de "El Amanecer"
De grande, su abuelo continuó haciendo fiestas en su honor, sin embargo, por razón de la cual no era ajeno, todo tipo de fiestas fueron aborreciéndolo. Él había crecido y el concepto de fiestas fue desvirtuándose a causa de los excesos. Mucho alcohol, desenfrenos, chicas y sexo. ¿Cómo no iban a aborrecerle ese tipo de fiestas? ¿Y cómo no amar las fiestas de cuando era niño? ¿Cómo no amar la calidez de su familia? ¿La protección de sus padres y la dedicación de su abuelo para que fuera siempre feliz en los viñedos?
Los pensamientos se le perdían del otro lado de la piscina, bajo una noche cálida y estrellada.
Junto a él su inseparable amigo Copito de nieve compartía su silencio, su angustia y su dolor.
— Mi abuelo no puede dejarme. Él no puede. Aún hay tanto por hacer, Copito de nieve. Mi abuelo tiene tanto que compartir conmigo. No puede irse sin ver la inauguración oficial del Château. No puede irse sin conocer a mi Ohazia. No puede irse y dejarme con todo el peso de la vendimia. ¿Qué haré yo sí mi abuelo?
Las lágrimas del joven comenzaron a rodar por sus mejillas.
Bon anniversaire
Nos vœux les plus sincères
Que ces quelques fleurs
Vous apportent le bonheur
Que l'année entière
Vous soit douce et légère
Et que l'an fini
Nous soyons tous réunis
Pour chanter en chœur
Bon anniversaire!
Jan Siegfried creyó estar alucinando. Al oír el canto de aquella voz, su última gota de lágrima parecía haberse transformado en estrella milagrosa que deseaba otorgarle un poco de luz y consuelo. Elevó su mirada al cielo buscándolo, pero se había perdido entre las miles que danzaban esa noche.
Bon anniversaire
Nos vœux les plus sincères
Que ces quelques fleurs
Vous apportent le bonheur
Que l'année entière
Vous soit douce et légère
Et que l'an fini
Nous soyons tous réunis
Pour chanter en chœur
Bon anniversaire!
Volvió a oír la misma canción. La misma voz y comprendió que no estaba alucinando. Se apartó del borde de la piscina y se puso de pie de inmediato. Copito de nieve se incorporó junto con él.
En la residencia de sus padres en Burdeos no había nadie más que Jan Siegfried. La señora Esther y el señor Peter se encontraban en el hospital y a petición de los mismos él había ido para intentar descansar, sin embargo, el sueño se le había esfumado en aquella desafortunada madrugada de su cumpleaños.
El joven observó por todo su alrededor, pero no vio a nadie. Los empleados parecían haberse acostado y no se observaba más que una tenue luz proveniente de la sala que él mismo había dejado encendida. — No puedo estar volviéndome loco, Copito de nieve. Tú oíste la misma voz que yo. ¿Pero cómo es eso posible?
Jan Siegfried ingresó a la sala, pero allí no había nadie.
Bon anniversaire
Nos vœux les plus sincères
Que ces quelques fleurs
Vous apportent le bonheur
Que l'année entière
Vous soit douce et légère
Et que l'an fini
Nous soyons tous réunis
Pour chanter en chœur
Bon anniversaire!
Por tercera ocasión volvió a oírla y ya no le quedaron dudas de qué se trataba de su ángel.
— Ohazia… —la llamó sumergido entre incontables sentimientos—
— ¡Mi bello príncipe Sigfrido! ¿Adivina qué? Aquí en Viena he conocido a tu mejor amigo. Me dijo que se llama Leroy.
La voz provenía de afuera, y entonces raudamente volvió a salir.
— Preparamos está sorpresa para ti.
Afuera, a espaldas de la alberca dónde hacía apenas unos minutos se hallaba sentado, una gran imagen se proyectó en la pared. Era ella. Definitivamente era su Ohazia.
— Él me ha contado cosas muy bonitas del Valle De Las Nubes. Me ha dicho que lo conoce. Que pudo ingresar al castillo y que tú ya vives allí dentro con tu abuelo y con tu perrito Copito de nieve. Quiero conocerlo pronto. ¿Será mío también?
De hecho Copito de nieve es tuyo, mi ángel —dijo en su mente acercándose a la pared donde yacía proyectándose el vídeo con el rostro más hermoso y encantador del mundo entero—
— Sigfrido, espero que te haya gustado tu sorpresa de cumpleaños y que tengas un día muy bonito y feliz. Te envío todos los besos y abrazos más fuertes de este mundo.
— Mira, mi amor. Está sonriendo. Es el momento —dijo el joven Leroy que se encontraba oculto junto con Siena— Si salimos ahora para felicitarlo no sufriremos ningún agravio de su parte.
Lo más pronto que pudo, la joven Siena encendió la vela en forma de 23 que yacía decorada sobre el pastel de chocolate. Luego ambos abandonaron el escondite para acercarse a Jan Siegfried.
El joven yacía con la mirada impregnada a la imagen ya congelada de su adorada Ohazia en la pared. La grabación había culminado y entonces Leroy quién dirigía el control del proyector decidió dejarla allí para que su amigo la siguiera observando.
Joyeux anniversaire
Nous vous souhaitons
Joyeux anniversaire