Las Promesas Que Te Hice

EL CASTILLO DEL VALLE ENEMIGO

Un Ferry los alejaba lentamente cómo los viejos recuerdos de esos sueños anhelados. Casas, elevados viñedos, iglesias y puertos hacían parte de la vista de aquel recorrido por el río Rin.

— Ya no tienes fiebre, amor mío —dijo aliviada la joven, palpando la piel de su adorado Jan Siegfried quién yacía con la cabeza apoyada al hombro derecho de la joven—

— Contigo a mi lado, mi ángel, se me va la fiebre, la desdicha y todo lo malo que pudiera consumirme —dijo él incorporándose para besar su mejilla—

Odette, sonrojada le sonrió.

— ¿No me dirás a dónde vamos?

— Si te lo digo arruinaré la sorpresa. Ya llegaremos pronto.

Al cabo de unos cuantos minutos más, el ferry se detuvo en el puerto de Wellmich donde ambos jóvenes descendieron finalmente. Odette, visiblemente bastante curiosa y extrañada, con Copito de nieve entre sus brazos, fue guiada por Jan Siegfried quién la tomó de una mano.

— ¿Bello príncipe, que haremos aquí?

— Ya lo verás… No comas ansias, mi amor.

Luego de abandonar la zona del puerto, se adentraron un poco más al pueblo y llegaron hasta una casona blanca.

— Ah... ah… ¡El castillo del Valle enemigo! —exclamó repentinamente la princesa Odette—

En lo alto, sobre aquella casona blanca se erguía el Burg Maus (Castillo del gato).

— ¿El castillo enemigo? —preguntó Jan Siegfried acariciando sus mejillas y besando su frente—

— ¿No sabes la historia?

— ¿Te refieres a la historia del gato y del ratón? ¿Y a la disputa de la era medieval del Valle de Katz (gato) y del Valle de Maus (ratón)?

— Sí.

— Esa leyenda me hizo mucha gracia.

— No debería… Fue muy real.

— Ya… Mi amor, eso pasó hace demasiado tiempo.

— Pero este Valle sigue considerándose el mejor de toda Goarhausen. Dicen que producen los mejores vinos de toda la región.

— Mmm… Y el Valle de Katz dice lo mismo.

— Sí.

— Ok, pero ni tú ni yo tenemos nada que ver con todo eso. Estamos aquí únicamente para dar un maravilloso paseo alrededor del Burg Maus.

— ¿No te da miedo pasear alrededor del Burg Maus? Los enemigos de estas tierras fueron quiénes lanzaron el hechizo al Burg Katz dónde tú quedaste atrapado por tantos años.

Ufff… ¿Cómo se me pudo olvidar que mi princesa tiene la mitad de todo su inocente raciocinio en un mundo paralelo? —se reprochó el joven Siegfried a sí mismo—

— Yo no le temo a nada ni a nadie, mi ángel. Y tú tampoco debes temer porque yo te protegeré siempre. Tú ya me has protegido bastante y ahora me toca a mí —le dijo rodeándola entre sus brazos— Además este paseo te encantará.

Jan Siegfried volvió a tomar su mano y se dirigieron hasta aquella casona blanca dónde al verlos llegar, un capataz del lugar se acercó hasta ellos nada más y nada menos que con un hermoso caballo blanco.

— ¡Un caballo blanco! —exclamó la joven llena de emoción—

— Joven, el caballo ya está listo para que puedan montarlo —dijo el capataz— Es muy manso y muy inteligente. Conoce absolutamente todos los alrededores del Valle de Maus. Incluso los alrededores del castillo —resaltó—

— ¡Excelente!

En ese mismo lugar, montaron al caballo. Odette bajó un momento a Copito de nieve y Jan Siegfried la ayudó a montar. Al estar cómoda sobre la silla, le pasó al perrito y posteriormente él montó también al caballo para comenzar el recorrido por los senderos que conducían al Burg Maus.

Los mismos eran incontables, y conforme iban elevándose, la vista se volvía más maravillosa.

Jan Siegfried tenía rodeada entre sus brazos a su princesa, y sujetaba las cuerdas del caballo.

— ¿Recuerdas la primera vez que paseamos sobre un caballo blanco? —preguntó susurrando a su oído—

— No lo olvidaría jamás, bello príncipe. ¿Tendremos uno en el Valle de Las Nubes?

— ¡Por supuesto que tendremos uno! Y pasearemos las veces que tú quieras por las callejuelas de Saint Èmilion y por todo el valle.

Mientras conversaban, más iban adentrándose a los alrededores del castillo, donde sin dudas no eran los únicos. De tanto en tanto se cruzaban con turistas quienes los observaban con sorpresa y a la vez muy encantados. Tanto que se atrevían incluso a tomarles fotografías.

Decían que quizás se trataba de un espectáculo preparado por los encargados del castillo para hacer del paseo un ambiente más real a los tiempos medievales y amenizar la vista de los visitantes.

Para adentrarse hasta el Burg Maus, cruzaron un último sendero, y una pasarela que conectaba con la gran puerta levadiza, los recibió. Nadie podía ingresar al interior del Burg Maus. El acceso estaba cerrado a todos los visitantes, sin embargo eso no era impedimento para que llegaran hasta el lugar albergado por un aviario con halcones, búhos y águilas que realizaba espectáculos de vuelos.

Entre recorrer parte de las afueras del castillo, subir unas escalinatas, llegar a las proximidades de la torre y tomarse unas cuantas fotografías, les quedó algo de tiempo para disfrutar del espectáculo de vuelo de las aves.

— Le enviaré a mi madre las fotos que nos tomamos. A ella le encantará verte finalmente entre mis brazos, mi ángel —le dijo besando sus labios una y otra vez—

— Ya quiero ir al Valle de Las Nubes para conocer nuestro castillo mágico y ver a mamá Esther. ¿Cuándo nos iremos?

— Mi ángel, en la carta que me envió tu abuela Delphine, ella me pidió que fuese juicioso y paciente. Qué hiciera las cosas bien y que no perdiera la cabeza. Lo estoy intentando. En verdad lo estoy intentando mucho.

— ¿Mi abuela te envió una carta?

— Lo hizo, y también me envió un dije de la rueda de la visión, que debo llevar conmigo en todo momento para que tu padre no sienta mi presencia.

— Ah... ah… ¿Por eso tampoco sentí tu presencia?

— Mmm… pero que tú no sintieras mi presencia fue bueno pues gracias a eso pude darte una gran sorpresa en la mansión Dreymon. Aún no me has dicho si te gustó.



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En el texto hay: fantasia, angeles, promesas

Editado: 10.02.2022

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