De todos los maestros, miembros del jurado, sin duda alguna la más emocionada había sido la maestra Saphine quién durante varios días había estado seleccionando potenciales actores para su obra de verano.
— ¡Bravo! ¡Bravissimo! —exclamó poniéndose de pie y vitoreando incesantemente—
Los demás maestros la acompañaron posteriormente en coro con los halagos para aquellos dos jóvenes encantadores.
— Dime, mi hermosa que lo que acabo de ver, tú no lo viste porque es tan solo una alucinación mía.
— Nunca en mi vida había visto algo tan bello, Leroy. ¿Y tú?
— Nunca en mi vida yo había visto a mi amigo tomar un libro. ¿Cómo podría él saber siquiera media frase de todo el segundo acto de una obra de Shakespeare?.
— No exageres, amor. Quizás Siegfried en algún momento leyó Romeo y Julieta. ¿Quién no ha leído a Shakespeare en su vida?
— ¡Siegfried! —exclamó Leroy reafirmando sus palabras—
— Pues acabas de comprobar que sí conocía la obra de Romeo y Julieta. Seguramente lo aprendió por Odette. Ya sabes que todo lo hace por ella.
Siena Meyer y Leroy Besson quiénes habían quedado aguardando a Siegfried en un café en las afueras del instituto, ingresaron hasta el escenario donde se llevaban a cabo las pruebas de actuación en vista de que el joven se había tardado más de lo que les dijo que lo haría.
Allí se toparon con una escena que no hubiesen imaginado jamás. Por sobre todo Leroy de su amigo Jan Siegfried.
Leroy, y Siena cargando a Copito de nieve entre sus brazos, permanecieron parados a la entrada del gran escenario y ni bien culminaron las pruebas, descendieron unos pasos de la entrada.
En medio del bullicio de los maestros ante la dicha de haber presenciado una magnífica escena, Copito de nieve se había puesto arisco entre los brazos de la joven Siena. El perrito había oído la voz de Odette. Sintió y olfateó la presencia de su Aurora. Sabía que estaba allí y quería llegar hasta ella.
Echó unos cuantos ladridos que resonaron por todo el escenario, y posteriormente la joven Siena ya no pudo sostenerlo. Odette, desde el escenario oyó los ladridos y no tardó en reconocerlos.
— ¿Copito de nieve, eres tú? ¡Copito! ¡Copito! —exclamó bajando con prisa del escenario—
El perrito, corriendo a toda prisa, finalmente llegó hasta Odette.
— Pensé que no te volvería a ver, Copito —dijo cargándolo entre sus brazos, mientras el perrito lo colmaba de besos— ¡Te tengo de vuelta conmigo!
A ambos no les cabía tanta dicha, y por momentos todo a su alrededor parecía haberse detenido. En esos instantes eran solo Odette y Copito de nieve.
— ¡Jóvenes, por hoy es suficiente! Pueden ir a descansar —dijo la maestra Saphine dirigiéndose a todos los alumnos— ¡Juan! Demás está decirte que tienes el papel de Romeo. Contigo y Odette la obra será perfecta. ¡Magnífica! —prosiguió la maestra mientras Odette se acercaba a ambos ya con su perrito entre brazos, muy feliz—
— ¿Oíste eso, bello príncipe? Estaremos juntos en la obra.
— ¿Ustedes dos ya se conocían? —preguntó la maestra Saphine—
Ambos jóvenes se miraron.
— La verdad sí, maestra —contestó Jan Siegfried sin mucho que pensar— Por eso vine hasta aquí para intentar ingresar a las clases con ella—
La princesa Odette sonrío iluminada de infinita dicha observando a su adorado príncipe—
— Mmm… Ahora comprendo de dónde provino tanto sentimiento y tanta pasión en la interpretación. Tú no te ganaste un lugar en las clases de actuación. Te ganaste el papel principal, muchacho. Ustedes dos harán la mejor versión de Romeo y Julieta de todo el mundo y París los va a adorar.
— ¿París?
— Ah… ah… ¿Dijo usted París, maestra?
— Tal y como acaban de oírlo, mis hermosas criaturas. La función exclusiva de verano será en París. Tenía planeado comentarlo al tener a todo mi elenco conformado, sin embargo ustedes se merecen la exclusiva —susurró— ¡Ahora sí! Pueden ir a sus casas a descansar. Yo haré lo mismo. ¡Hasta mañana!
— ¡Hasta mañana, maestra!
— ¿Oíste eso, mi ángel? ¡Volveremos a París! Mi hermosa Aurora volverá a la ciudad que la coronó como la mejor de todas sus reinas —exclamó el joven Siegfried tomándola de una mano y haciéndola girar sobre sí misma—
Los ojos de Odette se emocionaron de tan solo imaginar estar en París, y en compañía de su adorado príncipe, pero prontamente el semblante le cambió.
— ¿Qué sucede, mi amor? ¿No estás feliz?
— Mi padre no me dejará ir a París. Hasta dudo que me deje ser Julieta en la obra —contestó la joven, muy entristecida, sujetando la correa de Copito de nieve—
Jan Siegfried Willemberg, visiblemente harto de que Rudolf Neubauer interfiriera en toda la dicha de su hermoso ángel, pensativo, guardó silencio por un par de segundos.
— Pues él no tendrá porqué saberlo, mi ángel, porque tú y yo vamos a huir ese día. Volveremos juntos a París y al final de nuestra presentación, iremos al Valle de Las Nubes.
— ¿Finalmente, amor mío?
Con gran entusiasmo y haciendo a un lado toda su repentina tristeza, Odette abrazó a Jan Siegfried.
— ¡Iremos al Valle de Las Nubes!
— Iremos a nuestro Valle, mi amor. Tú serás la reina de todo el Valle de Las Nubes y allí seremos muy felices.
Jan Siegfried tomó sus mejillas, besó su frente, sus labios, luego la rodeó entre sus brazos.
— ¡Romeo, Romeo! ¡El impredecible Romeo! —exclamó el amigo de Jan Siegfried bajando los escalones—
De su lado, su novia Siena.
— ¡Chicos, estuvieron increíbles! Aún me siento emocionada por la escena —dijo Siena saludando a Odette con un abrazo—
Odette respondió el saludo del mismo modo, y quedó sorprendida al ver allí al joven Leroy Besson.
— Ah... ah… ¿Usted está aquí, aquí, joven?
— ¡Odette!... Estuve aquí desde un principio. Vine con Siegfried —le contestó besando su mano— No pude acercarme a ti para saludarte porque si lo hacía podía alterar nuestros planes.