Las Promesas Que Te Hice

DEL OTRO LADO DEL RÍO

IGLESIA ST. JOHANNES — SANKT GOARHAUSEN

— Estamos aquí reunidos para celebrar la unión de Odette Neubauer y Jan Siegfried Willemberg, en sagrado matrimonio. Por medio del poder que la iglesia me concede, en el nombre del creador de todos los cielos, bendigo este amor conyugal, y él qué los consagró con el bautismo, enriquezca su alma y les dé bienaventuranzas en el séptimo sacramento para qué guarden mutua y perpetua fidelidad, y puedan cumplir todas las obligaciones qué esta unión conlleva. ¡Odette y Siegfried! ¿Sois plenamente libres para contraer matrimonio?

Ambos contestaron:

— Sí, padre.

— ¿Os comprometéis a colaborar en la obra creadora de Dios, asumiendo vuestra responsabilidad en la comunicación de la vida en la educación de los hijos de acuerdo con la ley de Cristo y de la iglesia?

— Nos comprometemos, padre.

— Manifestad entonces vuestra decisión de contraer matrimonio, estrechándoos la mano derecha, y expresad ante Dios y su iglesia vuestro consentimiento matrimonial. ¿Jan Siegfried Willemberg, deseas recibir por esposa a Odette Neubauer, y prometes serle fiel, tanto en la prosperidad como en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, amándola y respetándola durante toda su vida?

— La amé una vida entera, padre, y la amaré en esta también. Sí acepto.

— Ya… ni ante el altar deja sus palabras tan raras —le susurró Leroy a Siena—

— Ssshhh… guarda silencio.

— ¿Odette Neubauer, aceptas recibir por esposo a Jan Siegfried Willemberg, y prometes serle fiel, tanto en la prosperidad como en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, amándolo y respetándolo durante toda su vida?

— Sí aceptó, padre.

— Siendo así, que el señor confirme el consentimiento que habéis manifestado delante del altar y realice en vosotros lo que la bendición del creador os promete. ¡Qué el hombre no separe lo que Dios ha unido!

— El demonio tampoco —rogó el joven Siegfried en sus pensamientos—

— Jan Siegfried, entrega está alianza a tu esposa Odette y recuerda que es el signo de tu amor y fidelidad.

Jan Siegfried colocó la alianza en el dedo de su esposa.

— Odette, entrega está alianza a tu esposo Jan Siegfried y recuerda que es el signo de tu amor y fidelidad.

Odette colocó la alianza en el dedo de su esposo.

— Por la santa iglesia y por sus corazones qué es el hogar donde mora Cristo. Por ustedes, para que sean felices en su vida matrimonial. "Oremos al señor" —Repitan conmigo

— ¡Oremos al señor!

— Dios padre todopoderoso os conceda su gozo y os bendiga en vuestros descendientes. —Amén

— ¡Amén!

— Hijos míos, desde este momento ante los ojos de Dios ya son marido y mujer. Jan Siegfried puedes besar a tu esposa —culminó el sacerdote Thomas—

El joven Siegfried tomando las palabras del mismo, besó a su esposa con gran felicidad y plena certeza de que esta vez estaba unido para siempre a su amada Ohazia con el consentimiento de Dios y que nada ni nadie podría separarlo de ella.

Sus testigos, Leroy Besson y Siena Meyer, enlazaron a los novios con una tira de flores, y luego felicitaron a ambos por aquella anhelada unión.

— Mi señora, soy Fabianna. Me encuentro en la iglesia St. Johannes en lugar de Berni. Él no pudo llevar a cabo lo que usted le encomendó porque el señor Rudolf casi lo descubre. Su hija acaba de casarse y voy a entregarle en estos momentos la cartera con todos sus documentos.

— Hazlo Fabianna. ¿Qué sucedió con Berni?

— El señor Neubauer le pidió a Berni que lo llevara hasta la guardería donde supuestamente usted está con su hija.

— ¡Dios mío!

— ¿Usted ya no está en la guardería, señora?

— Ya no estoy, Fabianna. Por favor entrégale a Odette la cartera y pídele a los jóvenes que abandonen la iglesia de inmediato. Diles que un coche pasará a buscarlos del otro lado del Rin, en el puerto de Sankt Goar.

— Como usted pida, señora.

— Volveré a comunicarme luego contigo.

Hada Neubauer colgó la llamada y Fabianna se dirigió hasta los jóvenes.

— ¡Muchas gracias, padre Thomas! Usted en verdad acaba de hacernos muy felices —expresó el joven Siegfried—

— ¡Muchas gracias, padre Thomas! —replicó la princesa Odette—

— La mejor manera en la que podrían agradecerme es siendo muy felices bajo el respeto mutuo y por sobre todo en el respeto a Dios nuestro señor.

— Así será, padre. Eso no lo dude jamás.

Despidiéndose del sacerdote, Odette volvió a cargar a Copito de nieve entre sus brazos. Jan Siegfried tomó una mano de su esposa y entre los cuatro se dirigieron rumbo a la salida de la iglesia.

— ¡Niña Odette!

— ¿Fabianna, qué haces tú aquí?

— Niña Odette, me ha enviado su madre porque me ha pedido que le entregara esta pequeña cartera dónde se encuentran guardados todos sus documentos.

— ¿Por qué te ha pedido eso mi madre?

— Usted ya no volverá a la mansión, mi niña. ¡Joven, la señora Hada Neubauer me pidió que les dijera qué crucen el Rin y aguarden allí a un coche que pasará a buscarlos en el puerto de Sankt Goar. Deben abandonar este lugar de inmediato.

Ante las palabras de aquella mujer, los cuatro jóvenes quedaron estupefactos.

En esos instantes lo único que se le vino a la mente al joven Siegfried fue que quizás Rudolf Neubauer ya lo había descubierto todo y que no tardaría en venir por ellos. De ser así, no había tiempo que perder y jalando de una mano a su esposa, se dispuso a abandonar de inmediato la iglesia por el acceso secundario.

Leroy, Siena y Fabianna fueron detrás de ellos.

— ¿A dónde iremos, amor mío? ¿Fabianna, dónde está mi madre? —pregunto la afligida Odette mientras continuaban sus raudos pasos—

— No lo sé mi niña. Ella solo me dijo que volvería a comunicarse conmigo.

— ¿Siegfried, que sucede? ¿Por qué la madre de Odette pidió que huyeran?

— No tengo idea Leroy, pero ni Odette ni yo nos quedaremos aquí para averiguarlo. Necesito que ustedes dos regresen a la mansión Dreymon.



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En el texto hay: fantasia, angeles, promesas

Editado: 10.02.2022

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