Las Promesas Que Te Hice

DESTINO PARÍS

MANSIÓN DEL VALLE DE KATZ

— Padre tú no puedes hacerme esto. No podemos irnos cuando apenas faltan tres días para mi fiesta de cumpleaños.

— Por supuesto que puedo. Si tú pudiste y tuviste el valor de crear todo este desastre con tus cizañas y tu maldad, yo puedo y tengo la potestad de suspender tu fiesta de cumpleaños y enviarte de regreso a Italia, muchacha malcriada y sin sentimientos.

Presa del llanto y de la rabia, Rebecca Neubauer se echó a llorar.

— ¡Padre, por favor! Todo está listo para mi fiesta.

— No gastes tus energías suplicándome, que todo será inútil. ¿Qué fue lo que te hizo tu prima para que la odies tanto e intentes perjudicarla de ese modo, Rebecca? Contéstame —exigió Paul Neubauer a su hija tomándola de un brazo—

Al rato, oyó repentinamente la ira de su hermano Rudolf dentro de la mansión—

El hombre enfurecido solicitó la presencia de todos los empleados presentes en ese instante, y en medio de su temeridad, todos los que se hallaban en ese momento, acudieron al sitio.

Para Rudolf Neubauer desde luego el cómplice principal de todo había sido el chofer Berni, sin embargo otros tuvieron que haber participado en la huida de su esposa y de su hija, de la mansión, y estaba dispuesto a averiguarlo en ese mismo instante.

— ¿Patrón, cómo podría saber a dónde se dirigieron su esposa y su hija si yo me encontraba con usted? Fuimos a buscarlas a Diez. Incluso usted le habló por teléfono.

— Tú estabas a cargo de mi hija. Debías traerla de regreso aquí luego de sus clases, sin embargo te atreviste a ser cómplice de su fuga. Tú no la trajiste aquí y tampoco la llevaste a Diez junto a su madre. Tú la ayudaste a escapar —vociferó el hombre tomando del cuello al pobre chofer—

— ¿Esa mosquita muerta escapó? —se preguntó a sí misma Rebecca Neubauer al oír la furia de su tío desde el balcón interior de la mansión—

— ¿Qué haces, Rudolf? ¡Ya detente! ¡Suéltalo!

Entre forcejeos, Paul Neubauer logró separar al chofer Berni de la ira sin frenos de su hermano.

— Por tú bien será mejor que me contestes. ¿Dónde y con quién está mi hija?

— Yo sé con quién escapó la mosquita muerta de tu hija, tío Rudolf —irrumpió desde arriba Rebecca Neubauer—

Su padre Paul con mirada de advertencia amenazante, volteo a verla sin embargo la malvada joven prosiguió.

— Ni una palabra más Rebecca.

— ¡Habla! Si en verdad lo sabes habla en este mismo instante.

— Tan solo está mañana te lo advertí tío, pero por lo que veo no tomaste muy en cuenta mis palabras. Si lo hacías, tu apreciada hijita estaría aquí en estos momentos.

En esos instantes Paul Neubauer tomó a su hija nuevamente de un brazo advirtiéndole que cerrara la boca.

— Odette huyó con el joven de la mansión Dreymon y a estas alturas dudo mucho que aún se encuentren en Goarhausen.

— Ya cierra la boca, Rebecca. Ciérrala de una vez de lo contrario acabaré estallando de ira también. Eloise, empaca tus cosas y la de este engendro, que a primeras horas de la mañana nos largamos de este lugar al cual nunca debimos haber regresado. ¿Cómo es posible que me hayan tocado hijos tan torcidos en esta vida —dijo el hombre mientras Rebecca Neubauer, satisfecha y sintiéndose desquitada a través de aquella última acción, por su propia cuenta subió a su habitación para hacer sus maletas—

Su madre Eloise la siguió, y Paul Neubauer se acercó al chofer Berni quién aún seguía intentando reponerse. En cuanto a Rudolf Neubauer, inmediatamente ordenó a sus más fieles capataces para que lo acompañaran a la mansión Dreymon.

— Berni, las cosas aquí no acabarán bien. Lo sé porque alguna vez ya sucedió algo parecido. Lo mejor será que aproveches la ausencia de Rudolf y abandones la mansión ahora mismo. ¿En verdad Odette huyó con el joven de la mansión Dreymon?

El chofer Berni no contestó.

— Mmm… entiendo que no quieras decir nada, pero no debes preocuparte. Yo jamás haría cosa alguna que perjudique a mi sobrina. Si en verdad Hada y Odette huyeron de este valle, muy feliz estoy por ellas —dijo colocando una mano sobre el hombro del chofer— Si tienes aquí a otra persona que te ha ayudado, dile lo mismo que acabo de decirte. Lo mejor será que abandone este lugar ahora que tiene oportunidad.

Siempre sin palabras, el chofer solo asentó con la cabeza.

A regañadientes en su habitación, Rebecca Neubauer se puso a preparar sus maletas tal y como se lo había ordenado su padre, y en el lugar, su madre Eloise no perdió ocasión en reprender a su hija por su inexplicable comportamiento.

— ¿Ves lo que acabas de conseguir por causa de ese irracional desprecio tuyo hacia tu prima Odette? No deseo oír una sola queja de tu parte porque todo esto te lo has buscado tú sola —finalizó saliendo de la habitación—

Allí su prima Karla se quedó acompañándola.

— Aún intento explicarme cómo es que puedes llegar a comportarte como la campeona de las estúpidas, Rebecca. A escasos días de tu fiesta de cumpleaños a ti se te ocurre liberar ese absurdo odio qué sientes por la tonta de Odette. Bueno… ¡Ni tan tonta a final de cuentas! ¿Será verdad qué se atrevió a huir con un chico?

— No lo dudo un solo instante. Esa mosquita muerta una vez más hizo de las suyas, y ahora por su culpa todos mis planes quedaron arruinados. Desde un principio tuve sospechas de que ella y el joven de la mansión Dreymon se conocían. ¡Pero claro! Con esa cara de santa nadie más podía sospecharlo.

— ¿Pero en qué momento pudo haber conocido Odette a ese joven? Por muchos años ella vivió en un pueblito aislado de Baja Austria, y dudo mucho que allí haya podido conocer a ese joven.

— Karla, definitivamente la única estúpida aquí eres tú. Obviamente Odette no conoció a ese joven en Baja Austria. Fue aquí mismo en Goarhausen unos cuantos años atrás —dijo Rebecca observando a su prima— ¿Recuerdas al joven que alguna vez llegó aquí al valle de Katz? ¿El mismo joven que incluso sacó a pasearla sobre un caballo blanco?



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En el texto hay: fantasia, angeles, promesas

Editado: 10.02.2022

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