Las Promesas Que Te Hice

EL CURSO DEL DESTINO

HÔTEL BOURDONNAIS - PARÍS

— ¿Entonces el señor Willemberg ya se encuentra aquí en París?

— Lo está y también está insoportable. Él considera que soy yo el niñero de Jan Siegfried. Piensa que debo saber sobre todos sus movimientos, y me culpa de ser el responsable de todo lo que él hizo el Goarhausen. Yo solo le hice favores, pero eso no significa que sea responsable de sus actos. Lo trata como si fuese un niño —dijo Gustav Dreymon mientras bebía una copa de whisky sentado en la terraza del hotel—

— El señor Willemberg siempre ha sido así con Jan Siegfried. No pretendo justificarlo, pero se ha vuelto como una costumbre, un temor para él por las veces en que mi amigo se metía en problemas casi siempre.

— Mmm... Y me imagino que tú te metías en esos problemas con Jan Siegfried.

— La mayoría de las veces —contestó Leroy Besson— No podría negarlo. Intentaré ahora comunicarme con él. Quizás tenga suerte y me conteste finalmente para que me diga por dónde se encuentra.

— Si tienes esa suerte aprovecha la ocasión y coméntale que su padre ya se encuentra aquí en París y que está buscándolo como loco.

THÉ TRE EDOUARD VII

Odette y Jan Siegfried llegaron finalmente hasta el teatro mencionado por el guardia del Palais Garnier y se acercaron hasta el hombre que custodiaba la entrada del lugar.

— ¡Disculpe! Quisiéramos hacerle una pregunta. —habló Jan Siegfried—

— ¿En qué puedo ayudarlos?

— Quisiéramos saber si en este teatro se encuentra ensayando en estos momentos un elenco?

— Tengo el registro de ingreso de dos elencos que se encuentran dentro en estos momentos. ¿Ustedes pertenecen a alguno?

— Así es —contestó Odette— ¿Nos dejará pasar?

— Una vez que me digan el nombre del elenco al cual pertenecen. Desde luego. Y… podrán ingresar pero sin el perro.

— Ah... ah... ¿Cómo dice? Nosotros no podemos dejar a nuestro perrito aquí en la calle.

— Lo siento, pero en este establecimiento no se permiten animales.

— ¿Por qué no? Pertenecemos al elenco de Romeo y Julieta y debe dejarnos pasar. ¿Esposo mío, oíste lo que acaba de decir este hombre?

— Lo oí, mi Ohazia?

— ¡Disculpe usted mal hombre! —exclamó repentinamente la princesa Odette refiriéndose al guardia del teatro— Le digo que mi bello príncipe y yo pertenecemos al elenco de Romeo y Julieta de la Academia de Werlau. Somos los actores principales de la obra. Yo seré Julieta y en Werlau si me dejaban meter a mi perrito, por lo tanto, usted también debe dejarnos pasar a los tres. Si es usted al menos un poco amable, lo hará. Ahora vaya a avisarle a la maestra Saphine qué estamos aquí.

Observándola y sin emitir más palabras, el guardia ingresó para corroborar las palabras de aquellos jóvenes, preguntando por la academia de Werlau.

Efectivamente, el elenco de Romeo y Julieta de la academia de Werlau se encontraba ensayando en una de las instalaciones y ni bien el guardia del teatro pudo corroborarlo, prosiguió a avisarle a la maestra y directora encargada de dicho elenco.

— ¿Cómo se atreve ese malvado hombre a pedirme que deje a Copito de nieve en la calle?

— Tranquila, mi ángel. No sabía que los angelitos pudieran alterarse de ese modo.

— ¿Tú no lo estás? También quieres que Copito de nieve se quede en la calle?

— ¿Qué dices? No quiero tal cosa... Los años que vivió conmigo, Copito de nieve jamás se quedó en la calle.

— Si nuestro perrito no puede ingresar, yo tampoco ingreso.

— Estoy diciéndote que lo solucionaremos.

En esos instantes el teléfono móvil de Jan Siegfried volvió a sonar.

— Ah, mira... Justo me llama la persona en la que estaba pensando —dijo el joven y contestó—

— ¡Por fin!... Mi desaparecido amigo finalmente me contesta.

— No ando desaparecido. ¡Oye! Siena está contigo.

— ¡Por supuesto! ¿Con quién más estaría? ¿Por qué la pregunta?

— Necesito que vengan ahora hasta el Théâtre Edouard VII para que cuiden un momento a Copito de nieve en lo que nosotros ensayamos.

— ¿Qué? ¿Nos necesitas para que cuidemos de tu perro?

— ¡Siegfried, hola! Iremos en este mismo instante. No te preocupes —contestó Siena, arrebatándole el teléfono móvil a su novio—

— ¡Estupendo! Los esperaremos aquí en la Rue Scribe. Frente mismo al teatro.

— De acuerdo. ¡Nos vemos al rato!

— ¡Oh Dios mío! ¡No lo puedo creer! ¿Esto ha de ser un milagro o una alucinación? —exclamó repentinamente una voz ya conocida por Odette y por Jan Siegfried—

Era la maestra Saphine quién ni bien fue informada por el guardia del teatro de que dos jóvenes que decían ser miembros de su elenco se encontraban afuera, explayando su peculiar exageración salió a la plaza con la esperanza de ver si aquellos se trataban en verdad de sus desaparecidos Romeo y Julieta.

La maestra, visiblemente emocionada y rebosando felicidad, al acercarse, abrazó a los jóvenes con gran intensidad.

— ¡He recuperado el alma! ¡He recuperado a mi Romeo y Julieta pues han regresado!

— ¿Eso significa que aún podemos estar en la obra?

— ¿Qué pregunta es esa? Cuando me quedé sin mi perfecta pareja de Romeo y Julieta sentí que toda la obra ya no tenía sentido. No tienen idea de cuánto le rogué a todos los cielos para que me los enviara de regreso.

— Entonces los tronos la oyeron maestra —dijo sonriente la princesa Odette—

— Así es. Ellos lo oyen todo —prosiguió Siegfried—

— ¿Los tronos? No sé quiénes son, pero si debo darles las gracias sin duda lo haré también. ¡Bien! Ya que están aquí imagino que podemos ingresar para dar continuidad a los ensayos.

— No podemos porque el malvado señor guardia me dijo que no permiten perritos dentro del teatro —explicó Odette—

— He llamado a unos amigos qué se encuentran en camino. Llegarán pronto y se llevarán a Copito de nieve con ellos En lo que nosotros ensayamos. ¿Cree que podamos aguardarlos un momento más?



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En el texto hay: fantasia, angeles, promesas

Editado: 10.02.2022

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