Las Promesas Que Te Hice

CULPA

Odette no había visto a su madre, ni tenido noticias sobre su paradero desde que la mujer los había ayudado a escapar de Goarhausen a ella y a su amado Sigfrido.

Al ver allí a Hada Neubauer, sana y salva fue a abrazarla con todas sus fuerzas.

— ¿Madre? ¡Madre, eres tú en verdad! Te extrañé mucho, madre. Temí tanto por ti.

— No tenías por qué temer, mi hermoso ángel. Deja de llorar. No lo hagas porque ya los tronos muy molestos están —le pidió a su hija— ¡Jan Siegfried!

— ¡Señora Neubauer! Es un gran alivio volver a verla.

— Siegfried, Odette, ustedes no pueden abandonar París. No permitan que ningún temor les invada el alma y les orille a tomar una decisión equivocada. Ustedes están protegidos por Dios a través el ejército de los tronos porque forman parte de esta misión que está llegando a su fin y será esta misma noche.

— ¿Esta misma noche? ¿Todas las personas que asistirán a la obra verán sus vidas arriesgadas? —preguntó el joven—

— Nadie verá su vida arriesgada. Todas esas personas asistirán al Palacio de la Ópera para ver un gran espectáculo y es lo qué sucederá.

Hada Neubauer habló con tanta calma, serenidad y convicción que por momentos aquellas palabras parecían haber consumido la aflicción en el corazón de los jóvenes, no obstante misma aflicción no tardó en volverles a inquietar el alma.

¿De qué modo podrían evitar una catástrofe dentro del Palais Garnier si Rudolf Neubauer los acorralaba durante la obra? —se cuestionaron a sí mismos los jóvenes—

Odette volvió a su habitación para alistarse e ir rumbo al teatro de la Ópera, y esta vez lo hizo en compañía de su madre. Por su parte, el joven Jan Siegfried decidió dejarlas solas y dirigirse hasta la habitación de su madre para cerciorarse de que todo estuviera bien con ella, con la señora Cluzet y por sobre todo con la pequeña Sirah.

— Cuéntame, hija. ¿Cómo estás? ¿Eres feliz ahora, mi ángel?

— Lo era, madre hasta hace un par de horas.

— ¿Cómo dices? ¿Eso por qué?

— Mi amado príncipe me ha herido de tristeza a causa de un engaño —contestó la princesa, y al oír esas palabras de su hija, Hada Neubauer no pudo evitar lanzar un enorme suspiro—

— ¿Jan Siegfried te ha herido de engaño? Los tronos son testigos de que yo no pondría nunca más las manos al fuego por nadie, cariño, pero me cuesta mucho creer tal cosa.

— Créelo, madre porque sí lo ha hecho.

— Mmm… ¿Y puedo saber qué engañó fue ese?

— Sigfrido amó a otra mujer y tuvo una hija con ella.

— ¿Jan Siegfried tiene una hija?

La princesa Odette asentó con la cabeza.

— Me siento devastada.

— ¡Oh mi inocente hija! —exclamó su madre acariciando sus mejillas— ¿Aquel hecho fue reciente? ¿Cuántos años tiene la niña?

— Unos 5 o 6 años. Quizás 6 porque se le han caído los dientes de arriba, y recuerdo que a mí se me han caído los dientes a los 6.

— ¿6 años, Odette? ¿La niña tiene esa edad y tú estás molesta con tu esposo por eso?

— ¿Por qué no habría de estarlo? Él me ha ocultado tal cosa.

— ¿En verdad lo hizo? ¿Has hablado con él como una jovencita razonable o te has comportado cómo una niña berrinchuda y mimada? No creería tal cosa de ti, hija por qué ese comportamiento no sería del agrado de la señora Delphine qué desde arriba vela por tus acciones.

Hundida en su silencio, Odette observó de reojos a su madre.

— Ya veo que no lo has dejado explicarse. Hace 6 años, hija tú eras aún una niña, y Jan Siegfried un adolescente con libertad de tener la novia que quisiese.

De tan solo pensar en ello, el corazón de Odette se hundía aún más, y de la nada las lágrimas por sus mejillas comenzaban a rodar.

— No te atrevas a llorar, Odette. No sin una razón valedera y sin sentido. ¿Acaso la madre de aquella niña también está aquí? ¿Ella apareció y ha estado perturbando tu amor con Jan Siegfried?

Odette volvió a negar con la cabeza.

— ¿Entonces?

— La madre de la pequeña está en el cielo.

Para Hada Neubauer aquello había sido suficiente, y lanzando otro enorme suspiro, se pegó el regazo con las manos y se puso de pie de inmediato.

— ¿La madre de esa inocente pequeña está en el cielo y tú estás aquí haciéndole esos berrinches sin sentido a tu esposo, únicamente por qué 6 años atrás tuvo su historia con otra chica?

— Calla, madre, por favor. ¿Acaso tú nunca has sentido celos?

— Ciertamente, no de una persona muerta. ¡Odette, cariño! Tú ya no eres una niña ahora. Eres una mujer y debes comportarte como tal. Estás casada con el hombre que amas por sobre todas las cosas. Tú estás con Jan Siegfried. Tú tendrás tu propia familia con él y serán muy felices como siempre han soñado. En cuanto a esa pequeña, no te digo que pudieras comportarte con ella como una auténtica madre. Bastará con que seas para ella una gran amiga. Una compañera con la cual pueda compartir muchas cosas. ¿Cómo es ella?



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En el texto hay: fantasia, angeles, promesas

Editado: 10.02.2022

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