Las lágrimas recorrían mí rostro y estaba tan absorto en mis pensamientos tras leer aquellas cartas que no me había dado cuenta de ellas hasta que sentí su característico gusto salado.
No tenía idea de adónde había ido ella pero si sabía algo: movería tierra y cielo hasta dar con ella.
Tenía que decirle lo que sentía, ya no quería seguir ocultandoselo, no luego de saber todo el daño que le había causado por hacerlo.
Iré por ti Hanna y no parare hasta hacerte saber lo mucho que te amo. Quiero que seas mía.