Las Razones por las que te deje de Amar.

Cuando nos conocimos

—Recuerdo esa vez que fui a tu casa a 
pelear con tu padre por no dejarte ir a la fiesta—comente con algo de pena por el recuerdo que ahora ambos compartíamos.

—Como olvidarlo—dijo ella sonriendo, pero no fue una risa de esas contagiosas que solía tener, más bien aquella estaba cargada de nostalgia, melancolía y me atrevería a decir que incluso había algo de tristeza.

—Lamento haber sido un cabezota en nuestro inicio—le dije con sinceridad.

—No te disculpe Roman, yo me enamore de ti con todo el embrollo qué eso incluía—sus palabras eran como un taladro haciendo su trabajo directamente en mí pecho.

¿Porque no podían las cosas buenas durar para siempre?

—Clariza yo, lo siento—las palabras abandonaron mí boca antes de que mí mente siquiera las pensará.

—Dime lo que tengas que decir al final de la noche, no antes ni después solo al final Roman—asenti ante su pedido, pues al final que más da una última noche junto a quien fue el amor de tu vida.

La velada se dio entre risas y recuerdos que escondían tristezas y dolor, además de una despedida inminente que de a poco se hacía notar por encima de cualquier otra cosa. El ambiente se sentía ajeno, desconocido, melancólico y cautivador al mismo tiempo.

Cuando el reloj que había junto al cuadro de Van Gogh, marco las doce, yo me le quede mirando y antes de atreverme a decir cualquier cosa, Clariza3 se adelantó y se puso de pie frente a mí con la copa de champagne en sus manos temblorosas que portaban aquel anillo con el que tiempo atrás dábamos por sellada nuestra unión.

—Recuerdame porque acepte casarme contigo en una boda cuyo padre era tu mejor amigo, la madrina mí mejor amiga y los invitados mí perro y tú gato—una sonrisa se escapó de mis labios junto con una lágrima traicionera que ahora corria en mí mejilla.

—Porque me amabas—le respondí con un nudo en la garganta.

—¿Y porque la planeaste tú?—ella mordía su labio inferior en un intento de no dejar escapar las lágrimas acumulada en sus ojos.

—Porque te amaba niña bonita—no pude evitar que la presión en mí pecho fuera en aumento.

—¿Y que paso Roman? ¿Porque sino nos amábamos tanto ahora estamos mirándonos fijamente antes de decirnos adiós para siempre?—por un instante me quedé en silencio y pensé en la idea de echarme para atrás pero recordé sus palabras: No me mientas, aunque la verdad que tengas que decirme me destruya.

—En esa caja—le señale y ella miró en la dirección que indicaba con mí dedo—ahí están las razones por las que te deje de amar, Clariza...

               Meses antes.

—Pero debes admitir que Miguel Ángel a pesar de no ser un súper genio tiene mejores obras  que Leonardo de Vinci—yo negué casi de manera frenética ante aquella afirmación que había hecho Clariza.

—Tan siquiera el hecho de oirlo me resulta insultante para el genio más grande de la humanidad—respondi al mismo tiempo que tomaba el plato que ella previamente estaba secando y que ahora yo debía colocar en su debido lugar.

—oh vamos amor sabes que tengo razón—se quejo ella y fue así como empezamos una disputa por quién tenía razón.

Aquello era algo que siempre nos pasaba pues éramos ambos amante de las mismas cosas, pero a la vez teníamos maneras distintas de interpretar todo, por ejemplo a los dos nos gustaba el arte pero mientras que ella lo consideraba una forma de expresión, para mí no era más que la manera en el que se nos mostraba todo lo que no podíamos ser.

Siete años de relación me habían dado la experiencia necesaria para tratar con ella cuando se ponía a la defensiva y he de confesar que aquellos debates me encantaban, pero  ya no más, actualmente todo lo que antes me hacía inmensamente feliz ahora solo me provocaban un sentimiento de desolación, empecé a ver mí vida como veías a esos tantos cuadros que decoraban las paredes de nuestra casa: como algo que no podía ser, que solo podía plasmarse en papel más no llevarse a la realidad.

—¿Pasa algo?—ella estaba recostada en mí pecho y su larga cabellera negra se deslizaba por toda la almohada, sus ojos café me miraban expectantes.

—No, todo está bien amor—menti tal cual llevaba haciendo hace ya tanto tiempo que no recuerdo cuanto.

—Sabes que puedes decirme cualquier cosa ¿verdad?—la determinación en sus palabras me era tan familiar y al mismo tiempo tan equivoca que me estremecí.

—Lo sé cariño, todo está bien—aquello lo decía más para convencerme a mí que para convencerla a ella.

—ok, pues buenas noches amor—me dejo un corto beso en los labios y yo sonreí para luego besar su frente.

No es tu hermana es tu mujer.

Me repetí en mí mente porque ya lo había hecho más de una vez,antes solía besarla cuando ella me daba ese casto beso pero ahora simplemente yo besaba su frente y no me malinterprete un beso en la frente significa mucho, pero no es el beso indicado para darle a tu mujer luego de que ella te bese a ti y te desee buenas noches.

Pase un rato con mis interrogantes a flor de piel y cuando supe que no iba a poder dormir, me levanté despacio y me encamine a la sala con mí libreta en las manos. Me serví un vaso de agua y abrí la libreta en una página en blanco.

Cuando nos conocimos sentí que había encontrado a la pieza faltante en mí vida que en aquel entonces parecía tan absurda, sentí que en tus ojos el mundo que siempre quise se me presentaba. Fue tu sonrisa contagiosa y tú sentido del humor lo que me llamo en primera instancia, luego descubrí que el arte te apasionaba y que Van Gogh era tu favorito, descubrir aquello fue lo que hizo que te cayera atrás hasta escucharte decir "si quiero", pero ahora todas esas emociones se habían desvanecido y yo no encuentro el porque de ello.

Mire la hoja y con frustración la arranqué.

¿Qué hombre es capaz de decirle a la mujer con la que lleva siete años que ya no la ama, a través de un trozo de papel?




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