Las reglas del destino

Capítulo 18: Aquella chica

—Señor, es hora de sus medicinas —dijo una voz acercándose a mí —. Lo he estado buscando toda la mañana, pensé que había ido a ver al señor Montoya.

—Tú no sabes nada de la vida, Dina —le reproché por hacerme regresar al presente.

—No soy Dina, señor.

—Qué más da, las dos son gordas y gruñonas.

El aire me caló en los huesos y la brisa me golpeó el rostro con la intensidad de aquel verano carcomiéndose las esperanzas de un pasado que estaba marchito en mi memoria. Sentí el diario en las manos y dejé de escuchar su voz en mi oído. Me sentí viejo, nuevamente. Sentí que la vida había hecho conmigo lo que le vino en gana. Pero, aun así, en mis cinco sentidos, seguí teniendo la sensación de aquel vacío que me había dejado esa ácida despedida.

—Veo que hoy despertó de mal humor —mencionó mientras me acercaba un recipiente con tres pastillas y un vaso con agua —. ¿Sabe qué día es hoy?

—Hoy sigue siendo lunes —respondí todavía sumergido en el tiempo —. Todos los días son lunes, Amanda.

—¿Con quién hablo? ¿Con Adam, Dean, Jason o con el señor...?

—Soy Jason, Amanda, sé que hoy es 19 de junio... Y no me preguntes el año, por favor, que hace mil años que saber en qué año estamos dejó de importarme.

Amanda caminó hacia mí y me puso a un lado un plato con comida, pasó una mano por mi frente y esbozó una sonrisa burlona. Miró el libro que tenía en las manos y me dio unas palmadas en el hombro. Sabía muy bien que no era necesario que lo llevara a todas partes conmigo, porque me sabía de memoria cada una de sus oraciones.

—Veo que otra vez está leyendo el libro que el señor Montoya le regaló, ¿en qué parte va?

—En la parte en la que Sandy estaba estudiando en Londres, cerca de mí. —Respiré profundo y vi su rostro lleno de interés en seguir escuchando —. No sé si es una parte difícil, ¿sabes? En esa parte ella describe lo mucho que sufrió, pero también cuenta la forma en la que se levantó. Sandra salió con dos chicos mientras estudiaba en Londres, uno de ellos era americano; el tonto Dexter. Amanda, ¿quién se llama Dexter? Es un nombre patético, ¿no lo crees?

—Tiene toda la razón, señor, es un nombre muy feo. Esa joven Tinley debió estar muy desesperada al ponerse con él.

—Fue el que siguió​ de mí. De cierta forma, él debió ser mejor que yo con ella.

—Las locuras que dice, señor. Ya mejor debería irse a la casa y dejar de estar pensando en ese libro y en ese Sallans.

—Era Kevin Zallá. No puedo creer que Sandy saliera con ese tipo; era una horrible versión de Jake, pero con menos cerebro y una voz tan espantosa que... No puedo creer que haya tenido un minuto de éxito en el mundo de la música. La década del 2000 fue horrible.

—Tal vez era un hombre bien parecido, Señor.

—Tú qué sabes de personas bien parecidas, tu esposo es un mono blanco y gordo —dije al tiempo que abría de nuevo el libro—. Por cierto, dile que la niña lo saluda.

—Yo le hago llegar el saludo de su parte, señor, no necesita decir que el saludo es de la niña.

Gruñí y soltó una risita disimuladamente. Se alejó caminando y en el viento flotó una última frase que iba dirigida a mí, pero que mis oídos evitaron. Me volví a quedar solo, con aquel libro en las manos, pensando en cuánto de lo que estaba escrito era cierto y cuánto había sido añadido por Alejandro. Pero todo me pareció tan mío y de ella que supe que todo había sucedido tal cual.

Puse los ojos sobre las líneas y me volví a sentir como un estúpido jovencito de veinte años. El pesar de una mala decisión volvió a atormentar mi mente y deshice mis días para que todos volvieran a ser lunes. Sandy, por otro lado, vagaba por las calles de aquella ciudad acompañada de un tipejo de nombre Kevin Zallá, un músico que se creía poeta, pero los únicos versos que emanaba su mente era la música sin letra de los infomerciales de a media noche. Estuvieron juntos seis meses hasta que él se atrevió a pensar que ella quería ser su esposa; lo rechazó a penas se enteró de sus planes y volvió a andar con la única compañía que conocía que era fiel a sus sentimientos y emociones: la música. Kevin Zallá triunfó dos años después, al aparecer en un reality show de un canal conocido, y tuvo dos éxitos muy sonados en la radio, pero dejó de ser importante cuando la nueva temporada del programa proclamó rey a un nuevo gusano pseudopoeta.




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