Las reglas del destino

Capítulo 30: Regla número dieciocho

Los días no fueron días, sino pequeños instantes que se resumían en un constante "vendrá o no vendrá". Aquella siguiente semana pasó sin noticia suya. Por un momento creí que ella se había marchado de la ciudad, por lo que traté de vivir como si nada hubiera pasado. No obstante, recibí una invitación para su concierto dos días antes de la presentación. Quise negarme a ir, pero era tan débil que ni siquiera pude tirar la invitación a la basura. Ella era un tormento; lo único que había ocasionado su llegada era el reencuentro que no quería tener con mis obsesiones.

En mi desesperación, le conté a Natalie lo que había sucedido con Sandra, esperando que pudiera aconsejarme, pero sus consejos me alejaban de lo que quería. Después, le platiqué a Erick, lo único que buscaba era que él me diera la respuesta que estaba buscando, pero tampoco lo hizo. Y de esa manera, ignorando sus consejos y tratando de evitar los reclamos que me hacía a mí mismo, nos miré sentados a los tres en el auditorio donde se presentó Sandra.

La velada fue maravillosa. Sandy era impresionante y Santorini, que la acompañó en esa ocasión, le hacía honor a su título. No tuve el valor de acercarme a él esa noche, lo último que deseaba era otra de sus historias sobre mi familia. Tampoco me habría acercado a ella, de no ser por Jacob Alexander Roberts.

Estábamos saliendo del lugar cuando sentí que alguien me tocó el hombro por detrás. Volteé casi al instante e inmediatamente miré a Jake justo tras de mí. En su rostro no había una sonrisa o un gesto amigable, lo único que pude ver fueron sus ojos bien abiertos y sus cejas arqueadas. Le brindé una mano y la tomó con recelo, lo pude notar por el apretón. Natalie y Erick siguieron caminando, ignorando que me había quedado detrás de ellos.

—Te ves viejo —dijo después de unos segundos, sin soltar mi mano—. Quién diría que te vería de nuevo y por aquí.

—Tú también te ves distinto, ya no pareces un Justin Bieber, eres más bien un Damien Rice —comenté soltando su mano.

Tratamos de sonreír, pero ninguno de los dos pudo mantener el gesto. Quise palmearle la espalda, recordando las tardes en las que nos tomamos una que otra cerveza en mi auto, pero ese hombre ya no era el niño tonto que una vez conocí.

—¿Ella te invitó? —preguntó de forma tajante.

—Eso creo —respondí viendo que su cara se iba volviendo cada vez más seria.

—Harías bien si te vas —mencionó, pero sus palabras fueron interrumpidas por ella.

Se acercó a nosotros con una sonrisa protagonizando en su rostro. La vi llegar y me abrí paso entre el público, evitándola. Lo último que quería era provocar una pelea entre ellos. Encontré a Erick y a Natalie discutiendo, y seguí caminando; los dos me alcanzaron sin dejar de gritarse como niños pequeños. Me detuve en seco y miré al resto de los presentes que se amontonaban en la puerta, giré y quise regresar a donde se encontraban, pero volví a detenerme, confundido por lo que estaba sintiendo.

—Si vas a hacer algo, debes hacerlo ya —dijo la voz de Natalie—. Esa chica se va a casar pronto.

—Ella siempre se está casando —mencioné—, pero nunca lo hace; no creo que esta vez sea diferente.

—Entonces, vamos a casa y esperemos a que vaya vestida de novia a buscarte —bromeó.

 

Traté de ignorar el hecho de que estaba en la misma ciudad que él, pero cada noche despertaba sabiendo que se encontraba cerca de mí. Quise ignorarlo, busqué la forma de entretener mi mente en otra cosa que no fuera su rostro, pero no podía hacerlo. No entendía qué era lo que pasaba. Quería verlo nuevamente. Le pedí a Santorini que le llevara una invitación al concierto, pero me arrepentí en el instante en el que Jake apareció de sorpresa. No pude hacer nada, la invitación ya estaba en sus manos y lo único que podía hacer era aceptar el error que había cometido.

Cuando el concierto terminó, miré que Jake se acercó a él y tuvieron una pequeña charla que duró menos de dos minutos. Jason se alejó cuando me supo cerca y salió del auditorio sin decir una sola palabra. Santorini caminó hasta donde nos encontrábamos, al igual que una gran cantidad de personas que se acercaron para mostrarnos su satisfacción. No tuve oportunidad de pensar en Jason después de eso. Estreché unas cuantas manos y recibí los "enhorabuena" que nos regalaron. Sin embargo, Jake no olvidó lo sucedido.

Estábamos en el hotel, cenábamos y veíamos televisión recostados en la cama. Jake se puso de pie y salió al balcón para fumar un cigarrillo. Tomé el control y empecé a cambiar de canal sin ver siquiera lo que pasaba en la televisión, solo escuchaba a Jake del otro lado de la puerta, ansioso.




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