Las Reglas que Rompí

Primera parte - LA SANACIÓN

Cap. 1. Empezando a dudar

Recostada en mi cama podía ver las estrellas a través del techo y la luz nocturna alumbraba todo mi cuarto así que no era necesaria ni una candela. Los sucesos de la tarde aún rondaban mi mente… cuando me crucé con Joe Sentury, el vecino de enfrente. Llevaba una chaqueta ligera y se había cruzado para hablarme sobre algún asunto del instituto, no pude ponerle la suficiente atención porque estaba sonriendo «Vamos, no significa nada», mi teléfono desprendió una tenue luz y era la llamada que estaba esperando.

—¿Ya lo besaste?

—A quién Morthy, ¿A Joe?

—Sí boba. —Por la otra línea mi querido amigo reía a carcajadas.

—No, claro que no. ¿Quién me crees?

—A ver, no tiene defectos, además es tu vecino de enfrente.

—Claro que los tiene. —dije.

Vaya que los tenía, pero no iba a decirlo, además esa era mi última preocupación ahora, que Joe me besara. Sabía que simplemente era un capricho como muchos otros, no era real, nunca lo sería.

—¡Oye, oye! —gritó una vez que no escuchó respuesta.

—¿Qué?

—¿No lo has besado?

—¡No! Además, estar con él es raro. —Claro que lo era, lo único cautivante era su sonrisa.

—Sí bueno, tú siempre lo evades. Dijiste que tal vez te gustaba. —Morthy tenía razón, pero siempre cuando estoy con Joe no puedo ni concentrarme… tal vez porque me recuerda a otra persona. «Ridícula»

—Sí, creo que no me gusta.

—¿Por qué? ¡Oh mierda! Te hablo mañana mis padres se despertaron...

—Adiós.

Yo reía bajito porque era media noche y si no dejaba de hablar mi madre también se despertará. La sonrisa, esa sonrisa de nuevo. Debo dejar de pensar en él, mañana tengo un gran día en el instituto y debo concentrarme para el parcial de lengua, solo cerrando los ojos y soñando con las estrellas calmaré mis dudas y las miradas...

Mi alarma sonó una, dos y en el tercer timbre me desperté ya harta de escucharlo, nunca he llegado tarde al instituto y no comenzaré a hacerlo ahora. Con gran pesadez me bañé y me cambié en 25 minutos, nunca me había tardado tanto y jamás había llegado tarde. Al bajar mi madre me observaba con reproche, pero yo solo hice una cara angelical y con eso salí de la casa. Mi camino estaba más pesado de lo normal y más que aburrido. Escuché mi nombre a lo lejos pero no hice caso, luego escuché mi apellido y al voltear no había nadie. De nuevo mi nombre y apellido juntos.

—¡Fhanell Presh!

—Oh Morthy. ¿Qué te pasa?

—Nada, es solo que hace más de cinco minutos vengo persiguiéndote como perro.

—Disculpa. —reí para mis adentros.

—Estás muy distraída señorita. ¿Puedo saber el motivo?

—No lo sé… Anoche no dormí tan bien.

—Te refieres a hoy por la madrugada. —Paso su brazo por mi hombro y sonrió de lado— Descuida hoy nos toca laboratorio de química y con eso no podrás dormirte, no vaya ser que te levanten un acta por faltar a la Regla 45.

Mierda, esas reglas que nos hicieron aprender de memoria para no faltar a ninguna, incluso en el instituto se aplicaban. El instituto no era precisamente un refugio para escaparse de las normas de la sociedad, es más, era uno de los lugares donde más supervisaban para hacer cumplir las Reglas porque ahí se formaban a los ciudadanos, según el sistema.

Llegamos al instituto y mi emoción por la clase de química aumentó cuando nos pasaron un examen sorpresa, parecía loco, pero los desafíos y la ciencia siempre eran mi fuerte y por eso Morthy lo había recordado de camino, luego de eso era la misma maldita rutina. ¿Cómo nadie se aburría de estas cosas?, sin embargo, algo cautivo mi atención, alguien me había estado siguiendo todo el día. No pude deducir quién, pero lo sabía porque en el corredor se escuchaban más que mis pasos y el baño de mujeres es, obviamente solo para mujeres y no para hombres. Si bien la seguridad del lugar era buena, me las arreglaba para pasar desapercibida y con eso evadía los lugares con gente, así que en un pasillo silencioso es fácil detectar más que tus pasos.

Ahora recordaba un poco más sobre lo que me había contado mi madre respecto a esas sombras, no sabía si era mi paranoia o alguna obsesión loca, pero estaba segura que no era cualquier sombra alias “Activo” que de vez en cuando se paseaban detrás de las personas para supervisarlas. Pese a ello mi cabeza no dejaba de analizar a la sombra misteriosa.

Rebuscaba en mi cabeza, esa sombra que no me dejaba en paz, la intranquilidad no me dejaba hacer tareas, no fui al gimnasio. Mi hermana me seguía gritando por su cuaderno de estadística y yo no lo encontraba, quería estallar de impaciencia y rematar con cualquiera. No estaba bien por obvias razones y mejor, después de todo, salí al gimnasio a desahogarme, pero en la casa del frente un hermano Sentury salió, me detuve al igual que él y por inercia mi mano derecha se levantó en un saludo, pero mi boca se secó, su expresión no era conocida para mí y cuando me dio esa sonrisa de medio lado sentí algo en el estómago «Eso se llama gastritis, Fhanell, ¡Inmadura!». Sacudí mi cabeza para borrarlo de mi mente, pero el recuerdo de cuando éramos niños apareció como ráfaga de viento.




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