En la habitación no había más que una silla y un cincho de cuero con púas de oro, ¿Qué carajos estaba haciendo ahí? Mi cabeza estaba más que pérdida, de pronto una puerta se abría y mi susto fue mayor cuando lo vi entrar. ¿Qué rayos hacía él ahí? ¿No tenía cosas que hacer? Su mirada me era tan familiar, algo más allá de un líder mundial. Solo lo había visto una vez cara a cara, pero nunca en ningún momento dejó que la conversación tuviera pie a un silencio, esta vez estaba en silencio, uno de esos que te ahogan porque la persona que tienes enfrente te fastidia solo con la mirada. Mientras mi cerebro trataba de analizarlo un puyón en mi brazo me hizo reaccionar.
—¡No, déjame!
—Vaya, sí estás loca. —No reconocí la voz, traté de sentarme y no pude. Entonces la voz misteriosa me ayudó, aún estaba mareada y la cabeza me daba vueltas.
—¿Qué hago aquí? ¿Quién eres? ¿Qué carajos quieres?
—No recuerdas... —¿Debía recordar algo? — Olvídalo, estás en frente de tu casa. —Señaló una venta y volteé, en efecto, era cierto, entonces uní cables y deduje.
—¿Crien? ¿Por qué estoy aquí?
—Por —al parecer estaba midiendo sus palabras y no estaba seguro de su respuesta—, casi te atropellan, y yo iba por la calle cuando te desmayaste.
¿Qué carajos? No tenía sentido, ¿Cómo iba a ser posible? ¿A mí? Alguien que me atropelle. «Era una vil y cruel mentira, no debemos confiar» La más grande de toda su vida porque, además, ¿Quién se desmaya y no tiene ni puñetera idea de que pasó el día anterior? ¡Dios! El día anterior. No tenía sentido todo lo que estaba pasando, pero estaba consciente de que mi madre se despertaría en cualquier momento y no vería en mi habitación, eso sería un gran problema.
—Debo irme... ¡Ya!
—¿Qué? Mírate, ¿Qué vas hacer, saltar por la ventana?
—No, mi madre se dará cuenta que salgo de tu casa y se enterará que casi me atropellan ¿Según tú? —En medio de mi desesperación encontré mi mochila y me fui.
—Espera, baja por aquí. —Me guío hacia las escaleras.
Bajamos lento y con cuidado, al parecer sus padres y Joe seguían durmiendo, luego entramos a una sala adornada de colores grises y azules, salimos al patio y un hermoso jardín lleno de todo tipo de rosas se hallaba tan impactante como la misma mañana.
—Te quedarás admirando el paisaje o tenías que irte “¿Ya?” —Me sentí una idiota, cierto— Mejor ven otro día y obsérvalo conmigo…
Eso estuvo raro, pero no me importó, llegamos a la cerca de su casa y no sabía ni cómo ni porqué, me detuve. Lo observé de lado y sus ojos verdes oscuro contrastaban perfecto con la luz de la mañana, por esos ojos muchas veces había mentido, entonces recordé cuando éramos niños y su historia solo perdía más el sentido.
—Me verán llegar... ¿Ahora qué? —había entrado en pánico, pero no lo demostraba, solía ocultar cualquier tipo de emoción cuando estaba con él y, al parecer, lo seguía haciendo.
El sol alumbraba la mañana de una manera que no quería y Crien tuvo la fantástica idea de meterme al coche, dar media vuelta y dejarme en la otra calle para que entrar por el lado trasero de la casa. Joder, esto no me funcionaría, pero aun así lo hicimos.
Como pudimos saltamos la cerca del vecino que era un veterano que despertaba muy tarde por las pastillas que los concejales los obligaron a usar después de la rebelión, luego la mía y gracias a las fuerzas de la naturaleza subimos el árbol que daba a mi ventanal, pero nada iba a salir perfecto conmigo a bordo, mi pie se atoro justo en la última rama y cuando él lo intentó quitar ambos caímos al suelo provocando un ruido estruendoso. Mi corazón estaba a punto de estallar.
—Fhanell, ¿ya despertarte? —Ni Crien ni yo nos podíamos mover, había quedado literalmente debajo de él y la situación se puso aún más tensa cuando mamá tocó la puerta y a la nada de entrar le hice señas a Crien para que se metiera debajo de la cama.
Entre la adrenalina desordené las sábanas en señal que había dormido en casa, con una velocidad de rayo me quite la blusa, el ¿pantalón? y quedé en camiseta y con la velocidad de Flash me coloque mis pantaloncillos de panda... Estaba medio sentada en la cama y mamá entró.
—No respondiste.
—Aún estaba con Morfeo.
—¿Y tus zapatos? —Pequeño detalle.
—Me los acabo de poner. —Estaba nerviosa, claro mi tono indiferente ayudo y mis nervios aumentaron cuando mamá continúo diciendo: —Levanta las sábanas. Sabes que con tierra ¡Puedes arruinar el lavado!
—Mamá tenemos piso. —dije con un poco de obviedad, pero mi intención era que no se dejará ver la parte baja de mi cama. Se agachó y la detuve— No soy una bebé. —Me excuse, tire mi mochila enfrente de la cara de Crien y lo empujé más hacia el fondo.
—Ya, ya. Baja en 5 minutos porque tenemos algo que decirte.
—Vale.
Me sentía tan asustada que no recordaba a Crien. Quité la mochila y cerré la puerta con llave, al voltear su mirada era nada comparado con lo que había visto la última vez.
—¿Estás seguro de que eso pasó?
—¿Por qué mentiría?
—¿Por qué debo creerte?
—Se supone que los vecinos se ayudan, ¿No?
—La última vez no lo hiciste, ¿O sí? —Abrí mi ventana nuevamente y continúe—. Vete ya.
—En mi defensa, no sabía cómo hacerlo, éramos niños.