Las reliquias del Príncipe

Episodio 3: Una vez en la vida

Cawley.

La bandeja vacía pesaba más de lo que debería en mis manos. O quizás era el peso del momento, de la intensa mirada del desconocido sobre mí. Tal vez, fue lo que esos ojos verde oliva despertaban en mí… De todas formas, era mejor concentrarme en mi trabajo.

Caminé con paso apresurado a la cocina con la vista fija en el suelo, concentrándome en el eco de mis propios pasos, hasta que, una silueta bloqueó mi camino:

—¿Escapando? —La voz de mi mejor amigo tenía ese tono ligero, entre broma y verdad.

Levanté la mirada y me encontré con su sonrisa ladeada, esa que conocía demasiado bien. No tenía que decirle nada, porque él ya lo sabía o al menos, sospechaba algo.

Apreté los dedos alrededor del borde de la bandeja, usándola de escudo.

—No sé de que me hablas, solo hago mi trabajo… Como siempre —respondí, aunque mi voz no sonó con la firmeza y seguridad que necesitaba.

Ossian me estudió con una ceja arqueada, como si pudiera leer todo lo que pretendía esconder.

—Llámame loco, pero creo que vi a mi mejor amiga mirando embobada a ese hombre de por allá.

—No lo miraba embobada —lo corregí de inmediato, pero de nuevo el tono de mi voz me delató.

—Toma. —Ossian sacó un pañuelo y me lo dio—. Límpiate la baba.

—Por favor. —Puse mi bandeja en la barra central.

Todo en mí gritaba que volteara a verlo, que solo le echara una miradita. Así que no hacerlo requirió todo mi autocontrol.

—No me engañas. ¿Qué sucede entre ese tipo y tú?

Abrí la boca, pero las palabras no salieron. Sin embargo, Ossian no tenía prisa, él… él solo esperaba pacientemente porque sabía que al final yo hablaría.

Dejé caer mis hombros y revelé con desdén:

—Ese fue el hombre que me chocó. —Y que me hizo sentir un millón de emociones, pero eso no es necesario que lo supiera.

Ossian saboreó la información y murmuró fascinado.

—Un pelirrojo y una albina, no es una mala combinación.

Rodé los ojos exasperada por su comentario.

—Eres un caso perdido —solté, agitando la mano en su dirección—. Un romántico crónico.

Ossian solo sonrió, como si fuera un halago en lugar de una acusación.

—Y tú eres un caso negado —replicó—. ¿Cuánto más piensas negar lo innegable? ¿Crees que hacerte la indiferente te mantendrá a salvo del amor?

Sí, mi mejor amigo era un romántico patológico, y sin importar lo que dijera él lo iba a tergiversar e iba a construir su cuento de amor. No le iba a ganar, nunca lo hacía y jamás lo vencería cuando se trataba de ese tema. Menos cuando yo misma me sentía de esa forma tan extraña al siquiera pensar en ese desconocido.

Sacudí la cabeza, no, lo mejor en este caso era cambiar de tema:

—¿Ya podemos usar la barra o seguiremos rellenando las copas en la cocina?

Ossian soltó una carcajada, demasiado consciente de mi estrategia.

—Claro, cambiemos de tema… Por ahora. —comentó Ossian y una media sonrisa se dibujó en sus labios—. Sí, ya puedes darle uso, no sea que le salgan telarañas

—¿Seguimos hablando de la barra? —pregunté entrando a mi nuevo lugar de trabajo.

—Por supuesto… —Sus palabras quedaron en pausa, cuando A.J, pasó frente a nosotros y se detuvo frente a mi mejor amigo y jefe.

—Ya era hora de poner a funcionar la barra —le reprochó A.J a Ossian.

—Hubiera estado lista antes si hubieras ayudado, pero como siempre, también tuve que hacer tu trabajo. —El tono de voz que utilizó Ossian no fue amable, pero nunca lo era cuando se trataba de A.J.

—Estaba haciendo mi trabajo —replicó A.J y sonrió de manera arrogante.

—No sabía que lamer el trasero de todos los presentes era tu trabajo.

—Si fueras un verdadero hombre, entenderías… —Ossian tomó a A.J de la camisa con odio.

—¿Entendería qué? —cuestionó mi amigo con los dientes apretados—. Las pelotas que te faltan a ti las tengo yo al cuadrado.

—Operarte no te hace un hombre de verdad, solo te hace un idiota desubicado, una maldi…

Salí de detrás de la barra, me puse en medio de ambos y los separé poniendo mis manos en sus cuerpos.

—Por favor, no es el lugar, ni el momento —murmuré pasando la mirada por el salón.

Por suerte, todos estaban tan concentrados en el pelirrojo que no notaron la riña de este par.

—Salvado por una mujer —manifestó A.J apartando mi mano de su cuerpo—. No me vuelvas a tocar.

—Lo hice por necesidad, no por gusto —declaré atravesándolo con mi mirada—. Ahora, vete, que mucho ayuda el que no estorba.

—Cuidado, Cawley, no pienso tolerar tus faltas de respeto. —A.J me golpeó con su dedo índice en mi hombro, no fue fuerte, pero sí bastante amenazante.

—No la toques —le advirtió Ossian colocándose a mi lado.




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