Las reliquias del Príncipe

Episodio 4: Una noche inolvidable

Cawley.

Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, mientras observaba al desconocido verme fija e intensamente.

Decidí ignorar la voz en mi cabeza que me gritaba que no era buena idea dejar mi trabajo estable tirado por tener una cita con un auténtico y atractivo desconocido.

Suspiré y miré sobre mi hombro.

Ossian que observaba la escena desde lejos, alzó su copa en un brindis silencioso por tener razón. Sin embargo, mi amigo no era el único que nos miraba.

Casi todos en la sala lo hacían.

En ese momento me sentí tan agradecida de que en este tipo de eventos no estuviera permitido la asistencia de la prensa.

—¿Sucede algo? —preguntó el desconocido buscando mi mirada.

—Todos nos ven —murmuré sintiéndome nerviosa.

Rompí el contacto visual y retrocedí un paso, pero él no me soltó la mano.

—Es normal, eres la mujer más bella del salón —declaró y avanzó un paso hacia mí—. Confieso que siento celos de compartir tu presencia.

Sin dejarme responder, me condujo fuera del salón.

Tomó un camino diferente al que yo había usado, en pocos minutos salimos de la mansión; donde se encontraba un espectacular jardín bañado por la luz plateada de miles de estrellas, cada una de ellas reflejada en las diminutas gotas de rocío que reposaban sobre las hojas.

Por un segundo, me quedé sin aliento contemplando el lugar.

El cielo nocturno era un manto de terciopelo oscuro, repleto de luces que parpadeaban al compás del universo, y la luna, majestuosa y llena, derramaba su resplandor suave como una lámpara eterna suspendida en el infinito.

—¡Guao! —jadeé fascinada por la vista.

Entonces el hombre desconocido se detuvo frente a mí eclipsando la belleza del paisaje.

Sujetó mi mano y tras hacer una reverencia, depositó un beso en ella.

—Un placer estar aquí contigo. —Se puso de pie y me observó desde su altura—. Soy Ewan Lancaster, pero me puedes decir: mi amor.

Sonreí sonrojándome.

El desconocido no solo era muy guapo, también tenía un nombre acorde a su ser.

—Soy Cawley Goldblum —manifesté imitando su reverencia.

—Cawley. —Ewan saboreó mi nombre y sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo al escuchar sus labios llamarme—. Te llevaré a un lugar especial.

—¿Habrá un piano en algún lado? —indagué con el corazón agitado en mi pecho.

—Me atrapaste, pedirte un concierto privado fue una triste forma de sacarte de la fiesta, pero… —Sacó su teléfono, toqueteó algo y una de mis canciones comenzó a sonar—. La buena música no faltará.

—Es una gran canción —mencioné justo cuando Ewan sujetó mi mano y me condujo por el jardín.

—¿Te dije que tengo un exquisito gusto musical? —Ewan sonrió, mientras se detenía en una parte del jardín que parecía ser la entrada de un laberinto—. ¿Lista para lo que viene?

—Eso creo —dudé un poco.

La verdad tenía un sentido de orientación bastante decente, pero armar rompecabezas, llenar crucigramas y resolver laberintos, definitivamente, no era lo mío.

Vamos, que nunca logré completar esos dibujos donde solo debes unir los puntos.

Ewan notó mis dudas, y sin soltar mi mano avanzó laberinto adentro.

Al principio, fue un camino bastante normal, arbustos altos y tupidos. Solo las estrellas acompañaban las dulces notas que salían del teléfono de Ewan.

Poco a poco el camino se fue haciendo un poco más estrecho, obligándonos a acercarnos más y más.

—Crecí viajando por el mundo —comentó Ewan rompiendo el silencio de la noche—. El trabajo de mi padre lo obligaba a mudarse constantemente, y mi madre se negaba a quedarse lejos de él. Vi muchos lugares hermosos; sitios que te dejaban sin aliento, de esos que salen en las postales y guardas como un preciado recuerdo.

—Debiste tener una infancia interesante, al mismo tiempo bastante triste —mencioné caminando a su lado, sujetando su mano, notando que la mía parecía ser muy pequeña en comparación con la de Ewan.

—Lo fue, nunca logré establecerme en ningún sitio el tiempo suficiente para tener amigos. —Ewan se detuvo en una esquina, justo antes de girar para pasar a otro camino—. A pesar de haber estado en muchos lugares, de haber vivido allí, nadie me extraña y nadie me recuerda. De algún modo me acostumbré a vivir así, pero cuando te vi, supe que no deseaba ser un recuerdo olvidado en tu mente.

Ewan me sujetó por la cadera y me pegó a su cuerpo.

Alcé la cara para verlo y mi corazón se encogió al ver a Ewan con toda su imponencia quedar iluminado con la luz de la luna que adornaba su cabeza como si fuera un halo, mientras la brisa movía su flamante cabello.

Era una imagen casi angelical.

»Quiero tener la oportunidad de crear momentos inolvidables contigo. —Su mano se acercó a mi cara y acarició mi mejilla con su dorso—. Porque ningún lugar en el que he estado, me haría sentir como tú lo haces.




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