Cawley.
Ossian tenía razón, el amor…, el verdadero amor era irracional.
No lo entendía…, aún no lo hacía, no del todo. ¿Cómo era posible sentir algo tan abrumador, tan intenso, en tan poco tiempo?
Todo en mí debería estar gritando que todo esto que Ewan me hacía sentir era irracional, que no tenía sentido.
Sin embargo, aquí estaba, abrazada al cuerpo de Ewan después de hacer el amor, escuchando los fuertes latidos de su corazón, mientras su pecho movía suavemente mi cabeza al ritmo de su respiración.
La forma en la que Ewan me miraba, me hacía sentir como si yo fuera el centro de su mundo, uno que ni siquiera sabía que podía existir.
Con cada mirada, Ewan cruzaba un puente invisible hacia lo más profundo de mi alma. ¿Cómo alguien lograba eso sin pronunciar una sola palabra? ¿Cómo él lo lograba conmigo?
Había algo en Ewan que me desarmaba.
Tal vez era la forma en la que su voz acariciaba mi nombre, como si fuera un secreto compartido solo entre nosotros. Era… Mágico, y yo nunca había creído en la magia, hasta ahora.
Cuando estaba con él, mi cuerpo vibraba, mi corazón latía descontrolado, como si estuviera saltando hacia algo inmenso, algo que no podía, ni quería controlar.
Era como si fuera imposible no amarlo, como si mi alma hubiese estado esperando toda su vida por encontrar la suya.
Y lo más extraño, lo más incomprensible de todo, fue lo rápido que sucedió. En un suspiro, en el cruce de dos miradas, ya estaba perdida.
Quisiera encontrar alguna razón, algo lógico que explicara por qué me sentía así por Ewan…, pero no había lógica en esto. Solo estaba este amor, este amor inmenso y arrollador que me hacía pensar que tal vez, solo tal vez, el destino sí existía.
Giré sobre la cama y suspiré.
Estaba cansada, pero con mi mente dando vueltas, me era imposible quedarme dormida.
Suspiré y me levanté de la cama, era mejor dejar descansar a Ewan, el pobre parecía llevar años sin dormir bien.
Me tomé un par de segundos para observarlo, mientras dormía. Las pequeñas arrugas en su entrecejo, que tenía por vivir con el ceño fruncido, casi desaparecían en su totalidad, lo que lo hacía ver más joven.
No tenía en claro la edad exacta de Ewan, tampoco podía deducirlo por su rostro, pues, no había marcas alrededor de sus ojos o labios, lo que era algo triste, porque significaba que no solía sonreír mucho.
Suspiré y me abracé a mí misma.
Siendo honesta, yo tampoco lo hacía, no desde que mi padre falleció.
Me vestí con calma y bajé a la cocina.
Normalmente, no me paseaba por las mansiones de los demás, pero tenía hambre y me daba pena los rugidos que venían de mi estómago.
Llegué al pie de la escalera y me tomó más de un segundo recordar el camino a la cocina. Pero, una vez lo hice, me dirigí para allá con paso apresurado.
La verdad, no quería tropezar con nadie por el camino, pues, no sabía qué responder si preguntaban por mi presencia.
Por fin, entré al lugar y como era de esperarse, no estaba solo, un par de señoras cocinaban alegremente, mientras conversaban entre ellas.
—Estoy impactada con las acciones del joven —murmuró una de las mujeres y la otra rio, mientras cortaba unas patatas—. Nunca se había enfrentado a su padre.
—Pues, ese viejo codicioso se lo tiene merecido, Ewan no solo es un hombre adulto, capaz de tomar sus decisiones, sino que ha demostrado que es mejor para los negocios que ese viejo interesado —replicó la otra que bajó la voz y suspiró—. Ojalá un hombre me hubiera defendido como el joven hizo con esa muchacha.
—¡Estás muy vieja para ser tan ingenua! —la reprendió la otra.
—¿Viste el amor en los ojos del joven por qué dudas? —cuestionó la mujer. —No dudo del amor del joven, sino de la otra, es una aparecida, logró cautivar al joven en una sola noche. ¿Qué pasa si le rompe el corazón al muchacho? —La señora dejó el cuchillo de lado y se limpió las manos del delantal—. Ella no me agrada, no me genera confianza, aunque, se me rompió el corazón al verla marcharse así, me pareció que iba llorando.
—Yo espero que sean felices, pues, me gusta que el joven deje de gruñir y fruncir el ceño, la verdad, de no ser tan guapo e inteligente, el mundo entero lo odiaría por ser tan frío y arrogante.
Me aclaré la garganta y terminé de entrar en la cocina.
—No deberían hablar tan cómodas sin al menos vigilar que nadie escuche —le aconsejé dándoles una sonrisa.
—Señorita…
—Solo Cawley, por favor —interrumpí a la señora del delantal y gorro.
—¿Qué tanto nos escuchó? —preguntó la más soñadora.
—No mucho —comenté abriendo el refrigerador—. Pero, mi corazón también está en juego.
Les guiñé un ojo y ambas sonrieron con la vergüenza cubriendo su rostro.
—Nos disculpamos, no quisimos…
—Yo soy quien se disculpa, no debí escucharlas conversar, pero deben tener cuidado al hacerlo, pues, pueden enojar a alguien. —Sonreí—. Lo sé por experiencia.
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Editado: 03.06.2025