Las reliquias del Príncipe

Episodio 8: Besar sapos

Cawley.

Mis labios se separaron ligeramente permitiendo que Ewan profundizara el beso, pero no estaba cómoda.

No era por estar en la cocina. Creo que estaba tensa por la conversación que había tenido con el padre del hombre al que besaba.

Sabía a la perfección que a veces no eras aceptada por los padres de tu… ¿Novio? ¿Amor de tu vida?

Cada segundo que pasaba más confundida y aterrada estaba.

En fin, no esperaba que me recibieran con champagne y un pastel, pero tampoco esperaba que me odiaran sin conocerme.

Supongo que odiar a una persona que no pertenecía a su mundo era algo normal… Pero, nada en mí era normal.

Ewan puso fin al beso y me observó como sabiendo que estaba tensa.

—Lo siento, tengo la cabeza en otra parte —me disculpé sintiéndome culpable por no decirle la verdad.

¿Qué podía hacer?

Era evidente que su padre y él no estaban en buenos términos, decirle lo que pasó era echarle más leña al fuego y provocar una separación mayor.

Ya era bastante malo ser la mala de su cuento, como para confirmar su loca perspectiva y empeorar todo.

—Te entiendo, yo también me siento abrumado y mi mayor temor es despertar y darme cuenta de que todo esto tan maravilloso sea un sueño —confesó Ewan dejando sus manos reposar en mi cadera.

—Necesito ir a mi casa, darme un buen baño y ponerme ropa decente —murmuré en tono neutral.

—Suena razonable. —Con cuidado Ewan se levantó de la silla y me puso en el suelo—. Vamos a hacer algo, ve a tu casa, relájate y en la noche paso por ti.

—¿Pasas por mí? —repetí y mi tonto corazón se aceleró como si hubiera corrido una maratón de 50 kilómetros.

—Sí, esta noche. —Ewan me regaló una preciosa sonrisa, mientras sus dedos acomodaban mi flequillo—. Saldré en una cita con la mujer que me gusta.

Sin poder evitarlo me puse colorada por tan espectacular cumplido. ¡Oye, me llamó: la mujer que me gusta!

Eso no pasaba todos los días.

—Vale, vale. ¿Cómo debo ir vestida?

—No importa lo que lleves puesto, al finalizar la noche solo vestirás mis caricias. —Sus palabras sonaron como una promesa.

—Bien, entonces, me iré. —Le di un beso y me dispuse a salir de la cocina, pero me detuve y le dije—. Avisa a los gorilas en la entrada.

Le guiñé el ojo y me fui.

En los bolsillos de mi ropa tenía todo lo que necesitaba, las llaves de mi moto y mi celular.

Salí de la casa y vi mi reconfortante scooter esperando por mí.

¿Era una mala persona por no querer alejarme de Ewan? ¿Estaba siendo egoísta al elegir seguir con él sabiendo que eso podía ser un obstáculo para su futuro?

Subí a mi moto y puse su motor en marcha, necesitaba poner algo de distancia y organizar mis pensamientos.

Conduje mi moto fuera de la mansión hechizada y me obligué a concentrarme en el camino y no perderme en mis pensamientos.

Mientras conducía por la ciudad, tuve la percepción de que había pasado toda mi vida dentro de esa mansión.

Detuve mi moto detrás del auto de Ossian y con un suspiro me saqué el casco.

Lo de darme un baño y cambiarme de ropa, no había sido una excusa. Sí necesitaba hacerlo, pero también quería tomarme un tiempo para pensar y meditar lo que estaba haciendo.

Subí a mi piso y entré al departamento.

Como siempre colgué las llaves y entré a la sala, pero en lugar de irme directamente a mi cuarto, me dejé caer en el sillón.

No quería sonar egoísta, pero era joven, hermosa y siempre me había cerrado a la posibilidad de experimentar por miedo a la pérdida.

Mi madre fue la primera en romperme el corazón, pasé años triste, aunque, nunca lo dije, pues, sabía que mi padre lidiaba con su propio dolor. Luego mi padre me dejó y con él se llevó la poca estabilidad emocional que me quedaba. Pero…

¿Ewan valía el enorme riesgo que tomaba al entregarle mi corazón?

Sí, valía cada segundo que pudiera pasar con él.

Amor.

Siempre creí que era una fantasía, un mito con el que las personas solían soñar, como parte de un ritual de crecimiento, pero al llegar la madurez comprendías que todo era una farsa y te enfocabas en buscar a una pareja que te diera apoyo, que tuviera las mismas metas o por lo menos las mismas ganas de echarle ganas a la vida.

Sin embargo, yo vi ese amor que mis padres se tenían, los vi amarse cada día.

Vi a mi padre poner el mundo a los pies de mi madre.

Nunca fue un gran mundo, pero se lo daba todo a mi madre, sin reserva, sin limitaciones. Mi madre lo sabía y lo agradecía amándolo como nunca nadie más lo amó.

Inconscientemente, también deseaba un amor como el de mis padres. ¿Era lo lógico no?

Pero, ¿qué debía tener esa persona especial para entregarte a ella ciegamente?




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