Las Risas Del Detective Yisus.

Capítulo 4: El Gran Chiste y La Revelación.

El club "El Gran Chiste" tenía una fachada que prometía más de lo que ofrecía. Un gran letrero iluminado titilaba con letras doradas: **“Donde los chistes nunca mueren, pero a veces se desmayen”**. Yisus y Lía cruzaron la puerta, y el aire estaba impregnado de expectación; el lugar rebosaba de comediantes y fanáticos, listos para disfrutar del espectáculo. Sin embargo, la atmósfera estaba cargada de una tensión palpable, como si todos esperaran que un chiste cayera con la misma fuerza que un ladrillo.

—Esto se siente como el día de la prueba de matemáticas, pero sin la calculadora —le susurró Lía a Yisus.

—¡Y sin la posibilidad de hacer trampa! —respondió él, riendo. —Hay que tener cuidado con el sentido del humor aquí; puede ser un juego de alto riesgo.

En el escenario, un comediante con un peinado que parecía haber sobrevivido a un huracán, estaba intentando hacer reír al público con un chiste que, honestamente, no tuvo éxito.

—¿Sabes por qué los fantasmas son malos para contar chistes? —preguntó, con una sonrisa nerviosa.

—¿Por qué? —respondió un espectador, esperando una revelación hilarante.

—Porque se le escapan los mejores.

Silencio absoluto. Yisus y Lía se miraron, y él hizo una mueca.

—¡Eso fue más aterrador que gracioso! —dijo Lía, intentando contener la risa.

—Definitivamente, parece que la risa está en peligro aquí —respondió Yisus, haciendo un gesto hacia el escenario.

Mientras se adentraban más en el club, notaron a Don Chistoso en una esquina, con un micrófono en la mano y una expresión de desesperación en su rostro. Estaba hablando con un grupo de comediantes que parecían estar en medio de una discusión acalorada.

—Ahí está —dijo Yisus, señalando a Don Chistoso—. Vamos a hablar con él.

Cuando se acercaron, Don Chistoso los vio y su expresión cambió de la preocupación a la curiosidad.

—¿Y ustedes quiénes son? —preguntó, levantando una ceja.

—Soy Yisus, el detective de San Chistes, y esta es mi asistente, Lía. Venimos a ayudarte con el robo de tu risa —explicó Yisus.

—Robo de la risa, ¿eh? —replicó Don Chistoso, esbozando una sonrisa amarga—. Suena como una trama de película de terror… o una comedia muy mala.

—Precisamente —dijo Lía—. Hemos oído rumores de que algunos comediantes enojados podrían estar detrás de esto.

Don Chistoso se rascó la cabeza, pensativo.

—¿Comediantes enojados? ¿Y quién podría haber tenido motivos para hacer algo así?

—Tal vez aquellos a quienes has ofendido con tus chistes —respondió Yisus—. Sabemos que hay un grupo que se hace llamar “Los Chistosos Tristes”.

—Ah, sí, esos tipos. Siempre están en un rincón llorando sobre sus chistes —dijo Don Chistoso—. Pero no creo que se atrevan a robar algo tan valioso. ¡La risa es sagrada!

—A veces se siente como si estuviéramos en un funeral de chistes aquí —complementó Lía, mirando a su alrededor.

Don Chistoso se rió, pero su risa se desvaneció rápidamente.

—¡Necesitamos hacer algo! —exclamó—. Si no recuperamos la risa pronto, San Chistes se convertirá en un lugar de lamentos.

De repente, un comediante de la parte trasera del club se levantó, interrumpiendo la conversación.

—¿Sabes qué le dijo un chiste a otro chiste? —preguntó, con un aire desafiador.

—¿Qué? —preguntó un espectador, un poco confundido.

—¡Tú no me hagas reír!

El público se rió a regañadientes, y Yisus aprovechó la oportunidad.

—¡Eso es! —exclamó—. Necesitamos hacer una competencia de chistes. El que cuente el chiste más divertido podrá decidir el destino de la risa en la ciudad.

—¿Una competencia? —preguntó Lía, con una chispa de emoción—. ¿Y qué tal si hacemos que los comediantes se enfrenten entre sí para ver quién puede hacer reír a Don Chistoso?

—¡Me gusta! —dijo Don Chistoso, sonriendo con entusiasmo—. Pero necesitamos un jurado imparcial.

—¡Nosotros seremos los jueces! —ofreció Lía, señalando a sí misma y a Yisus.

El lugar estalló en murmullos de emoción y expectativa. Comediantes de todos los rincones comenzaron a prepararse para la competencia, y el ambiente se llenó de energía.

Yisus se subió al escenario y tomó el micrófono.

—¡Atención, atención! Vamos a tener la primera Competencia de Chistes de San Chistes. Los participantes tendrán la oportunidad de hacer reír a Don Chistoso y, si lo logran, podrían descubrir quién robó la risa.

—Y si no pueden hacerlo… —agregó Lía—. ¡Podrían ser condenados a contar chistes malos por el resto de su vida!

El público estalló en risas, y la tensión comenzó a desvanecerse. Los comediantes se alinearon, listos para mostrar su mejor repertorio.

El primero en subir fue un comediante con una chaqueta brillante.

—¿Sabes por qué los pájaros no usan Tinder? —preguntó, y el público se inclinó hacia adelante.

—¿Por qué? —preguntó alguien desde el fondo.

—Porque ya tienen Twitter, y no quieren que sus ex los encuentren.

La risa fue un poco más fuerte esta vez, y el comediante se sintió animado.

Luego, otro comediante subió al escenario.

—¿Sabes por qué la escoba está siempre feliz? —preguntó, y la audiencia se quedó en silencio.

—¿Por qué? —respondió un espectador, con curiosidad.

—¡Porque siempre barre con los problemas!

Las risas comenzaron a fluir, y el ambiente se llenó de alegría. Don Chistoso sonreía, y Yisus sentía que la risa estaba regresando a la ciudad.

Finalmente, el último comediante se acercó al micrófono.

—¿Sabes por qué las bicicletas no pueden mantenerse de pie solas? —preguntó, y todos se inclinaron hacia adelante.

—¿Por qué? —preguntó un niño en el público.

—¡Porque están dos-tired!

Las risas resonaron en todo el club, y Yisus supo que habían encontrado la clave para recuperar la risa de Don Chistoso.

Al final de la competencia, Don Chistoso se levantó y aplaudió.

—¡Eso fue increíble! —exclamó—. Creo que la risa está comenzando a regresar a San Chistes.



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En el texto hay: humor, detective privado

Editado: 11.12.2025

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