Yisus y Lía se adentraron en la penumbra de “El Refugio del Chiste”, donde las risas aún resonaban, pero también había un aire de incertidumbre. La búsqueda del ladrón de risas se había convertido en una misión personal, y la emoción los impulsaba a seguir adelante.
—¿Te imaginas a quién podría ser? —preguntó Lía, su voz baja, casi un susurro.
—No lo sé, pero tengo la sensación de que está más cerca de lo que pensamos —respondió Yisus, observando cada rincón oscuro con atención.
Se acercaron a un pequeño grupo que estaba murmurando entre ellos. Uno de los comediantes, un hombre de cabello despeinado y una chaqueta desgastada, los miró con desconfianza.
—¿Qué hacen aquí? —preguntó, con una expresión que decía que no confiaba en ellos.
—Estamos buscando al ladrón de risas —respondió Yisus con seguridad—. Hemos oído que alguien en este club tiene un libro secreto de chistes.
El comediante se cruzó de brazos, evaluándolos.
—¿Y qué ganan con esto? ¿Por qué les importaría?
Lía, con una sonrisa confiada, respondió:
—Porque creemos en el poder de la risa. Y si alguien está robando eso, no podemos quedarnos de brazos cruzados.
El hombre la miró por un momento, luego se relajó.
—Está bien, puedo ayudarles. He visto a alguien con un libro raro. Se mueve sigilosamente, como si tuviera miedo de ser atrapado. Siempre aparece cuando hay chistes buenos volando por el aire.
—¿Y cómo se llama? —preguntó Yisus, sintiendo que estaban cada vez más cerca de la verdad.
—Lo llaman “El Chistoso Fantasma”. Nadie sabe su verdadero nombre, pero siempre deja su huella: un eco de risas que suenan a lo lejos.
Lía y Yisus se miraron, intrigados.
—¿Y dónde lo podemos encontrar? —preguntó Lía.
—Se dice que frecuenta la parte trasera del club, donde los comediantes más nuevos intentan hacerse un nombre. A menudo se sienta en la sombra, escuchando y tomando notas.
—Vamos a buscarlo —dijo Yisus, decidido.
Se dirigieron hacia la parte trasera del club, donde un pequeño grupo de comediantes estaba practicando sus rutinas. La tensión en el aire era palpable. Algunos estaban nerviosos, otros concentrados, pero todos deseaban que el “Chistoso Fantasma” no interfiriera.
Mientras se acercaban, Yisus notó una figura en un rincón, con un cuaderno en la mano, garabateando algo rápidamente. Su apariencia era desaliñada, pero su atención estaba fija en los que actuaban en el escenario.
—¿Crees que sea él? —susurró Lía.
—Solo hay una manera de averiguarlo —respondió Yisus, dando un paso al frente.
—Hola, ¿puedo hablar contigo? —preguntó Yisus, con voz firme.
La figura levantó la vista, y sus ojos brillaron bajo la tenue luz.
—¿Quiénes son ustedes? —preguntó, con un tono de desconfianza.
—Estamos aquí para hablar sobre el ladrón de risas. Se dice que tú sabes algo al respecto —dijo Lía, tratando de sonar amistosa.
El Chistoso Fantasma sonrió, pero no era una sonrisa cálida. Era como si hubiera escuchado un chiste que no tenía gracia.
—¿Y si lo supiera? ¿Qué ganaría con decírselo a ustedes?
Yisus se dio cuenta de que necesitaban un enfoque diferente.
—Lo que estamos tratando de hacer es recuperar la risa para todos. Si tienes información, podrías ayudar a muchos comediantes a recuperar su voz.
El Chistoso Fantasma se quedó en silencio, considerando sus palabras.
—La risa es poder, ¿saben? —dijo finalmente—. Pero no todos la usan para el bien. Algunos la usan para burlarse, para hacer que otros se sientan mal.
—No estamos aquí para eso. Queremos que todos rían, que todos tengan la oportunidad de brillar —proclamó Lía, con fervor.
El fantasma asintió lentamente, y su expresión se suavizó un poco.
—Está bien, hay un libro. Pero no es solo un libro de chistes. Es un compendio de risas y lágrimas, de historias que han sido olvidadas. Quien lo posea puede hacer reír a cualquiera, pero hay un precio que pagar.
—¿Qué tipo de precio? —preguntó Yisus.
—El precio es la verdad. Cada chiste que cuentes, debe ser honesto. Si mientes, la risa se convertirá en tristeza.
Lía se cruzó de brazos, pensativa.
—Eso suena complicado. Pero si puedes compartir el libro con nosotros, podemos asegurarnos de que se use para el bien.
El Chistoso Fantasma miró a su alrededor, como si temiera que alguien lo estuviera escuchando.
—Hay una reunión de comediantes esta noche. Si quieren, pueden venir y ver el libro. Pero deben estar preparados. No todos están listos para escuchar la verdad.
—Estamos listos —dijo Yisus, con determinación.
—Entonces, vengan a la medianoche. Pero recuerden, la risa más auténtica proviene de los corazones sinceros.
Con eso, el Chistoso Fantasma se desvaneció en la sombra, dejando a Yisus y Lía con más preguntas que respuestas.
—¿Qué crees que significa eso? —preguntó Lía, sintiendo la presión de la misión.
—No lo sé, pero tenemos que estar preparados para lo que venga. Esta noche podría cambiarlo todo.
Mientras se preparaban para la reunión, Yisus no pudo evitar pensar en lo que había dicho el Chistoso Fantasma. La risa, la verdad, la autenticidad… todo parecía entrelazarse en una red de emociones.
—Sea lo que sea que pase, debemos asegurarnos de que la risa regrese a San Chistes —dijo Lía, ajustando su chaqueta.
—Y que no se convierta en un juego de sombras —añadió Yisus, mientras se adentraban en la noche, listos para enfrentar cualquier desafío que se interpusiera en su camino. La aventura apenas comenzaba, y el verdadero misterio aún estaba por resolverse.