La brisa me traía el aroma de los jazmines, recordándome a mi hogar, donde flores eran dispuestas semanalmente. Saqué de mi cabeza aquellos dolorosos recuerdos y me concentré en el canto de las aves, mirando con extrema presición la pequeña casa en la que ahora viviría. Pero le presté más atención al color del suelo tras la caída de la lluvia, la cual le brindó un ambiente frío a aquella tarde de junio.
Llegué al poblado con algo de apuro, pero comencé a tranquilizarme tras verlo por mí misma. Pequeño pueblo, el cual presentaba serenidad por la escasa cantidad de personas viviendo allí. Leí el cartel de bienvenida, el que claramente presentaba antigüedad, a decir por la forma en la que el color se desvanecía. "Bienvenidos a Castle Combe", recitaba éste.
Tomé mi celular con la esperanza de juntar el coraje necesario para enviar el mensaje que habia escrito hacía días, el cual leí una y otra vez para saber si aquellas palabras eran suficientes. Me acobardé, guardé mi teléfono en el bolsillo una vez más y levanté mis maletas. Ya cansada después de un largo y exhausto vuelo, me dirigí con prisa a mi nuevo hogar. Sin embargo, el aroma de la lluvia no pudo opacar el fuerte perfume que había en aquel sitio, el perfume de una mujer. Pero me llevé una sorpresa más grande al escuchar ruidos allí dentro, como si no estuviese sola...
-¿Hola? ¿Hay alguien ahí?-pregunté con algo de temor.
Una mujer de cabello negro y ojos celestes bajó por las escaleras de madera. Tenía alrededor de treinta y cinco años. Ésta mostró una cierta sonrisa y se acercó con simpatía. No tardé en inspeccionar su humilde mirada, al igual que ella hizo conmigo. Lily, la encargada de la casa, se concentró en mirar mis ojos (los cuales, a causa de la tenue luz del sol desvaneciéndose que entraba por la ventana, se asimilaban al color del tiempo), mientras apoyaba el peso de su cuerpo sobre la mesa del comedor.
-Soy Lily, hablamos por teléfono.-aclaró, estrechando su mano.
-Sí, lo recuerdo.-repliqué.
-Lo siento, no quise asustarte, es que desperté tarde y no tuve tiempo de limpiar un poco el lugar. Esta casa está...
-Preciosa.-interrumpí con una clase de emoción.
-Iba a decir destruida, pero preciosa puede ser. Bueno, ahora estoy obligada a contarte la clase de estilo de este lugar. Fue construido a finales del siglo XVI, lo cual verás en el estilo de arquitectura...
-Barroca.-volví a interrumpir, ya que de arquitectura conocía de sobra. Mi afición, pero nunca la pude concretar como carrera, fue periodismo lo que encontré a mi alcance al momento de decidir qué hacer con mi vida. Pero era constante el sentimiento de arrepentimiento que sentía al saber lo que podría haber sido mi futuro si no hubiese arruinado mi oportunidad. Aunque sabía que ya no había vuelta atrás.
-Veo que conoces de arquitectura.-exclamó Lily-Me has ahorrado un trabajo tedioso.-rió-Tengo entendido que tu familia es muy famosa por este pueblo. Los conocí una vez cuando tenía diez años, son personas muy gentiles.
-Eran.-aclaré, tratando de no mirarla para no romper en llanto.
-Lo siento tanto, ¿Qué les sucedió? ¿Qué hay de...?
-No quiero hablar de eso.-respondí con tristeza.
-Por supuesto, disculpa mi conducta, es que me tomaste por sorpresa...Me iré, debes descansar, mañana por la mañana te mostraré el pueblo. No querrás toparte con sorpresas.
-Gracias.
-Mañana a las ocho alístate. Será un día largo.
Después de aquellas palabras que trajeron suspiros en mi cabeza, se fue, cerrando la puerta con suma suavidad. No dudé en subir por aquellas escaleras y dirigirme a mi cuarto. Presentaba polvillo por los muebles de roble, características reliquias familiares provenientes de finales de la época anteriormente nombrada. Pasé mi mano sobre las paredes blancas, donde eran dispuestos cuadros y estanterías con libros que seguían allí, destruidos, sin salvación. Sentí la tentación de tomarlos, aunque me obligué a mí misma a no hacerlo, ya que de seguro Lily pensaba en llevárselos.
Me senté en la cama y admiré por la ventana el paisaje pueblerino. Por mi mente estaba pasando un susurro que claramente pude escuchar, el cual se quería aferrar con fuerza a mi corazón. Aquel decía: "Aquí estarás bien. Este será tu nuevo comienzo...Sin importar qué dejaste atrás." Pero aquel susurro fue alejándose lentamente, siendo interrumpido por los gritos interminables de mi conciencia, tratando de embarrar mi mente y corazón de culpabilidad. Sin embargo, ya tenía asumido que no había vuelta atrás, tarde se hizo, y la noche empezaba a caer, y sabía que a la mañana siguiente todo habría pasado, ya que no correría de mi escondite. Aunque me pedía a mí misma con toda mi alma salir de allí, me negué al hecho de hacerlo...Mi tristeza ganó al final, dejándome abandonar todo lo que quedaba de mi vida anterior. Dejándome abandonar lo único que amaba en ese momento.