Su cuerpo estaba cubierto con sangre sobre el costado derecho de la cabeza. Debajo de ella, una rama estaba acomodada en perfecto estado, como si se tratara de un golpe. La ilusión estaba hecha, había sido un accidente.
Y digo ilusión porque en aquel momento estaba segura de que no había sido un accidente. Todo estaba dispuesto de manera organizada. Además, el cuerpo parecía que hubiese muerto hacía unas horas ya, entonces, ¿Cómo era que la escena se encontraba completamente limpia? ¿Cómo era que apenas ahora caían las primeras gotas de sangre por su rostro? No me creía esa actuación por parte del pueblo.
Llegó Samuel con desesperación, tomando a la mujer entre sus brazos y llamando su nombre con angustia.
-Esmeralda...mi hermosa Esmeralda.-se lamentaba éste.
-Señor Reeds, el pueblo y yo lo sentimos plenamente...-mintió Marvin. Su rostro parecía aliviado, contradiciendo la forma en la que sus manos temblaban.
El hombre no tomó bien este comentario. Al contrario. Giró con lentitud. Su mirada ahora presentaba locura. Poseía bolsas bajo sus ojos, y sus lágrimas corrían por ahí con velocidad. Depositó el cuerpo de su esposa en el suelo una vez más y se precipitó a golpear a Marvin. Pero el comisario era astuto, y antes de que la mano de Samuel siquiera rozara su rostro, tomó la muñeca del hombre viudo, y la trató de girar. Sin embargo, la fuerza de la ira del señor Reeds era extrema, y el hombre estaba determinado a terminar lo que había empezado.
-¡Ustedes la han matado!
-Señor, la han encontrado fuera del pueblo...nosotros no hemos salido de aquí en semanas.-exclamó con tranquilidad una mujer del fondo. Desde mi lugar, sonaba como si fuera la señora Brown.
-¡Mentiras! ¡Miren lo que le hicieron a mi bella Esmeralda! ¡Mírenla!
-Samuel...-murmuraba Marvin, ya alejado de él-No quiero presionarlo, pero es claro que esto no fue un asesinato.
-¡No! ¡Están mintiendo!-interrumpió.
-Lo lamento.-susurró a su oído el comisario, tranquilizando al pobre hombre.
-Por favor, Esmeralda. No te vayas, por favor.
No pude evitar que unas leves lágrimas salieran de mis ojos. Las sequé al instante, procurando que nadie me hubiese visto.
-¡¿Quiénes son ustedes?! ¡¿Qué le hicieron a mi esposa?! Hay algo extraño con este pueblo...¡Lo puedo presentir!-gritó Samuel.
El hombre se arrodilló ante el cuerpo de la mujer y secó sus lágrimas, mientras leves susurros se oían en el viento...o yo los oía, mejor dicho. Decía mi nombre. Una y otra vez. Giré, tratando de decifrar de dónde provenía aquella voz tan suave. Me condujo hasta un callejón sin salida, donde no había luz del sol. Solo sombras...
Sin embargo, cuando puse el pié allí, la voz se detuvo.
"Quizá sea producto de mi imaginación", me dije a mi misma.
Pasados unos minutos, la policía llegó, y se llevaron al esposo de Esmeralda con ellos. El hombre reaccionó agresivamente en su momento, viendo como una ambulancia se llevaba el cuerpo del amor de su vida, con la que decidió pasar el resto de sus días. Pero comenzó a tranquilizarse, demostrando que lo único que había en él era tristeza. Y que aqulla ira en realidad nunca había existido.
Me quedé parada, donde la sombra de los árboles y yo pensábamos en el obstinado hombre, en su vida ahora vacía. Porque, por lo que después investigué, el señor Reeds estaba completamente solo. No tenía a nadie para escucharlo llorar por las noches.
Mike se paró a mí lado, haciéndome ver que estuvo allí todo el tiempo.
-Vamos, amigo.-le ordené, alejándome de la penuria del cielo, dirigiéndome a mi hogar una vez más, para volver a la misma rutina de todos los días. Pero esa vez no volvería de la misma manera, porque me encontraba alerta. Sus palabras habían sido claras:
-"Este pueblo tiene algo extraño."
Y me quedé pensando en la niebla, las rosas, las personas, Marvin, que siempre se mantiene callado al hablar sobre sus noches en la penumbra y soledad. Amelia...la asombrosa y misteriosa Amelia. Llegué a la conclusión de que antes de que cualquiera llegase a resolver el misterio de Castle Combe, yo lo haría. Y allí fue cuando escuché un ruido detrás de nosotros.