Las rosas saben a sangre.

Cuarto pétalo.

Jamás me di cuenta, pero si llego a comparar el bello rojo de aquellas rosas sobre la mesa de mi oficina, con el rojo inmaculado de la sangre, no encontraría respuesta alguna. Las rosas me recordaban a la sangre y la sangre me recordaba a Catalina. Sus labios son finos y rojos como las rosas, su cabello siempre ha sido lacio y oscuro, con el rostro delicado y la piel como una muñeca de porcelana, todo de ella es bella. La primera vez que le vi creí ver la aparición de Marcela Vallés, su difunta madre a quien conocí en vida.

Viendo aquellas rosas, aún recuerdo el primer momento en que la conocí en el funeral de su madre. Estaba igual de bella que el ahora presente, vestida de negro y con un ramo de rosas en sus manos. Aún recuerdo que entre la multitud de tristeza y rostros llenos de lágrimas, Catalina se mantenía neutral con su rostro sin demostrar emoción alguna.

Al momento en que el ataúd fue llevado a su tumba la lluvia de flores comenzó a bañarlo y, de entre la multitud Catalina se acercó y deposito una de las rosas que cargaba, besándola antes de dejarla. En ese momento a pesar de la lejanía, la pude ver sonreír.



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En el texto hay: rosas

Editado: 25.07.2018

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