Las rosas saben a sangre.

Séptimo pétalo.

Catalina ahora es una mujer en el apogeo de sus veintiún años, bella y refinada, con una presencia igual de deslumbrante a la que tenía su madre.

Dominique O'Brian, es el hijo de un inversionista de la bolsa, con un carácter fuerte y una presencia que derretía el corazón de las jóvenes y maduras. Catalina se enamoró en el momento en que lo vio.

Eran sin duda, la pareja perfecta, tal y como su madre y su padre lo fueron. El señor O'Brien, padre de Dominique, no se opuso a la relación de su hijo con Catalina, agradecía que su hijo asentara cabeza con una joven bella y de buena familia, apoyaba cada cosa que la pareja decidiera. El compromiso y la boda no eran de esperarse.

El amor de Catalina por las rosas nació el día en que Dominique le llevo un ramo lleno de ellas para que adornasen su habitación; aún recuerdo el brillo y la ilusión con la que ella me conto ese pequeño pero muy significativo momento.

Pero después de la muerte de su madre, su amor por las rosas la llevo a plantar un pequeño jardín en su ahora solitaria casa, como si con ellas llenara el vacío que dejo su madre. A partir de entonces, Catalina traía consigo el olor dulce de las rosas y el dolor de sus espinas.



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En el texto hay: rosas

Editado: 25.07.2018

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