Un día cualquiera Anthar y Lily dormían pacíficamente cuando fueron violentamente sacados del sueño por sus nada compasivas hijas, las gemelas habían amanecido especialmente bulliciosas esa mañana y mientras Daniela brincaba en la cama de sus padres despertándolos con tan poca ceremonia, Arkania había tomado la varita de Anthar y le había vuelto el cabello azul a su progenitor.
Si Lily sabía positivamente que quien había hecho aquello era Arkania, se debía a que mientras Daniela iba por allí haciendo desastres con sus propias manos, Arkania sentía fascinación por robarle la varita a Anthar tantas veces como podía, y en opinión de Lily, él se lo hacía fácil. Sin embargo, en aquel momento el susodicho gimió internamente y no por lo que Lily habría podido decir, ya que hacía mucho que la pelirroja ni se molestaba en protestar, sino por lo que su malvada hija estaba diciendo.
Aquel era otro pequeñísimo problema que tenían y en este caso con ambas, nadie podía ordenarles o siquiera pedirles algo, sin una muy amplia y extensa explicación que además ellas considerasen válida. De modo que el desventurado Anthar tardó cerca de media hora en convencer a su hija que aquello no podía ser. Pero no había terminado y aun no estaba muy seguro que Arkania estuviese dispuesta a ceder, cuando escucharon una estruendosa explosión.
Ese era otro asunto con el que siempre tenían que vérselas ya que nadie podía hablar mal de James Brendan sin que las gemelas Black montasen en cólera, pero mientras ellas se enfrascaban en una furiosa discusión en defensa del demonio oficial, las gemelas Potter no perdían el tiempo en discusiones, sino que la emprendían a golpes contra cualquiera. De modo que aparte de ser un peligro en sí mismo, J.B contaba además con una fuerza letal en las personas de sus primas.
Pero Anthar estaba pensando que si no se trataba de él, y aunque las opciones eran muchas, los siguientes en la lista eran los gemelos Prewet, pero tampoco se trataba de ellos, de manera que saltó a la siguiente alternativa, los gemelos Black y esta vez sí había acertado de lleno, porque cuando logró levantarse y correr, se encontró con el pasillo lleno de humo y media pared había volado mientras su hijo y los gemelos estaban llenos de polvo y escombros, tirados en el piso y muertos de la risa.
Ya Anthar había dado por hecho que, entre sus hijos y sus sobrinos, especialmente Cassander que hacía verdaderos esfuerzos en ese sentido, terminarían por enviarlo con suerte al piso de enfermos mentales de San Mungo, y si no la tenía, terminaría sin duda muerto. De modo que con la mayor paciencia trató de reparar el estropicio mientras Lily se ocupaba de ver que estuviesen ilesos, algo muy poco probable dadas las circunstancias, y aunque los chicos aun reían, ciertamente tenían varias heridas que Lily se apresuró a cerrar.
Todas las madres de aquellas criaturas habían tenido que aprender a marcha forzada cómo atender heridas considerables, ya que ninguno de ellos se contentaba con las heridas normales causadas por los juegos infantiles, no, las heridas de aquellos individuos iban desde quemaduras que nunca eran leves, hasta los más catastróficos accidentes con las escobas.
Después que todo había vuelto a la relativa normalidad, Anthar fue a bañarse y a vestirse y apenas estaban sentándose a desayunar, cuando hicieron acto de presencia Sander y Sandy. Cassander como de costumbre saludó a su tío con el habitual daño físico, que podía ir desde algún objeto que lo golpease, hasta un cariñoso puñetazo en cualquier lugar de su humanidad, mientras que Cassandrea había heredado la misma odiosa costumbre de su madre y fue directo a meter la mano en su plato. La diferencia entre madre e hija, era que Sandy acompañaba el hurto con un sonoro beso que anulaba las protestas de Anthar, aunque Lily solía decir que Cassandrea podía estarlo destrozando y él se dejaría matar con una sonrisa estúpida en los labios, lo que era literalmente cierto, porque Anthar simplemente babeaba por su sobrina.
Aquella era otra de las herencias maternas, ya que Sandy solía acortar en grado extremo todos los nombres si así le provocaba, y pobre del infeliz que por no ser regla general no estuviese prestándole la debida atención.
Los chicos no habían terminado de situarse en sus lugares de costumbre, cuando otra aparición decididamente más peligrosa irrumpió en el comedor.
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Editado: 27.06.2023