Raziel, el menor de los hermanos Jelinek, era un individuo al que la naturaleza había dotado de dos inmerecidas cualidades, inteligencia y una perfección de facciones que fácilmente podía competir con ventaja sobre las pinturas del ángel del que irónicamente llevaba el nombre, pero también tenia un defecto genético que se hizo evidente casi desde la cuna. Aquel individuo en el que la gente solía confiar al ver sus hermosos ojos verdes ignorando lo que se escondía tras ellos, era un sádico en toda la regla, no había nada en el mundo que le produjese mayor placer que el dañar de la manera más cruel a sus semejantes, la sórdida visión de las personas sufriendo era algo que disfrutaba del mismo modo que lo haría alguien ante una hermosa pintura. Ninguno de sus compañeros – incluido su hermano – sabía qué perseguía Raziel en la vida salvo lo anterior, pero habían aprendido a temerle, razón por la cual ponían verdadero empeño en mantenerse fuera de su camino y no interferir en sus actos fueran éstos los que fueren.
Aquel día, se encontraba de pie ante un ventanal y los cálidos colores del atardecer bañaban su figura confiriéndole el aspecto de una pintura. Parecía absorto en el paisaje como si estuviese disfrutando del mismo, pero para cualquiera que lo conociese, sería evidente que su cerebro lejos de estar admirando el hermoso azul marino de la costa griega, sin duda estaba maquinando los más horrorosos planes y todos ellos vestidos de sangre.
Aun demoró unos segundos más pero finalmente se dio vuelta y comenzó a caminar hacia la puerta seguido de su hermano. Kaylo a diferencia de su hermano menor y aunque no era mal parecido, tampoco poseía la misma perfección de rasgos, y mientras Raziel era extrovertido y efervescente, Kaylo era silencioso y taciturno, pero igualmente mortífero. Kaylo y Raziel eran los vástagos de una de esas familias que defendían la pureza de la sangre contra todo evento y consideraban que el mundo estaría mucho mejor sin muggles. De manera que esa era una de las razones – y la única para Kaylo – por las que se habían unido a Jensy, y la otra – al menos para Raziel – era la recompensa adicional de poder practicar su deporte favorito sin controles ni medida.
Una vez fuera de las protecciones de la villa donde habitaba Raziel, se desaparecieron para aparecer de nuevo en una colina desierta. Kaylo dio unos pasos y miró hacia la explanada que se extendía a sus pies.
Aproximadamente media hora después llegaron los otros miembros de aquel inusual grupo.
Sin embargo, Raziel que era a quien se estaba dirigiendo ya que había sido quien los citase, no respondió y siguió mirando hacia la nada.
Y ciertamente no lo hizo, pero al cabo de unos minutos comenzó a descender por la colina.
Había llegado casi al final y se detuvieron a unos metros de donde lo había hecho Raziel. Lo vieron caminar de un lado a otro, avanzar y retroceder sin aparente orden ni concierto, por último lo vieron arrodillarse, tomar un puñado de tierra y dejarla escapar entre los dedos.
Aquello no respondía de ninguna manera a la pregunta que le había formulado Evil, y como ya llevaban casi una hora allí y había comenzado a anochecer, Evil pareció hartarse.
Después de decir eso se disponía a marcharse, pero antes de darse cuenta una filosa hoja apuntaba a su garganta.
Evil había palidecido al sentir el frío del acero sobre su piel, porque sabía al igual que todos, que Raziel estaba lo suficientemente loco para usarlo, aunque se tratase de uno de ellos, pero al escucharlo su piel se enrojeció por la ira, ya que ciertamente se había preguntado aquello y no solo él sino todos. Sin embargo, como Raziel disfrutaba mortificando a los demás y era peor aun si le daban un motivo, continuó.
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Editado: 27.06.2023