Lo primero que hizo Cassandrea fue buscar a Anteros, pero como no lo encontró pensó que era muy temprano y tal vez por eso no había llegado aún, así que volvió junto a su familia. Sin embargo, comenzó a preocuparse cuando sonó la primera llamada y el chico seguía sin aparecer, así que se alejó buscándolo. En su nota del día anterior que había terminado leyendo esa mañana antes de bajar a desayunar, se despedía diciéndole que se verían allí, así que no entendía qué podía haber sucedido y esperaba que la tía de Anteros no hubiese empeorado durante la noche. Estaba absorta preguntándose por qué no había leído la nota de Anteros la noche anterior cuando escuchó su voz.
A pocos pasos de allí, Louis estaba hirviendo de furia y considerando diversos cursos de acción, mientras que, en otra dirección, Jason sentía que le estómago se le revolvía y la sangre se le iba a la cabeza. Afortunadamente para Anteros, Cassander no lo había visto, pero Rigel sí y los gemelos la tuvieron difícil para detenerlo. No obstante, sonó la última llamada y Cassandrea corrió hacia sus parientes para despedirse en forma apresurada mientras Anteros la veía y una sonrisa de inmensa satisfacción se había instalado en sus labios. Cuando Cassandrea iba hacia la puerta del expreso, vio una alta figura encapuchada al lado de una columna y enseguida la voz penetró en su cabeza.
En cuanto todos estuvieron a bordo, el expreso partió y cada uno de los chicos se fue a buscar a sus amigos o a sus chicas en el caso de J.B., Antares, los gemelos Black y los gemelos Morgan, mientras que Sandy se fue con Anteros un poco después que su hermano había desaparecido con varias chicas que parecían estarlo esperando.
Ben y Altair ni siquiera habían alcanzado a llegar al compartimiento con sus familiares, porque apenas se subieron al expreso fueron arrastrados por una nube de jovencitas, mientras que a Aydan y a Arthur los habían perdido desde antes de abordar, razón por la cual Pauline tenía la peor de las caras.
Cuando Vladislav se asomó buscando a Erika y a Fabiana, Geraldine detuvo al chico antes de que se marchase.
Geraldine abandonó el suyo y comenzó el largo recorrido hasta el final del expreso, pero una vez que llegó hasta allí, se preguntó qué iba a decirle, aunque no tuvo mucho tiempo para pensarlo, porque en ese momento Iván levantó la vista del libro que había estado leyendo y clavó sus inquietantes ojos negros en los de ella. Lo sorprendente para Geraldine fue la ausencia de burla en ellos, y que después de unos breves segundos él regresó la vista al libro como si no la hubiese visto, de modo que inspiró y corrió la puerta.
Aquello estaba resultando muy incómodo, porque aparte de que Geraldine no sabía qué decir y ni siquiera estaba segura de la razón por la que estaba allí, él seguía con la cabeza clavada en el libro.
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Editado: 27.06.2023