En la lejana región de Rockstone estaba el lugar más hermoso y resplandeciente a la luz del sol en el mundo. La gran ciudad de Valle del rey recibía muy por temprano cada mañana los primeros rayos luminosos para comenzar el día.
La gente salía para abrir sus puestos de trabajo en el mercado, otros viajaban de un extremo de la ciudad al otro por temas de negocios e incluso había un gran número de gremios de cazarrecompensas que se dedicaban a ofrecer sus servicios a aquellos que pudieran pagar bien por ellos.
Los Gutrus se intercambian con mucha frecuencia en esta región debido al alto movimiento que había en el comercio, puesto que la región se conformaba de zonas mineras muy ricas en altas joyas para su venta.
Los guardias de la realeza, unos hombres vestidos con armaduras rojas marchan por las avenidas de la gran ciudad vigilando. Las casas y edificios eran una mezcla entre casas construidas de concreto y tejado de cerámica, otras fueron edificadas con muros de piedra y techos de madera y las demás que formaban parte de los barrios más bajos de la ciudad, eran estructuras bastante simples que albergaban a la gente pobre que vivía en grupos.
En esta época del año se realizaba un gran carnaval en honor al aniversario número treinta y dos de la coronación del rey Frederic Rockstone, un hombre respetado por la mayoría de la población de Valle de Rey.
La ciudad estaba decorada con largas guirnaldas de pino y ampolletas eléctricas pintadas de distintos colores, por otro lado, había lienzos con la inicial del rey y en los barrios más bajos sólo se demostraba la pobreza que vivían las personas de ese estrato social.
Pasado el mediodía una carroza con suministros médicos y raciones de comida llegaba hasta el sector más necesitado y detrás de él un escuadrón de soldados del rey. Luego de formarse en el interior de un pasillo presentaron a la señorita Trea; una hermosa joven de cuerpo esbelto de tez blanca, un rostro ovalado, cabello negro y ojos anchos de color miel y azul respectivamente. Vistiendo suaves vestidos de seda, collares y brazaletes dorados avanzaba por la calle como si estuviera danzando.
Además de sonreír con sus labios carnosos y rojos, se acercaba a saludar a cada uno de los habitantes de la zona, quienes le daban la bienvenida con euforia y mucha alegría.
Ella abrazaba a cada persona que estaba a su alcance, mujeres, niños y hombres eran recibidos por los delicados brazos de la joven, que mientras continuaba con su danza se adentraba más y más por el lugar.
Al llegar a una especie de plaza entre los hogares que los cubrían de la luz del sol, Trea se posicionaba en el centro junto con dos soldados que la escoltaban por ambos costados. Los habitantes se quedaban expectantes alrededor de ella mientras mantenían su distancia, la gente sonreía con esperanza, sus ojos brillaban ansiosos por escuchar la dulce voz de la muchacha que era captada por todos.
—En estos tiempos difíciles —Trea movía sus manos— el hambre nos golpea con fuerza —paseaba alrededor de la multitud reunida—. Estamos viviendo una época en la que muchas personas tienden a sufrir por el que muchos consideran abandono o irresponsabilidad.
Los demás soldados acercaban la carreta con la que venían, dejándola dentro del círculo por donde aún caminaba Trea.
—Estamos en vísperas del aniversario número treinta y dos de la coronación de nuestro amado rey Frederic —decía a viva voz.
La gente comenzó a abuchear tras oír el nombre del rey, quien según ellos los había tenido abandonados desde hacía mucho tiempo, dejándolos en el olvido muriéndose de hambre.
—Sé que… —Trea alzó los brazos, esperando a que la multitud se calmara— sé que muchos de ustedes piensan que nuestro rey los ha dejado atrás —sonrió a unos niños que la miraban con atención—. Permítanme decirles que nuestro amado rey, lucha día tras día por mantener en alto el honor y la gloria de nuestra hermosa ciudad y sus habitantes. Por eso hoy y aquí, frente a ustedes… —los guardias se acercaban con canastas enormes— les ofrezco esta humilde ofrenda…de parte del rey Frederic —hizo una reverencia.
Un estruendoso aplauso surge desde las ventanas y los pasillos que se cruzaban con la pequeña plaza, la joven Trea se alzaba nuevamente y enseñando una sonrisa, invitaba a los ciudadanos a retirar las raciones preparadas para cada familia que vivía ahí.
La gente no podía evitar enseñarle sus sonrisas llenas de gozo a la joven dama que se retiraba del lugar, mientras los demás se acercaban al centro de la plaza.
Los dos guardias continuaban con la escolta detrás de la joven hasta llegar a la avenida del lugar, un vehículo que se movía gracias a energía eléctrica se apareció frente a ellos y luego que uno de los guardias abriera una puerta, Trea entró para retirarse del lugar.
El conductor del vehículo se fue callado durante todo el camino hasta el Palacio Real de la ciudad, donde la bella joven fue recibida por una docena de guardias que aguardaban su llegada.
Era una entrada gloriosa en donde estaba el mismísimo rey Frederic parado en las puertas del palacio, esperando por ella. El rey era un hombre alto, con una gran barriga y muy corpulento, de tez morena, ojos cafés, cabello y barba de color negro y una nariz respingada. Vestía una túnica de seda muy fina, con un cinturón intentaba perfilar su panza, usaba botas de caballero de color café y una espada le daba la personalidad de un guerrero.