La joven emprendió el viaje hasta su dormitorio y cerrando la puerta, encontró su cama lista para recostarse y descansar. La noche estaba despejada y la luna brillaba con fuerza al interior del lugar, no era necesario siquiera usar la luz eléctrica.
Mientras Trea permanecía mirando el techo de la habitación, recordó en su mente la imagen del rey lanzándose al suelo mientras su esposa corría hacia él para intentar abrazarlo. Por un momento pensó, ¿habría pasado el efecto de su orden con la Runa de la Mente? La mujer había reaccionado ante los gritos de su esposo y dejó de lado la orden que Trea había comandado.
Le parecía muy extraño que su “enorme poder” llegara sólo hasta un par de minutos, y se negaba a dejar las cosas así. Necesitaba comprender por qué había pasado eso, puesto que la orden que le había dado a la reina fue clara y específica, quizás algo había salido mal y eso le preocupaba.
Un gran temor comenzó a aparecer dentro de ella y eso le costó conciliar el sueño durante la eterna noche.
A la mañana siguiente el día apareció completamente nublado, con unas nubes grises que cubrían todo el cielo. La joven se levantó para darse un baño y vestirse con unas ropas holgadas y cómodas como siempre, ese día sería probablemente un antes y un después radical para el reino de Frederic Rockstone.
Luego de haberse preparado, la muchacha salió de su habitación mientras una tropa de soldados la esperaba para escoltarla a la plaza central de la ciudad, lugar en donde se llevaría a cabo el juicio a los dos acusados de alta traición a la corona.
En la entrada principal del palacio había dos vehículos eléctricos, que trasladarían al rey y a la princesa y a los dos sujetos a juzgar respectivamente. El ambiente se sentía muy tenso y nadie decía nada, ni siquiera un solo murmullo se escuchaba entre las filas de soldados.
A medida que avanzaban por la calle principal, los mercaderes hacían una reverencia al rey y todos se ordenaban para permitirle el paso a los dos vehículos. La gran multitud de gente les siguió el paso a las máquinas y así todo el mundo terminó en dirección a la plaza central.
Por las ventanas polarizadas de los vehículos, Trea contemplaba los rostros de las personas que quedaban atrás mientras seguían. Y volteando la mirada descubrió la triste figura del rey, que dejaba escapar suspiros agónicos a cada momento.
La joven se quedó observando un momento hasta que, al respirar profundamente dirigió su mirada a la plaza, donde había una especie de anfiteatro con un escenario alto para el público. Sobre el lugar había una numerosa escolta de soldados armados y un verdugo que portaba una enorme hacha.
Ya se imaginaba lo que se venía desde ese momento en adelante, y tras la detención del vehículo, uno de los guardias se acercó a la puerta para abrirla y ayudar a la joven a descender. Y así, cuando tanto el rey como la princesa estuvieron pisando el suelo, las escoltas los acompañaron hasta sus asientos junto con la del resto de los líderes gubernamentales y consejeros reales.
Caminando entre la multitud de gente que estaba presente, atestiguando lo que estaba por ocurrir, los hombres más ancianos observaban con detalle a la muchacha que caminaba junto al rey, con los ojos entrecerrados.
Estando listos tomaron asiento junto con los otros, y esperaron mientras los acusados eran llevados en total desnudez y esposados, subiendo por las escaleras hasta el escenario.
La multitud observaba atenta y el ambiente cada vez se volvía más tenso hasta que entre tanto murmullo, se acabó por silenciar cuando uno de los hombres del rey se puso de pie.
Avanzando lentamente con un cuadernillo en su mano, levantó la mirada y observó al público presente con seriedad. Giraba la cabeza de lado a lado vigilando todo a su alrededor hasta que, abriendo su libro, aclaró la garganta y se dispuso a hablar.
—Bienvenidos todos, a esta reunión oficial de la corona y el rey Frederic Rockstone —dijo el hombre a gran voz—. Ante ustedes —señaló con el brazo a su costado—, tenemos a dos acusados de alta traición contra la corona. La reina; Miriam Cavirr de Rockstone y su hijo Drake Rockstone, caballero de la tropa real de su majestad. Los cargos —bajó la mirada para ver su cuaderno—, cometer el acto de adulterio e incesto —miró al público— en la cama real de su majestad el rey.
La gente al oír las palabras del hombre se alarmó y comenzó el murmullo frenético. Algunos cubrían sus rostros como señal de vergüenza y otros empezaban a alzar sus puños.
—Tras ser descubiertos en el acto mismo por el rey —el hombre miró a todos lados—, se decretó la orden inmediata de arresto para ser presentados el día de hoy ante esta corte real y su pueblo. El castigo que se dispone para los acusados es la de pena de muerte sin la oportunidad de defensa para los imputados —cerró su cuaderno y se retiró del escenario—.
Trea se sintió desesperada al escuchar que Drake sería asesinado en la plaza a manos del verdugo. Sus ojos se mantenían fijos en el cuerpo desnudo de su amado y lentamente comenzaron a brotar las primeras lágrimas que se deslizaban por sus mejillas.