Tras haber salido del Muro, el grupo de aventureros acompañados por los dos soldados del capitán Rogers, se había empeñado en hallar el refugio del Oráculo. Esa parte de la región, más conocida como la Zona de Bullgors, era un sector prohibido para los civiles e incluso era recomendable no permitir el acceso a nadie. El peligro que se escondía entre la niebla era tan terrorífico que hacía temblar a cualquiera, incluso a los mejores guerreros.
Pero a pesar de todo, la misión que llevaban esos jóvenes era de vital importancia para el futuro del mundo. Encontrar al Oráculo era un plan arriesgado, puesto que nadie conocía la ubicación exacta de su escondite.
Caminando en línea recta, el grupo intentó visualizar si hallaban algo a lo lejos, pero el lugar estaba cubierto en su totalidad por una extraña nubada que nadie había podido explicar. Se hacía imposible que los ojos encontraran algo. Incluso para los ojitos de Dagger y Ludo era difícil ver las cosas lejanas, no había más remedio que seguir avanzando en ese terreno hostil.
Lo tenebroso de todo, era que no se podía escuchar ningún sonido más que el de las pisadas del grupo, que intentaban hacerlas lo más silenciosas posibles para no ser descubiertos por los Bullgors.
Al dar vuelta para mirar hacia atrás, el Muro había sido absorbido completamente por la niebla y no quedaba de otra más que de seguir avanzando. El problema era que no tenían un punto de referencia que seguir para mantener el sendero.
De pronto, Dagger tuvo la idea de volar hacia lo alto, por sobre la neblina. De esa forma podría ver hacia dónde debían ir si es que encontraba alguna estructura. Ellie se rehusó a seguir ese plan, debido a que la niebla era tan espesa, que podía acabar perdido y quizás muerto. No necesitaban tomar riesgos innecesarios.
Aiden comentó que podían usar una cuerda para que el búho la sostuviera con sus garras, de esa manera, al volar tendría una manera de volver con el grupo. Fue entonces que prepararon el plan y el pequeño chuncho sujetó con fuerza la cuerda que le había entregado el joven investigador.
En un par de aleteos, comenzó a volar hacia lo alto con gran rapidez, mientras que Aiden sujetaba la cuerda. El pequeño búho no alcanzaba a superar la neblina, que al parecer era mucho más alta de lo que esperaba, y no pudo seguir subiendo porque la cuerda había empezado a generar tensión desde la posición de Aiden. No daba para más distancia.
Mientras regresaba con el grupo, cayó en el hombro de Aiden avisándole al resto que no había manera de ver hacia dónde debían seguir. Lo mejor en esa situación era armar una fila recta y caminar para que de esa forma no hubiera rezagados. El norte estaba marcado desde que salieron del Muro, ahora sólo debían seguir en esa dirección para ver si llegaban a encontrar al Oráculo.
A medida que avanzaban, los dos soldados vigilaban con atención la retaguardia, intentando cubrir su terror, apretaban fuertemente sus dientes para no demostrar el miedo que los dominaba por dentro.
Después de que el grupo pudo caminar un buen trecho, uno de los soldados pateó sin querer una piedra que había en su camino y la hizo volar una buena distancia hasta que, tras unos cuantos rebotes, chocó con una roca más grande.
Guardando silencio, el grupo se detuvo para fijarse si las bestias se habían dado cuenta de aquel ruido que había provocado un pequeño eco alrededor, pero tras unos segundos, no hubo respuesta alguna.
La Dama sostenía la empuñadura de su espada, al igual que Aiden. Ellie sostenía su cetro y los búhos se sentían preparados para lo que se les viniera encima. El soldado más pequeño de los dos temblaba de miedo al pensar que en cualquier momento se les lanzaría encima uno de los mortíferos Bullgors. Sin embargo, el silencio continuó.
Creyendo que seguían a salvo, siguieron caminando hasta que un leve rugido se había oído en las cercanías de la roca que había recibido el golpe. Cubriendo sus bocas, se quedaron quietos como si hubiesen sido congelados por algún hechizo e intentaron no hacer el más mínimo sonido, sentían la presencia de un Bullgor que se había puesto a gruñir cerca del lugar.
Tenían que esperar a que no los reconociera entre toda la niebla, y también evitar hacer algún ruido como para que los hallara. Se sabía prácticamente nada sobre esas criaturas, no existían estudios que ayudaran a entender su comportamiento ni el cómo actuaban para atacar.
Era un enemigo absolutamente nuevo y desconocido para el grupo de aventureros, que aún permanecía quieto para no llamar la atención de la bestia.
Entre seis o siete minutos estuvieron parados en la misma posición sin poder hacer ningún movimiento, el Bullgor seguía por ahí buscando algo más que sólo una piedra que había chocado con esa roca. Los dos soldados hacían lo que podían para no moverse y hacer sonar sus armaduras, pero el terror que imponía la criatura es demasiado grande, incluso para unos soldados entrenados.
Aunque más allá de ser hombres de guerra, nadie los había preparado, a ninguno de ellos; para enfrentarse cara a cara a los Bullgors.
Luego de un rato, la bestia se retiró hacia el otro costado y salió corriendo, dejando al grupo en paz y dejándolos recuperar el aliento tras esos eternos momentos de tensión.