Ya habían pasado tres semanas dentro de las instalaciones que permanecían bajo tierra y el grupo de aventureros se sentía fatigado. Casi no quedaban provisiones para el viaje y tenían que hallar una salida de ese lugar pronto. El entrenamiento que tuvo la Dama Blindada por parte de Ellie había rendido buenos frutos hasta ese momento, había podido dominar cada vez más la Runa de Fuego, además de la Runa Sombra.
La piedrecilla de color negro le otorgaba al usuario, la habilidad de convertirse en una sombra, como dice el nombre. Permitiéndole como si fuese una sombra sin cuerpo sin ningún problema. El único defecto era que sólo el usuario podía volverse a sí mismo la sombra que creaba la runa, por lo tanto, no podría ocultarse el grupo completo.
Tanto Aiden como los búhos se dedicaron a estudiar la función de las Runas Eternas, aprovechando que tenían dos en su presencia y además uno de los Elegidos dispuesto a probar su poder.
Durante el largo viaje dentro del edificio, no hallaron más que habitaciones que aparentemente eran una especie de enfermería, otras de investigación y comedores. Era un lugar bastante extenso, y para el grupo resultó ser un verdadero laberinto, debido a que había largos pasillos que daban con ninguna salida, por lo tanto, debían dar la vuelta e incluso cruzar por pasadizos que bajaban y subían como si se tratara de un hormiguero.
La Dama Blindada iba el frente, mientras que Ellie y Aiden compartían la mitad del grupo. Ludo y Dagger vigilaban la retaguardia en caso de que un Bullgor tuviera la oportunidad de infiltrarse al lugar. Había que tener precauciones, ante todo, pero lo que resultó más interesante para el grupo, fue que en las tres semanas que habían permanecido dentro del lugar, la luz no se había apagado. Era como si estuviera siendo alimentada por energía desde algún lugar que no conocían.
Avanzando por uno de los pasadizos, llegó un momento en el que se habían quedado sin salida, haciendo que el grupo se detuviera.
—No puede ser —Aiden suspiró desmotivado—. Otro callejón sin salida.
—No, no es posible —dijo Ellie—. Ya recorrimos todo el lugar, se supone que este era el último pasaje sin revisar.
—Tiene que haber una forma de pasar —dijo Dagger.
—Déjenme hacer algo—dijo la Dama.
La joven pelirroja se ubicó frente a frente con el muro, y concentrando su mente, hizo que la Runa de Fuego se iluminara. Estirando su brazo izquierdo, recogió un poco el derecho junto al torso y dejó las piernas firmes para resistir el empuje.
Unas poderosas llamas de fuego salieron disparadas de las manos de la Dama Blindada y el muro las había recibido de lleno. Con la gran temperatura que emanaba el fuego, el muro había empezado a demostrar un brillo producto de las fuertes quemaduras que estaba sufriendo.
Parecía como si estuvieran forjando un arma en la herrería, la pared se estaba fundiendo poco a poco y los pedazos fueron cayendo al suelo como una pasta que al cabo de unos segundos volvía a un estado sólido, pero deforme.
El grupo ya podía notar el otro lado tras la pared, y le avisaron a la Dama que con eso era más que suficiente. Fue entonces cuando la joven pelirroja detuvo su ataque.
Había marcado un círculo muy grande en la pared, que en su mayoría ya estaba fundida. Así que Dagger y Ludo emprendieron el vuelo hacia adelante para ver si había algún peligro cerca, y para la suerte del grupo, no había riesgo en el avance.
La Dama permitió que Aiden y Ellie pasaran antes que ella mientras se encargaba de vigilar la retaguardia, así una vez que todos pasaron, ella continuó con su camino detrás de ellos.
Avanzaron una gran distancia hasta que un poderoso gruñido se oyó a lo lejos, como si algo estuviera dentro de las instalaciones, junto con ellos.
—¿Eso fue lo que creo que fue? —preguntó Aiden con la voz temblorosa.
—¿Fue un Bullgor? —preguntó Dagger.
—No estoy segura —respondió la Dama—. Vayamos con cuidado.
Siguiendo el paso de la Dama, todos fueron guardando el mayor silencio posible y vigilando que sus pisadas no hicieran ningún ruido. Si el gruñido que habían escuchado era de un Bullgor, era un problema muy grande. Pero afortunadamente para ellos, estaban dentro de un espacio cerrado, así que sería más fácil asestarle un golpe a la bestia.
El problema era saber si es que el monstruo sería capaz de destrozar los muros a su conveniencia, puesto que su fuerza era demasiado alta en comparación a la de un humano normal.
Paso tras paso, el grupo avanzó hasta que el gruñido sonó más fuerte. Y en ese momento si que era motivo de preocupación, porque luego del primer sonido se escuchó a otro gruñendo al mismo tiempo. Era imposible que un Bullgor se preocupara de chirriar dos veces instantáneamente, pero también era descabellado el pensar en cómo se habrían internado dos Bullgors en el edificio.
A menos que no sólo hubiera dos, la falta de visión incomodaba al grupo, puesto que no podían descubrir de cuántos se trataba.