Las seis caras del kubo

1

Capítulo 1

Barcelona, principios de febrero de 2017

—Creo que por lo menos debería llamarle y decirle que me voy —dije mientras vi cómo las miradas de Magui y de mi madre se clavaron en mí, abriendo enormemente los ojos—. No me miréis así. Es que no quiero que se disguste.

—¡¿Que no quieres que se disguste?! ¡¿Disgustarse?! ¡¿Te has vuelto loca o qué?! Si se le pasase por la cabeza que vas a dejarlo, esta vez te mata de una paliza.

—Prometió que no volvería a pasar —le dije, conteniendo un torrente de lágrimas en mis ojos.

Sabía que no estaba diciendo la verdad, pero había algo dentro de mí que seguía disculpándole, creyendo que si me portaba mejor, las cosas cambiarían.

—Por favor, hija mía, lo hemos hablado cientos de veces. Cada vez que nos veíamos siempre pensé que podría ser la última —me dijo mi madre llorando sin control, con voz acongojada—. Ya he perdido a tu padre, no quiero perderte a ti también.

Aquellas palabras y el sufrimiento que vi dibujado en cada una de las arrugas que mi ceguera le habían provocado, me partieron el corazón.

—No entiendo por qué me pasa esto, mamá —le dije abrazándola y llorando, con un caos dentro de mi cabeza, por lo que me era completamente imposible pensar con algo de claridad—. Haré todo lo que me digáis, quiero hacerlo.

—Pues lo primero que haréis las dos es sentaros y calmaros —nos dijo Magui, uniéndose a nuestro abrazo—, o si no será imposible que te puedas ir en condiciones. No tenemos demasiado tiempo.

—Luis no vuelve hasta mañana —aseguré, sabiendo perfectamente que aquello no mantendría lejos el control que quería ejercer sobre mí, agarrándome el vientre.

—¿Acaso crees que no llamará para asegurarse de que estés en casa? —me preguntó Magui sarcásticamente.

—Tengo mi móvil en el bolso, no soy tan tonta como para dejármelo —le dije.

Magui empezó a caminar nerviosa de un lado a otro, delante del sofá en el que nos había sentado a mi madre y a mí.

—Vale, ahora lo veo clarísimo. A partir de ahora, y no te ofendas, y hasta que llegues a Gerona, no pienses —dijo Magui, parándose y señalándome con el dedo.

—Sé que no estoy muy bien, y no lo digo solo por las contusiones, pero aún soy capaz de pensar.

—Si eso es cierto, dime una cosa, ¿acaso han despedido al portero de vuestro bloque?

—No, claro que no —le respondí, entendiendo a qué se refería.

—Una persona como Luis te llamará a ti, sí, pero también llamará al portero para asegurarse de que le estás diciendo la verdad. Me apuesto a que le da un plus por el trabajito extra que le hace.

—¿No será mejor que vayamos a comisaría a poner una denuncia? —propuso mi madre.

—Elena, todas sabemos que esta no ha sido la primera vez, y sus malditos contactos han logrado que las dos únicas denuncias que puso se esfumaran por arte de magia. Raquel, esta debe ser la última vez que te lo haga, y si hay que hacerte desaparecer, lo haremos.

—No puedo estar toda la vida escondida y lejos de vosotras.

Aquella idea me dio mucho más miedo que lo que él me había hecho hasta ese momento. Sus palabras, unas que repetía incesantemente en cualquier pelea, fueron premonitorias. «No eres lo suficientemente buena. Solo yo soy capaz de soportar tu ineptitud. Si no estuvieras conmigo, estarías completamente sola. Ni siquiera podrás estar cerca de tu familia».

Hice todo lo que él me pidió para que no fuera así, pero allí me encontraba, convirtiendo en realidad sus palabras y, por propia voluntad, me quedaría sola. Por lo visto dejé ver el miedo que se metió en lo más profundo de mis entrañas.

—Raquel, respira y escúchame. Es verdad que durante un tiempo estaremos alejadas, pero mantendremos el contacto, aunque debamos vigilar cada paso que demos o necesitemos usar señales de humo. En cuanto encontremos la manera de demostrar quién es en realidad y no tenga manera de impedirlo, volverás con nosotras.

—Lo que dices es imposible. Mientras tenga el dinero y los amigos que tiene, podrá destrozarme como si fuera un insecto. —En aquel momento me sentí completamente desesperada. Estaba segura de que, a pesar de haber planeado al milímetro mi huida, acabaría encontrándome y las consecuencias irían más allá de lo que hasta ese momento había vivido—. Estoy segura de que no querréis, pero debo volver con él. Si se entera de que me estáis ayudando en algo como esto, irá a por vosotras y eso no podría soportarlo.

—¡¡Tú estás loca!! —me gritó Magui, poniéndose las manos en la cabeza y abriendo los ojos, alterada al escuchar mis palabras—. De aquí saldrás para ir a la estación de tren.

—Si no me encuentra, al primer sitio que vendrá será aquí —dije temiendo por la seguridad de mi madre.

—Por eso no te preocupes. Le gusta demasiado aparentar que es un completo caballero como para mostrar al resto del mundo su verdadera cara. Y si es necesario me mudo aquí —dijo Magui pasándole el brazo a mi madre por la espalda y pegándola a ella para transmitirle seguridad, una seguridad que yo soñaba tener.

Por mucho que lo intenté, no era capaz de ver claro lo que llevaríamos a cabo. El sentimiento de culpabilidad por hacerle algo así a Luis no me abandonaba, a pesar de saber que tenían razón, que era lo que debía hacer.

Lo que había vivido hasta aquel momento no era una relación sana, pero no me sentía merecedora de nada mejor.

—Sé lo que está pasando, puedo verlo en tu mirada. No vas a estar sola y pronto se acabará esta pesadilla.

—Hija, escucha a Magui. Vamos a protegerte y la mejor manera es que, por ahora, vayas a vivir a Gerona. Luis no se lo imaginará.

—Imposible que lo haga, ya que ni yo sabía que mis abuelos tenían casa allí. Aunque era muy pequeña cuando murieron. —Añado.

—Cuando empezaste tu relación con Luis pensé en regalártela, pero algo dentro de mí me dijo que continuara con la boca cerrada —me explicó por primera vez que su propio instinto la puso en alerta.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.