Las señales de tu mirada

20

​La amenaza del Director Harding era una camisa de fuerza invisible. Ajustada, asfixiante, pero que yo debía fingir que me ponía por voluntad propia. En los pasillos de la escuela, me convertí en una sombra. Mis pies, que antes elegían el camino más corto hacia Jack, ahora buscaban la ruta larga, bordeando los límites del campus. Necesitaba que me vieran sola, enfocada, normal otra vez.

​Ante el ojo humano, yo había retrocedido. Si Jack se acercaba, mi sonrisa moría antes de nacer. Si nuestras miradas se cruzaban, yo desviaba mis ojos color miel primero, con una rapidez ensayada que rompía la conexión silenciosa que habíamos construido durante meses. Era un acto de traición forzada, el precio que el Director Harding le había puesto a mi futuro como maestra. Yo le daría lo que quería: discreción.

​Llegué a mi casillero sintiendo la necesidad de ir al galpón, pero entonces Gabriela y Gabriel me interceptaron. Sus rostros reflejaban una preocupación tensa que me oprimió el pecho. Ellos, a diferencia de casi todos, siempre habían estado bien con mi amistad con Jack.

Gabriel, con su eterna camisa de cuadros, fue el primero en hablar. Su tono era bajo y urgente. "Ava, tenemos que hablar. Ya casi no estás con nosotros, ¿y sabes? Tampoco estás con él."

​"¿Con quién?" pregunté, intentando que mi voz sonara tranquila. El estómago se me revolvió al tener que mentirles.

Gabriela, siempre más directa, me tomó del brazo, sus ojos fijos en los míos. "Con Jack. Los hemos visto. Antes se miraban, o se encontraban. Ahora te la pasas distante, con la mirada perdida en clase. ¿Qué pasa? ¿Jack te hizo algo? Porque sabes que si te hizo algo, yo..."

​"No, no, claro que no," la interrumpí, obligándome a sonreír con la falsa vergüenza que debía proyectar. "Jack no hizo nada. Simplemente me di cuenta de que tienen razón."

​"¿Razón sobre qué?" preguntó Gabriel, confundido.

​"Sobre la universidad. Sobre lo que quiero ser," dije, bajando la mirada. Sabía que esta era la única munición que funcionaría. "El Director me asustó con sus charlas sobre mi expediente y mis cartas de recomendación. Me hizo pensar... en lo que realmente quiero. Y lo que quiero es ser maestra. No puedo permitir que nada se interponga en ese camino."

​Dejé que mis palabras se llenaran de falso arrepentimiento y concentración.

​Hubo un silencio que me pareció eterno. Sentí la mirada de Gabriel escudriñándome, buscando la verdad detrás de mis ojos miel. Él siempre era más difícil de engañar.

​Entonces, Gabriela soltó el aire que no sabía que estaba conteniendo. Un alivio genuino inundó su rostro, pero venía acompañado de una profunda tristeza. Me dio un abrazo rápido y apretado, un gesto que se sintió más de pérdida que de celebración.

​Me alejé de mis amigos, sintiendo el peso de la mentira. Había ganado mi coartada, pero la discreción era una necesidad mutua y una dolorosa fachada. Cuanto más me alejaba de mi vida "normal", más rápido me acercaba al galpón y a la verdad.

​Llegué al galpón a las tres y diez. El motor del último bus escolar se había apagado hacía mucho, dejando un silencio denso. Empujé la pesada puerta de madera y el aire, cargado de olor a salitre y pintura vieja, me recibió como un abrazo.

​Pero apenas mis ojos se acostumbraron a la penumbra de la luz de queroseno, me congelé.

Jack estaba allí, de pie junto a su sofá gastado, con sus ojos verdes profundos fijos en mí. Pero no estaba solo.

Gabriela y Gabriel estaban parados justo enfrente de Jack, con los brazos cruzados. Sus expresiones no eran de alivio o preocupación, sino de una traición absoluta. Estaban allí, en mi refugio secreto, mirando a Jack como si fuera la prueba de que les había mentido.

​"¿Qué hacen aquí?" apenas pude susurrar.

Gabriel dio un paso hacia mí, y la decepción en su expresión fue un golpe más doloroso que la amenaza del Director.

​"Te seguimos," me espetó. "Jack tiene una reputación, y cuando mentiste tan mal sobre él, tuvimos que ver por qué. Y ahora lo entendemos. Te estás reuniendo de secreto con él."

Gabriela intervino, y su voz no tenía enojo, sino una profunda tristeza. "Nos mentiste en la cara, Ava. Dijiste que elegías ser la chica aburrida y enfocada. Pero te conocemos. Tú nunca dejas a un amigo solo, y mucho menos dejas al chico que te gusta por la amenaza de un adulto. Pensamos que, de todas las personas, tú confiarías en nosotros para lo que sea que estuviera pasando."

​Me dolía el pecho. La traición no era la mentira sobre Jack; era la mentira sobre ellos. Había puesto mi futuro por encima de su lealtad, y eso era imperdonable.

​Jack, con esa calma peligrosa que lo caracterizaba, permanecía quieto, observándome manejar la situación. Yo sabía que él no podía hablar. Estaba completamente expuesto. Me giré hacia él, y sus ojos me indicaron que mantuviera la calma. Vi cómo lentamente movía sus manos, signando algo solo para mí, rápido y con la tensión en sus músculos.

Jack: [Diles la verdad. Tienen que saber. Son tu escudo. Si confías en mí, confía en ellos.]

​Yo tragué saliva. Había planeado ser discreta, pero ahora tenía que exponer mi secreto, mi plan, y la razón por la que había mentido, todo a la vez, bajo la peor de las presiones.

​Me volteé completamente hacia mis amigos. Jack, a mi lado, era mi apoyo silencioso.

​"Tienen razón," dije, mi voz temblando ligeramente. "Les mentí, pero no por desconfianza. Les mentí para protegerlos... para protegerme de un monstruo."

Gabriel frunció el ceño, el escepticismo aún presente. "¿De qué mierda hablas, Ava? ¡Dinos qué está pasando!"




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