Las siete dimensiones

Las semillas sanadoras

Al día siguiente, llegaron al castillo, en donde encontraron a Imamú, Agastya y a Kayah ojerosos y algo maltrechos.

―¿Qué fue lo que pasó? ―preguntó Viviana, alarmada.

―Ya sembramos la semilla en nuestra dimensión ―dijo Agastya, agotada―, y fue más difícil de lo que pensábamos.

Los magos les contaron lo ocurrido. Siguieron al pie de la letra las instrucciones del libro de Thot para llegar al Gaia de su dimensión. Todo parecía sencillo, la entrada más directa al Gaia la encontraron en un dei de luz, un mundo muy pacífico. Pero cuando estuvieron a punto de cruzar, fueron atacados por una gigantesca hidra que los tomó desprevenidos.

Ellos confiaban en la paz de aquel dei, por lo que no llevaban las armas necesarias para atacar una criatura de tal peligrosidad. Con su magia lograron desmayarla, pero llevándose heridas de guerra.

―Gaalas, nuestra dimensión, es una de las más seguras ―dijo Soledad―, si esa hidra entró aquí, no quiero pensar qué nos esperará en las otras dimensiones.

―Chicos ―intervino Imamú―vamos a necesitar de ustedes para sembrar las semillas en las otras dimensiones. Sólo permítanos planear bien nuestras intrusiones.

Fue una noticia que los dejó entre la emoción y la preocupación. Kenneth les había contado que los gaias, que es donde mora el alma de cada dimensión, suelen ser sitios maravillosos, llenos de magia. Pero, por otro lado, podría significar enfrentar peligros insospechados.

Al siguiente día, Juliano se despertó en casa de Durs. Se asomó por la ventana hacia el patio y vio a Darel, entretenido en un taller improvisado. Bajó para saber qué hacía.

―Estuve revisando los cálculos que me dejaste la semana pasada ―dijo Darel, atornillando una placa de aluminio a una brújula―, y creo que si agrego este conductor… pásame ese cable ―Juliano le alcanzó un cable de oro―… atado con este superconductor, podría determinar cuál es el paso más seguro a un Gaia o qué grado de peligro puede haber en alguna entrada…

―¿Ya lo has probado?

―No ―respondió Darel―, pero lo probaré en el castillo.

Ambos chicos fueron junto con Durs al castillo, en donde mostraron el aparato modificado a Imamú. Ella sonrió satisfecha, felicitándolos.

Los magos se congregaron en el almacén oculto de Ikal. Se habían visto en la necesidad de borrar la memoria de todos los que sabían de esa sala, al menos momentáneamente. Ikal tenía ocultos demasiados escritos, aparatos y armas mágicas como para permitir que los humanos comunes husmearan en el lugar.

De momento, era ahí donde Darel había montado un laboratorio cibernético, y cada aparato había sido combinado con algún artefacto mágico.

Soledad hizo una floritura con su varita y tres rollos de papel con dibujos perfectamente torneados de distintos paisajes, volaron hasta colocarse en las paredes.

―Yo dirigiré el viaje hacia Thaaot ―dijo Imamú―, junto con Soledad, Neruana y Timtaya.

―Es quizá el mundo más puro de todos ―intervino Soledad―, en él moran los poseedores del encanto. Sólo se puede llegar al Gaia desde los subdeis mágicos que ellos han creado.

―Es un mundo cuyo único problema es la sobreexplotación de recursos ―dijo Neruana―, por eso se necesita una semilla de abundancia, para que esa dimensión resista el saqueo del hombre.

―Pero, por ser el más puro ―explicó Timtaya, una joven mujer quechua―, es en el que es más difícil es encontrar la entrada al Gaia. Juliano y Darel, su ingenio nos puede ser de utilidad, y tú, Irina tienes un instinto casi infalible. Ustedes tres irán con nosotros.

Los chicos observaron el dibujo que Soledad les mostraba, era de un bosque con una puerta en medio de la nada.

―Yo dirigiré el siguiente grupo, ―dijo Agastya―, iremos a Gethog, un mundo donde el escepticismo del hombre ha provocado que la ambición supere sus sueños y su consumo indiscriminado tiene el planeta sumergido en desechos.

―Ahí sembraremos una semilla de restauración ―Intervino Durs ―, Aidan y Auset irán con nosotros.

―La entrada más segura es por un dei de fantasía que sólo puede abrir alguien con mucha imaginación ―dijo Auset―, así que Pema nos será de ayuda. ―La niña tibetana se sonrojó.

―Igualmente necesitamos quienes puedan usar armas que protejan, pero que no dañen nada de ese dei. ―Intervino Aidan, un hombre irlandés―. Rulfo e Ignacio, irán con nosotros.

Se les señaló el dibujo de un pueblo pintoresco ente pinos y abedules.

―Yo llevaré el tercer y último grupo de esta primera expedición ―dijo el anciano Kayah―, Dharma, Shouta, Citlalli y Atziri me acompañarán.

―Iremos a Galethog ―comentó Shouta, un adolescente japonés―, en donde la sobrepoblación está mermando los recursos del planeta.

―No podemos sembrar una semilla de abundancia ―dijo la sonriente Dharma―, o continuarán reproduciéndose indiscriminadamente. Sembraremos una semilla de cordura, esperando que la gente evite reproducirse de ese modo tan irresponsable.

―Ahí moran los gusanos cósmicos, seres que viajan de dei en dei, abriendo portales, no a deis peligrosos, pero eso permite que criaturas mágicas crucen a esa dimensión a su antojo. Niara y Sirhan conocen mucho sobre animales, ―dijo Timtaya―, y Viviana ha aprendido casi de memoria, todo sobre bestias mágicas, así que son ustedes los que irán con nosotros. ―Señaló el dibujo de una selva con un cenote reflejando la luz de la luna.

―Yo me quedaré con el resto ―dijo Atish―, para monitorear desde aquí lo que sucede con ustedes.

Darel encendió un servidor central, y una serie de focos se activaron en una consola. Kenneth, Damyan y Danbi colocaron sillas cerca de la consola. La joven coreana activó un botón y los mismos paisajes de los dibujos se hicieron vivos en pantallas de cristal que flotaban por encima de la consola.

―Bien, creo que todo está listo ―dijo Kenneth―, los portales quedarán abiertos en cinco minutos exactos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.