El grupo entró en un bosque cuyo clima era muy agradable comparado con lo caluroso de San Basilio. Timtaya sacó de su bolsillo un pequeño teléfono celular. En la pantalla, veía la cara de Kenneth.
―Tenemos comunicación ―dijo volteando a ver a Darel ―, estos aparatos tuyos realmente funcionan.
―¡Claro que funcionan! ―intervino Irina con un tono chocante―, ustedes que no confían en mezclar la tecnología moderna con la magia…
―Pero lo hicimos, Irina, por eso los reclutamos a ellos ―interrumpió Neruana―, deja de ser tan insufrible.
Irina frunció los labios y Juliano y Darel ahogaron una risita burlona. Irina fue profesora a nivel básico toda su vida y estaba acostumbrada a dar órdenes y pretender siempre tener la razón, lo que la hizo un tanto pedante.
―Ahora, ¿por dónde? ―preguntó Soledad.
―Entraremos a un mundo encantado ―dijo Imamú―, ahí encontraremos a nuestro contacto.
Se dirigieron hacia una apolillada puerta de madera que estaba en medio del bosque. Al cruzar, el bosque fue reemplazado por un lugar, igualmente arbolado, pero con un paisaje distinto. Había un caudaloso río que terminaba en una cascada, la cual formaba un lago a un lado de un edificio un tanto derruido.
En la entrada del edificio descansaba un gato negro que abrió los ojos y se puso atento ante su llegada.
―Hola Imamú ―dijo el gato―, ¿vienes a buscar a Lupita?
―Hola, Medianoche. Sí, busco a Lupita, ¿crees que podrías llamarla? ―Dicho esto, el gato echó a correr dentro del edificio.
―¡Grandioso! ―exclamó Juliano―, ¡en esta dimensión los animales pueden hablar!
―No en toda la dimensión ―explicó Timtaya―, sólo en los mundos encantados. Son mundos creados de la imaginación de los poseedores del encanto.
El gato no tardó en llegar con una jovencita de quince años con cara de muñeca de porcelana. La chica sonrió haciendo que Neruana se sonrojara.
―¡Imamú! ―dijo la joven abrazando a la africana.
―¡Es un gusto verte de nuevo, hija!
―¿Ya la tienen entonces?, ¿ya tienen la semilla?
―La tenemos. ―Neruana se acercó, dubitativo alargando un objeto envuelto en una franela roja―. Toma, Lupita. Tú has sido elegida como guardiana de este mundo, así que eres tú quien debe sembrarla.
―¡Eso me parece genial! ―dijo Lupita tomando la franela, la retiró y dejó ver una enorme semilla alargada color verde brillante―. ¿Ya saben cómo llegar al Gaia de este mundo?
―Creo que ellos nos ayudarán con esto ―dijo Timtaya señalando a los niños―. Necesitamos que nos lleves a cada uno de tus niveles para que ellos determinen el mejor sitio para entrar al Gaia.
Darel sacó de inmediato un contador Geiger evidentemente modificado. Sacó algunas lecturas que dio a revisar a Juliano y éste de inmediato comenzó a realizar cálculos en una libreta. Irina echó una breve mirada.
―Debe ser en el tercer nivel.
―Eso aún no lo sabemos, Irina ―reclamó Juliano―, necesito las lecturas de al menos otros dos niveles más para poder hacer una triangulación y determinar el sitio exacto. ―Irina sólo encogió los hombros con un gesto arrogante.
Entraron al edificio, desde donde cruzaron al tercer nivel donde había una ciudad miniatura hecha y habitada en su totalidad por juguetes.
―Déjame adivinar ―dijo Neruana sonriente, tomando un perro blanco de peluche que intentó morderlo―, creaste este mundo cuando eras una niña.
―Fue el primer nivel que cree ―dijo Lupita―, comprenderás que es mi favorito.
―También lo sería para mí ―Neruana volvió a bajar al perro, quien le gruñó con su boca de hilo.
―¿Qué demonios le pasa a Neruana? ―reclamó Darel en lo bajo mientras hacía otra lectura―. Nunca es así de amable, y de hecho, creo que es la primera vez que le veo sonreír.
―Pues ¿tú qué crees? ―dijo Soledad en lo bajo, riendo―. Observen ―Soledad levantó la voz―. Deja de jugar, Neruana. Recuerda que tenemos que llegar antes de las siete. Tienes cita con el médico para tu colonoscopía
―¿Qué? ―gritó Neruana. Soledad y los niños ahogaron una risa ―. ¿De qué demonios hablas? Yo no tengo ninguna…
―¿Pero cómo no, si…? ―Soledad miró a Lupita y fingió un gesto condescendiente―Ah… oh si… no, claro que no ¿De dónde saqué tal cosa?
Lupita rio discretamente mientras Neruana lanzaba una mirada inquisidora a Soledad.
―Listo ―dijo Juliano―, para la siguiente lectura necesito avanzar al menos a un cuarto nivel.
―Seguro. ¿Vamos, Neruana?
Lupita ofreció su mano a Neruana quien, sonrojado, no dudó en tomarla.
Pasaron un nivel en donde había un bosque habitado por animales de granja y luego a un cuarto nivel con un pueblo lleno de gente en un donde se combinaba un bosque nevado con una playa tropical.
―Es en el tercero ―insistió Irina.
―¡Cállate, Irina! ―gruñó Juliano―, me distraes.
―Como quieras. Yo sólo quería apresurar las cosas, con eso de que el médico le tiene que revisar el trasero a Neruana…
Neruana miró de forma inquisidora hacia la niña, mientras el resto apretaban los labios para no reír. Juliano terminó sus cálculos y volteó a ver a Irina, frunciendo los labios.
―¿Y bien? ―preguntó Irina con un gesto de sorna.
―Creo que… lo intentaremos…
Juliano podía ver que sus resultados arrojaban que podían encontrar una entrada por el cuarto nivel, sin embargo, las probabilidades de llegar más rápido a esa entrada eran menores que las del tercer nivel. Irina lo veía con un gesto tan odioso que se veía tentado a decir que permanecieran en el cuarto nivel sólo por darle una lección y quitarle lo pedante.
―En el tercer nivel ―dijo Irina, en un tono sumamente odioso―. Vamos de regreso. ¿o no, Juliano? ―Juliano hizo un gesto.
―¿O no, Juliano? ―Juliano la remedó, fastidiado―. Sí, es en el tercer nivel.
Irina esbozó una sonrisa chocante y se dirigió por el camino de regreso al tercer nivel.