La alarma de mi teléfono suena desprendiéndome de un delicioso sueño en el que le hacía el amor a Ximena una y otra vez. La apago con rapidez para no despertar a las mujeres a mi lado y sonrío resignado al ver a mi pequeña, la causa principal de que la noche anterior no haya terminado con broche de oro, en el centro de la cama durmiendo plácidamente.
Ayer, cuando llegamos del pueblo ya entrada la noche, Pao nos recibió con dolor de garganta y fiebre, bajándome la calentura del dichos striptease en cuestión de segundos. Fue toda una locura porque cuando mi nena se siente mal, se vuelve una flojita llorona y eso me parte el alma.
Le reproché al pobre de mi hermano por no haberme llamado antes, pero resulta que sí lo hizo y yo, por andar de stripper, ni cuenta me di. Bueno, resumiendo: Pao se acostó con nosotros, era eso o yo en su habitación, pero la princesa pidió que fuera aquí y cuando al fin la fiebre remitió y ella consiguió dormirse, Ximena y yo intentamos hacer lo mismo. Y yo no sé para la princesa, pero en mi caso la palabra clave es "intentar", porque cada vez que cerraba los ojos, solo podía ver lo deliciosamente excitada que ella se veía y todas las cosas que me hubiese gustado hacerle.
Me restriego los ojos para espantar los vestigios del sueño y es entonces que me doy cuenta de que la princesa no está en la cama. La puerta del baño está abierta, así que tampoco debe estar ahí.
Me levanto de la cama y voy al baño. Efectivamente, Ximena brilla por su ausencia y eso es raro porque siempre soy yo el primero en levantarse y el que, a rastras, debe sacarla de la cama.
Me tomo mi tiempo aseándome y una vez termino, regreso a la habitación para asegurarme de que ya no tenga fiebre; toco su frente y me alivia sentir su temperatura normal. Le doy un beso en el cachete y acaricio su cabello. Sus ojitos se abren poco a poco, esta mocosa tiene el suelo ligero, me sorprende que no me haya sentido levantarme.
—Buenos días, preciosa. —Una sonrisita soñolienta se extiende por su rostro y se acomoda boca arriba. Se restriega los ojos y bosteza estirándose—. ¿Cómo te sientes?
—Bien —dice y se aclara la garganta porque su voz salió demasiado ronca—. Bien.
—¿Segura? —Asiente con la cabeza.
—¿Podemos no ir hoy a la escuela? —Frunzo el ceño, eso es raro, ella adora esa escuela porque tiene dos amiguitas nuevas de las que no para de hablar.
—¿Ya te aburrió? —pregunto acomodando su cabello detrás de sus orejitas y ella niega con la cabeza.
—No, pero me gustaría quedarme en la cama contigo todo el día mientras vemos películas. Igual que hacíamos en la casa cuando yo estaba enferma. —Me coge por una mano y me jala hacia ella; sin oponer resistencia, caigo a su lado en el colchón.
Bueno, creo que Daniel podrá descansar de mí hoy. Desde hace dos semanas, el rey ordenó que me preparara en administración de empresas, al parecer quiere que asuma un puesto junto a Daniel en la petrolera de su familia y honestamente, me ha venido de lo más bien porque pasarme el día en este lugar sin hacer nada es asfixiante.
—Pues dalo por hecho —le digo emburujándome en el edredón—. ¿Qué película quieres ver?
—No sé, cualquiera, yo solo quiero pasar el día contigo. Extraño un poco cómo eran las cosas en nuestra casa. —Sonrío melancólico, yo también extraño algunas cosas. Teníamos muchas necesidades, pero estábamos mucho más unidos, incluso, a pesar de mis largas jornadas de trabajo, siempre encontraba un tiempo para pasarlo entre nosotros.
—¿Quieres que le diga a Lucien que se nos una? Hay una habitación con una pantalla súper gigante en algún lugar del palacio.
Mi nena asiente entusiasmada.
—¿Crees que Ximena quiera unirse también?
—¿Quieres que la princesa se una a nosotros? Pensé que era algo en familia —pregunto divertido. Me gusta mucho saber que la princesa le cae bien y que quiera incluirla en nuestros planes.
—Ximena es familia, papá. Es tu esposa y a lo mejor, en un futuro, cuando ella esté lista, pueda ser mi mamá también. —Hace un puchero y retuerce sus deditos con nerviosismos.
Unas repentinas ganas de llorar me invaden, Pao quiere tener una mamá. Ojalá y las cosas fueran tan fáciles, aunque viendo los últimos sucesos, creo que la princesa ya no reniega del todo la posibilidad.
—Por cierto, ¿dónde está? —Me encojo de hombros.
—Ni idea, cariño, pero la llamaré para ver si quiere unirse a nosotros.
—¿Crees que esté enojada conmigo?
—¿Por qué lo estaría? —pregunto preocupado.
—Es que creo que durmió incómoda anoche por mi culpa, no paraba de moverse en la cama, a lo mejor está enojada porque invadí su espacio.
Aprieto mis labios con fuerza para no reír a carcajadas porque mi nena luce realmente preocupada, pero dudo mucho que Ximena no haya podido dormir porque ella se haya quedado con nosotros pues esta cama es gigante. Estoy seguro de que el insomnio de la princesa se debe a lo mismo que el mío: la frustración por no poder quitarnos la calentura que nos dejó el dichoso striptease.
—No, cariño, Ximena no está enojada contigo, ella… tampoco se sentía bien y por eso le costó dormirse. —Es lo único que se me ocurre decirle.