Las siete princesas

Cap 27 Elián

—¿Sucede algo? —pregunta Ximena una vez regreso con ellas.

—No, era Lucien que quería saber cómo estaba Pao. —Es lo único que se me ocurre decir y ahora que lo pienso, ¿qué mierda está haciendo ese mocoso que ni de su sobrina se ha acordado?—. ¿Quieren dar una vuelta para ver que hay en los alrededores?

—¡Siii! —grita Pao emocionada. Quien la ve hoy, no creería que anoche no podía con su alma. Tiene una energía que Dios se la bendiga.

Ximena tapa todos los recipientes para que no se mosqueen y se une a nosotros que la esperamos en la punta de la pequeña colina y con mi ayuda, baja. Caminamos en silencio por un rato siguiendo el borde de la pradera mientras el aire sopla contra nosotros alborotando nuestros cabellos y trayéndonos varios olores deliciosos procedentes de las flores. Este lugar es mágico.

Llegamos a un pequeño sendero que divide la pradera en dos secciones y no dudamos en tomarlo. Pao va unos pasos por delante de nosotros persiguiendo una mariposa y Ximena y yo vamos tomados de la mano como una pareja de enamorados… bueno, espero que ella esté enamorada, aunque me lo dijo pudo haber sido la adrenalina del momento, podría no significar nada.

Sacudo la cabeza, no quiero pensar en eso.

—Elián… —llama Ximena sacándome de mis pensamientos.

—¿Sí?

—¿No me vas a decir lo que dije ayer? —Se detiene haciendo un puchero que la hace ver adorable y yo no puedo evitar reír.

—¿Curiosa?

—Mucho.

Entrecierro los ojos como si lo estuviese pensando y luego sonrío.

—Lo siento, pero no. Tienes que recordarlo tú.

—Eres malo —murmura entre dientes mientras se acerca a Pao y yo río a carcajadas.

Seguimos caminando y conversando, admirando el paisaje y haciendo planes para regresar otro día, pero esta vez, traer a Reni, Betania, Lucas, Lucien, Anita y pasarnos el día juntos. Espero que cuando llegue ese momento, Joshua pueda venir de la mano de su amada.

Cuando regresamos a donde tenemos las cosas ya son pasadas la una de la tarde así que almorzamos y mientras Pao bebe unos jugos, Ximena y yo nos atrevemos con el vino, pero poco porque andamos con la niña. El resto de la tarde se va volado, jugamos de todo un poco y debo decir que el calor y el sudor es un asco, pero vale la pena cada segundo.

En algún momento recibo un mensaje de Reni avisando que ya todo está listo y los nervios comienzan a impacientarme. Espero que todo resulte bien y más importante, que ella lo disfrute.

Regresamos al palacio ya cayendo la noche. Pao está agotada, dormitando apoyada en las piernas de Ximena quien se dedica distraídamente a acariciarle el cabello. Cuando llegamos, cargo a mi pequeña y nos adentramos al palacio y tal y como le pedí a mi hermano, nos encontramos de casualidad, no tan casualidad en el gran Salón.

Pao no ofrece resistencia alguna para irse con su tío y rezando para no encontrarnos con nadie que pueda arruinarnos la noche, tomo a Ximena de la mano y aparentando que todo está bien y que mi corazón no late desenfrenado contra mis costillas, nos dirijo a la habitación.

—Pao parece haberla pasado bien, ¿verdad? —pregunta cuando entramos al pasillo que conduce a nuestros aposentos.

Me detengo a mitad de camino y a ella conmigo. Acuno su rostro con mis manos.

—Estoy convencido de que este ha sido uno de los mejores días en la vida de mi pequeña, Ximena. Gracias por regalarle tanta felicidad.

—No fue nada —murmura rascando su cuello nerviosa—. Mejor entremos… necesito un baño urgente.

Frunzo el ceño mientras ella camina delante de mí. ¿Un baño? Sonrío. Creo que será una noche realmente divertida.

Apresuro el paso para alcanzarla, abre la puerta y se queda paralizada en el umbral. Me acerco por detrás y sonrío al ver nuestra habitación a oscuras, iluminada únicamente por la luz de las velas que al estar dentro de copas de distintos colores, le da varias tonalidades haciéndolo todo más mágico.

La cama está vestida con un cobertor blanco y sobre él reposan pétalos  de flores de distintos colores; no forman un corazón, ni siquiera una palabra, simplemente están esparcidos sobre ella como si el viento los hubiese traído hasta ahí.

Frente a la puerta de cristal que da al balcón, hay una mesa para dos, en el centro, una cubitera con una botella de champán y varios platillos dispuestos alrededor que, si son obra de Carmen, estoy seguro de que estarán deliciosos. Un sonido bajo y suave se escucha desde un pequeño equipo de música en una mesita.

—¿Qué es todo esto? —pregunta Ximena en un hilito mientras se lleva las manos a la boca.

—Una pequeña sorpresa. —Pongo las manos en su cintura y pego su espalda a mi pecho.

—¿Pero cuándo…? ¿En qué momento?

—Digamos que tengo buenos cómplices. —Deposito un dulce beso en su hombro—. ¿Te gusta?

—Me encanta.

Sonrío y la incito a entrar. Cierro la puerta con pestillo para evitar que nos interrumpan y espero a que ella asimile la situación. Mira todo a su alrededor con asombro y debo aceptar que Reni ha hecho un buen trabajo, aunque tengo entendido que Lucien la ha ayudado. Es bueno saber que esos dos pueden llevarse bien.



#738 en Novela romántica

En el texto hay: humor, amor, princesas

Editado: 27.10.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.