Un poco aturdido debido a lo poco que he dormido, entro al cuarto, cojo mi ropa y voy directamente al baño para asearme. Aun no consigo creer que Betania esté desaparecida, es decir, ¿cómo puede desaparecer una persona en este lugar? Alguien tuvo que haber visto algo, ¿no? De lo contrario, si Mónica es la cabecilla de todo esto, creo que habrá demasiadas personas involucradas en el asunto.
No podemos confiar en nadie.
Cinco minutos después, salgo del baño totalmente vestido. Ximena aun duerme plácidamente y yo la envidio un poquito. Me habría gustado amanecer con ella entre mis brazos, se sintió jodidamente bien la noche anterior, pero ni modo, ya habrán más noches para eso y la situación de la princesa es más importante.
Pongo su teléfono en vibrador y le envío un mensaje desde el mío avisándole que tuve que salir con Daniel pues no quiero que se preocupe sin estar realmente seguros de que su hermana ha desaparecido. Le quito el vibrador al móvil y lo pongo en su lugar, deposito un beso en su frente y salgo de la habitación.
Joshua me espera impaciente revisando algo en su teléfono y cuando me siente, levanta su cabeza rápidamente.
—¿Sabes algo nuevo? —pregunto con la esperanza de que haya podido comunicarse con Betania, pero niega con la cabeza.
—No, pero sé dónde está David. Lleva una hora tranquilamente dentro de su despacho, como todas las mañanas.
—¿Y Mónica?
—Con la reina.
—Ok, vayamos con David. Joshua, ¿qué tanto confías en tus guardias? O sea, no hay que ser adivinos para saber que no están trabajando solos.
—No puedo responder por todos, pero hay algunos en los que confío casi completamente.
—Pues envíalos a la oficina de David, que no dejen que nadie entre luego de nosotros; que escuchen lo que escuchen detrás de esa puerta, nadie puede pasar.
Joshua asiente con una sonrisa en el rostro, creo que esa idea le gusta bastante y luego llama a alguien por teléfono y le da varias indicaciones.
Atravesamos el palacio sin toparnos con nada ni nadie fuera de lo normal y cuando llegamos a la puerta de la oficina de David, hay dos guardias custodiándola.
—Está ahí dentro —le dice el mayor a Joshua.
—Ya sabes qué hacer. —El guardia asiente con la cabeza.
—Joshua, sé que no hay nada que quieras más que caerle a golpes y romperle la vida, créeme, yo también quiero, pero no podemos hacerlo sin más. Necesito estar seguro de que cuando entremos, sabrás mantenerte a raya, de lo contrario tendré que pedirte que me esperes aquí.
—Estoy seguro de que David está detrás de su desaparición, señor Díaz…
—Llámame Elián —le interrumpo, en primer lugar porque odio que me llamen señor Días, no soy tan viejo y en segundo lugar, porque estamos intentando averiguar el paradero de la princesa y se ve jodidamente raro tanto formalismo.
—Ok, el punto es, David no nos dirá nada, habrá que sacárselo a la fuerza, así que para qué perder tiempo.
—Si tú lo golpeas, estarás en problemas.
—¿Crees que me importa?
—Puede que a ti no, pero estoy seguro de que a la princesa sí, por tanto, contrólate.
Hace una mueca con su rostro, pero termina asintiendo con la cabeza y a pesar de que sé que será técnicamente imposible evitar que Joshua le dé al menos un golpe a ese malnacido, abro la puerta.
David levanta la cabeza que tenía sumergida entre sus papeles y me observa confundido, pero a penas su mirada se cruza con la de mi compañero, una mueca de odio puro desfigura su rostro dejándome claro que sabe la relación entre el guardaespaldas y la princesa.
—Buenos días. ¿Podemos pasar? —No espero respuesta por su parte y me adentro a la oficina tomando asiento en uno de los sillones negros frente a su escritorio. Joshua se sienta a mi lado—. Bonito despacho —murmuro mirando a su alrededor. La verdad es que no me importa.
—¿A qué debo el honor de su visita? —pregunta y su sonrisa se ve más falsa que las prótesis de la abuela de Seth.
Miro detenidamente al hombre ante mí. Si nuestras suposiciones son ciertas y estoy convencido de que lo son, David ha secuestrado a la princesa y es increíble ver cómo eso no parece afectar sus nervios en lo más mínimo. Está impecablemente vestido como siempre, su pelo castaño perfectamente peinado hacia un lado, su rostro bien afeitado, sus dedos no muestran ningún síntoma de nerviosismo, o sea, no se ha comida las uñas ni mordido las cutículas. Su escritorio está ordenado y los documentos ante él tienen zonas marcadas en verdes y azul, lo que significa que puede concentrarse en lo que sea que está haciendo.
Todo eso me da a pensar que es un hijo de puta de sangre fría. Por supuesto, no soy detective ni sé analizar a las personas, son solo varias observaciones que me parecen válidas y por tanto, no me queda de otra que darle la razón a Joshua. Este imbécil no va a decir nada por las buenas y Betania puede estar en cualquier lado y en cualquier circunstancia, por tanto, no tenemos tiempo que perder.
—¿Dónde está Betania?
—¿Por qué tendría que saberlo?
—¿Por qué eres su esposo?