Las Siete Repúblicas: La Pluma

La Figura del Líder

Antes de la llegada de Fausto al poder, la población vivía con un miedo constante al enemigo exterior. Los muros que rodeaban las repúblicas eran un recordatorio perpetuo de esa amenaza. Sin embargo, en tan solo cinco años, Fausto logró cambiar el discurso público. Ahora, en las calles, los ciudadanos debatían sobre políticas y democracia, no sobre el miedo exterior. Las Siete Repúblicas se estaban transformando, y el gabrielismo, con su enfoque en el bienestar de los ciudadanos y la justicia social, se consolidaba como el motor de ese cambio.

A partir de ahí, Fausto se dedicó a fundar más instituciones y fortalecer la infraestructura del Estado: escuelas, hospitales, comisarías, universidades y estaciones de bomberos. Financiaba todas estas instituciones para el bienestar general de los ciudadanos. Aunque muchos veían esto como un gasto innecesario, era un gasto que valía la pena, pues la única forma de debilitar al ejército era dar a los ciudadanos miles de opciones, con más enfermeros y maestros en las calles que soldados.

En algunos actos patrióticos, el ejército no mostraba el menor respeto hacia él. Tradicionalmente, el jefe de Estado debía entregar el sable de honor a los graduados, pero algunos oficiales se lo quitaban bruscamente de las manos. Sin embargo, Fausto no era tonto; cuando intentaban arrebatarle el sable, lo tomaba y lo arrojaba detrás de él.

Con voz firme, gritaba a los cuatro vientos: —¡Insubordinación! ¡Degradado con un año de prisión domiciliaria!

Solo seis oficiales intentaron desafiarlo ese día; el resto pasó con honores. No obstante, Fausto no dejó pasar la insolencia. Subió al podio y dio su discurso: —Es pintoresco cómo ustedes no ocultan su desdén por mí. Pero déjenme ser muy claro: ¡NO TRATARÁN AL ESTADO REPUBLICANO COMO SU PATIO DE RECREO! Si alguno tiene, aunque sea una mínima molestia con mis órdenes, márchese o, mejor aún, dispárenme.

El salón quedó en completo silencio. —Quiero el desempeño del ejército de Neptún, la valentía del ejército de Foster, no a los asesinos del dictador Travis Francisco ni a los cobardes de Tamara Ojeda.

Tamara Ojeda había derrocado al tercer directorio de Argentum y gobernado de manera autoritaria, utilizando al ejército para masacrar a sus propios ciudadanos. Al final, cuando el Directorio de Inca y el Directorio de Neptún le declararon la guerra, ¿qué hizo Tamara? Huyó junto a sus seguidores, dejando una nación devastada al borde del colapso. Pasó sus últimos días sin ser juzgada en Artigas.

Fausto representaba una amenaza potencial para el ejército, pero este no podía hacer nada en su contra. A pesar de su descontento, no querían arriesgarse a dar un golpe de Estado, pues finalmente habían logrado limpiar su imagen ante la sociedad y no querían comprometerla nuevamente. Además, solo faltaban tres años para que Fausto dejara el poder, por lo que mostraban sus garras, pero no las usaban.

Fueron años tranquilos, con poca tensión en la sociedad. Las personas hablaban de deportes, política, festivales y teatro. La estabilidad social era similar a los años previos a la guerra. Sin embargo, como en toda sociedad democrática, siempre había tensiones, especialmente en lo referente a las ideologías.

Habían comenzado las campañas presidenciales, y los candidatos tenían que mostrarse al público, explicando por qué eran la mejor opción para la presidencia. Mientras tanto, Fausto, consciente o inconscientemente, recorría las Siete Repúblicas, ya sea para dar discursos, presentar obras o asistir a inauguraciones. Una de las características más destacadas de su presidencia fue la inauguración de muchas infraestructuras financiadas por el Estado y el fortalecimiento de las mismas a través de la diversificación institucional.

"Una nación democrática es fuerte y transparente si el pueblo está presente en ella", fueron algunas de las palabras más recordadas de Fausto. El gabrielismo empezaba a izar banderas con su rostro, su nombre y sus palabras.

Sin embargo, la oposición comenzó a atacar, encabezada por Aníbal Harrington. Había algo cierto en sus acusaciones: Fausto no daba el mantenimiento adecuado a las murallas. El ejército no tenía recursos suficientes para vigilarlas constantemente, y Fausto había ordenado que se controlaran solo una vez al año.

Para Aníbal, esto era un insulto. Su partido, cuya ideología se resumía en "Primero los muros", defendía un control estricto y permanente. Aunque eso implicara desviar recursos esenciales para la población —alimentos, medicinas y salud— hacia el ejército. Como decía el historiador Orlando Feria: "No importa cuán perfecta sea una estructura de poder, nadie controla el factor humano". Esto se reflejaba en casos de corrupción y desvío de recursos.

Fausto recordaba cómo, en su juventud, el ejército llegaba a su pueblo, se llevaba a los jóvenes y exigía alimento gratis. Luego, simplemente se marchaban. Así fueron los últimos años del directorio, un calvario monumental. Este rencor hacia los militares quedó marcado en él, y muchos especulaban que esa era la raíz de su conflicto con el ejército.

A pesar de todo, Fausto creó "La Caballería", un ejército que respondía únicamente al presidente. Esta unidad había sido entrenada con el pretexto de defender y ejecutar la palabra del poder ejecutivo, colocándose por encima de la policía y los militares en momentos de necesidad. Su función principal era sencilla: custodiar los recursos enviados a las bases militares y ser testigos de su entrega, no solo visualmente, sino también en los registros.



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En el texto hay: historia, apocalipsis zombie, politica

Editado: 17.12.2025

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