Las Siete Repúblicas: La Pluma

Epílogo: La Pluma

Un año después de su asunción, Victorino permanecía en su despacho. Estaba sentado, inclinado sobre el escritorio, firmando documentos sin pausa: proyectos de ley, decretos, resoluciones menores que, aun así, arrastraban el peso de un país entero. Leía cada hoja antes de estampar su firma, como si en cada línea buscara algo más que palabras.

Las horas pasaron sin que se diera cuenta. El silencio del despacho comenzó a volverse espeso. Finalmente, dejó la pluma, apoyó ambas manos sobre la madera y se puso de pie con un suspiro cansado. Avisó a los guardias que saldría a tomar aire.

Cruzó las puertas de la Casa de Gobierno y caminó sin rumbo fijo hasta una plaza cercana. No había demasiada gente; apenas algunos niños, un par de padres distraídos, el murmullo suave de la ciudad siguiendo su curso. Victorino se sentó en un banco y cerró los ojos. Por primera vez en el día, respiró sin apuro.

La tranquilidad duró poco.

—Buenas tardes, señor.

Victorino no abrió los ojos.

—Fausto —dijo simplemente.

—En carne y hueso.

Victorino sonrió apenas, con ese gesto cansado que no llegaba a ser alegría.

—¿Otra vez aquí?

Fausto se encogió de hombros.

—Vine con mi hija. No pensé que te encontraría.

Victorino abrió los ojos y miró hacia el arenero, donde una niña jugaba concentrada, ajena a todo.

—Ah... ya veo.

—¿No es linda? —dijo Fausto, con un orgullo que no intentó disimular.

—Sí, lo es —respondió Victorino—. ¿Y tu esposa?

—Está bien. En casa, cuidando al otro niño.

Victorino frunció el ceño, pensativo.

—Ese niño... ¿cómo se llamaba?

—Es la segunda vez que lo preguntas.

—Lo sé —dijo Victorino, con una leve mueca—. Esta vez lo recordaré.

—Luis. Como mi abuelo.

—Bonito nombre.

Fausto lo observó un instante antes de cambiar de tema.

—¿Y a ti? ¿Cómo te va?

Victorino apoyó la espalda contra el banco.

—Bien... dentro de lo que cabe. Rivas sigue siendo un dolor de cabeza. Harrington, un incordio constante, pero manejable.

—Rivas no se olvida —dijo Fausto—. Y yo tampoco.

—No estaba listo —admitió Victorino—. Ahora lo veo claro. Ya empezó a moverse, a preparar algo. Recorre el país, se reúne con gente... siete años antes.

—Quién sabe —dijo Fausto—. Tal vez sea presidente.

—Por favor, no.

Fausto soltó una risa breve.

—Me reuní con él. Y sí, tiene esa idea. Me pidió apoyo.

Victorino giró la cabeza.

—¿Y se lo diste?

—No. Le dije que no iba a volver.

—Una lástima —murmuró Victorino—. Tenía pensado un lugar para ti.

Fausto negó con la cabeza, todavía sonriendo.

—Gracias, Erick. Pero no. Ahora soy simplemente un padre, felizmente casado.

—Di eso dentro de treinta años —replicó Victorino—. Ya veremos.

—Vamos, no seas cascarrabias.

—Solo digo.

Victorino sacó una pipa del bolsillo de su abrigo y la encendió con calma.

—¿Quieres?

—No —respondió Fausto—. Todavía tengo traumas con eso.

—Cristalito.

Victorino aspiró el humo y dejó que saliera despacio.

—Lo necesitaba.

—Se nota.

Guardaron silencio. Miraron el parque: los niños corriendo, la vida siguiendo su curso sin discursos ni decretos. Durante unos segundos, ninguno fue presidente ni ex presidente. Solo dos hombres mirando pasar el tiempo.

—Fausto —dijo Victorino al fin.

—Dime.

—Siempre tuve una duda. ¿Qué sentiste cuando te convertiste en presidente... a esa edad?

Fausto sonrió, sin apartar la vista de su hija.

—Miedo —respondió—. Pero también... esperanza.

—Ya veo.

Fausto lo miró entonces.

—¿Y tú? ¿Qué sentiste?

Victorino tardó en responder.

—Felicidad. Lo había conseguido. Después de tanto luchar... lo logré.

—Ahora yo tengo una duda.

—Pregúntala —dijo Victorino, entre bocanadas de humo.

—¿Por qué dejaste la política después de que Karen ganó?

Victorino quedó en silencio. El humo se disipó antes de que hablara.

—Por dos razones. La primera: no había nada más que hacer. No me postulé a nada y necesitaba descansar. La segunda... quería ver qué hacías tú.



#1744 en Otros
#320 en Novela histórica
#322 en Joven Adulto

En el texto hay: historia, apocalipsis zombie, politica

Editado: 17.12.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.