¡No puedo morir aquí!- pensaba, mientras algo espeso y tibio recorría su frente, un golpe fuerte en la cabeza, la había dejado tendida en los fríos adoquines de aquel callejón mal oliente; llovía, inmóvil en aquel frio y húmedo piso de piedra contemplaba sus opciones, no podía gritar, o tan siquiera emitir un triste barullo, le dolía demasiado respirar; entonces la escucho, aquella risa escabrosa que se colaba entre los truenos de aquella noche tormentosa, lo entendió entonces, ese era el final.
Lo hizo de nuevo- dice el inspector a cargo del caso de Marie,-Ya van 3 mujeres muertas en menos de un mes, que se supone que digamos ahora, ¿que las leyendas son ciertas?-, no concibo la forma de explicar cómo es que siempre las hayamos en la mañana sin ojos y con aquella expresión de horror en sus rostros.-
-Solo llamemos a alguien para que limpie esto antes que comience la circulación los carruajes o correrá el pánico entre las personas.-
-Está bien pero hazlo tú, los pies están matándome-, Ha Ha Ha, siempre tan diligente inspector-, lo reprocho su subordinado. -Solo busco darte más protagonismo Andrew eso es todo, no lo mal interpretes-, Si claro, mejor ve a buscar una silla ya me canse de tus historias- Dijo Andrew con sarcasmo y resignación. Después de todo él era el inspector y aunque creyera aquellas historias locas que recorrían los bares él siempre le había guardado mucho respeto por haber resulto tanto casos, convirtiendose en poco tiempo en el mejor del equipo, sin embargo con el paso de los años se habia vuelto flojo.