Acepté el contrato con dudas. ¿Por qué alguien como él necesitaba mi protección? Nueva York estaba llena de secretos, y yo estaba a punto de entrar en uno de los más oscuros. Maximiliano imponía condiciones: obediencia, discreción, lealtad. Yo no estaba acostumbrada a obedecer.
Cada palabra suya era un desafío, y cada mirada, un choque de voluntades. —No soy tu soldado —le dije, mirándolo directo a los ojos. —No, Anastasia —respondió con calma—. Eres mi arma más valiosa.
Su voz era firme, dominante, pero había algo más: un matiz que no lograba descifrar. Algo roto. Algo que me llamaba
Maximiliano
Las reglas eran simples: obediencia, discreción, lealtad. Anastasia no aceptaba ninguna. Su rebeldía me irritaba, pero también me atraía. En mi mundo, el control lo es todo. Sin embargo, ella era la excepción que amenazaba con derrumbar mi fortaleza.
Lo que Anastasia aún no sabía era que mi contrato con ella no era solo por protección. La Bratva me observaba desde Moscú, y yo necesitaba alguien capaz de sobrevivir en ese mundo. Ella sería mi escudo, mi fuego… o mi perdición.
Editado: 24.12.2025