Las Sombras De MulÁn

Capítulo 6: La conspiración.

Mulán y Shang intercambiaron una mirada rápida. No había duda estaban ante una amenaza realmente peligrosa, si el más cercano al Emperador estaba traicionándolo, ahora podían esperar cualquier golpe de donde viniera, ambos pasaron algunas horas mirando los pergaminos que había frente a ellos, todo bajo el escrutinio del ministro

—Si esto es lo que parece —dijo Shang con la voz tensa—, entonces no podemos permitir que el emperador caiga

El ministro suspiro, como si ya hubiera anticipado esa respuesta. Con un gesto pausado, enrolló el pergamino y lo guardó dentro de su túnica.

—Me temía que reaccionarían así. Qué lástima… Han demostrado ser inteligentes y valientes. Hubieran sido de gran utilidad para la causa

Mulán sintió cómo el ambiente se cargaba de tensión. Sus músculos se preparan

—Nuestro propósito es proteger el Imperio —replicó ella, dando un paso adelante—, no traicionarlo

El ministro alarmantemente con frialdad y chasqueó los dedos, de inmediato, desde las sombras emergieron cuatro guardias, armados con lanzas y vestidos con armaduras negras, diferentes a las de la guardia imperial. Eran altos y fornidos, los cuatro se posicionaron alrededor del capitán y de ella. Ambos no dudaron en posar sus manos en las espadas

—Es una pena que tengan que desaparecer —dijo el ministro con fingida tristeza—. Pero el destino del Imperio ahora está en nuestras manos

Sin más advertencias, los guardias se lanzaron a ellos, Shang desenvainó su espada en un instante, bloqueando la primera lanza con un movimiento rápido. Mulán esquivó un golpe y, con una patada ágil, derribó a uno de los soldados. El sonido del metal chocando resonó en la pequeña habitación.

Uno de los guardias intentó acorralar a Mulán contra la pared, pero ella reaccionó con rapidez, usando su agilidad para impulsarse y saltar sobre él, cayendo a su espalda y desarmándolo con un golpe certero. Shang, por su parte, bloqueó dos ataques simultáneos, girando su espada con precisión para desarmar a uno de sus oponentes. Sin embargo, el cuarto guardia se acercó con un puñal, intentando apuñalarlo por la espalda

—¡Cuidado! —Grito Mulán

En un movimiento desesperado, Mulán arrojó una antorcha contra el soldado, haciendo retroceder justo un tiempo para que Shang pudiera derribarlo con un golpe de certero en su estómago. Solo quedaba el ministro. El hombre ya no sonreía. En su lugar, desenrolló el pergamino y lo sostuvo sobre la antorcha cayendo en el suelo, amenazando con quemarlo

—Puede que me detengan —dijo con voz fría—, pero si destruyo esto, jamás sabrán quienes son los traidores

Mulán reaccionó en un instante. Con un rápido movimiento, arrojó su daga, que pasó rozando la mano del ministro y le hizo soltar el pergamino justo antes de que las llamas lo encendieran. Shang se abalanzó sobre él y lo derribó al suelo, inmovilizándolo, respirando con dificultad, Mulán reconoció el pergamino

—Se acabó —dijo Shang, sujetándose al ministro con firmeza.

Pero Mulán sabía que no, que esto apenas era el principio. El documento que tenía en sus manos era la clave para desmantelar la conspiración. Solo faltaba una cosa: llevar ante el Emperador antes de que los traidores pudieran llegar a él

—Debemos movernos —dijo ella, guardando el pergamino en su cinturón—. Aún tenemos tiempo para detener esta traición antes de que sea demasiado tarde.

Shang amarro a una silla y amordazo al ministro dejándolo dentro de aquella habitación; sin perder un segundo más, ambos se apresuraron a salir del pasadizo, dejando atrás la sala secreta. Al salir del pasadizo, Mulán y Shang se encontraron con un palacio envuelto en la quietud de la noche. La luna iluminaba los jardines con un tono aperlado y el aire fresco llevaba consigo el eco lejano de las patrullas imperiales.

—Debemos llegar hasta el Emperador sin ser vistos —susurró Shang, su mirada alerta.

Mulán asintió y ambos se deslizaron entre la oscuridad, avanzando por los pasillos laterales del palacio. Pero no habían recorrido mucho cuando un grupo de soldados apareció al final del corredor. No llevaban la armadura imperial, sino túnicas oscuras sin insignias, y su líder, un hombre de expresión dura, los miró con sospecha.

—¡Deténganse! —ordenó, desenvainando su espada.

Mulán y Shang se miraron por un instante, comprendiendo que no había escapatoria. La única opción sería pelear.

—Espero que no estés cansado —bromeó Mulán, sacando su espada.

—Nunca —respondió Shang con una leve sonrisa antes de lanzarse al combate.

Las espadas chocaron con un sonido metálico que resonó por el pasillo. Mulán esquivó el primer ataque y contraatacó con precisión, derribando a uno de los hombres con un golpe rápido. Shang, con su entrenamiento impecable, se encargó de dos adversarios a la vez. Pero el líder de los soldados oscuros no era un oponente común. Esquivó la estocada de Mulán con una agilidad sorprendente y contraatacó con un tajo que casi la alcanza.

—Así que tú eres la famosa Fa Mulán —dijo con una sonrisa arrogante—. Qué decepción, esperaba algo más.

Mulán apretó los dientes y se lanzó de nuevo a la pelea. No podían permitirse perder. El Emperador aún estaba en peligro, y el tiempo se agotaba; Mulán bloqueó el golpe del soldado con su espada, sintiendo la fuerza del impacto recorrer su brazo. Retrocedió un paso y buscó una apertura en la defensa de su oponente. Shang, por su parte, derribó a otro enemigo con un rápido giro de su espada, dejándolo inconsciente contra la pared. Pero antes de que pudiera girarse para ayudar a Mulán, sintió un frío filo rozar su cuello.



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En el texto hay: fanfic, princesa guerrera, mulan fa

Editado: 28.03.2025

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