El viaje de regreso a la capital fue silencioso, pero lleno de un aire de victoria. Mulán sabía que, aunque Sui Chang había caído, aún quedaba mucho por hacer. La lucha por la paz en el Imperio no se terminaría con la captura de un solo enemigo, pero el esfuerzo de ese día les había dado una gran victoria.
Al llegar al palacio, la multitud que se había reunido frente a las puertas del Emperador se silenció al ver a Sui Chang siendo escoltado por los soldados. Mulán y Shang marchaban a su lado, mientras los guardias abrían paso. El ambiente estaba cargado de tensión. La captura de Sui Chang era solo el primer paso en un plan mucho más grande, pero todos sabían que esa era una victoria importante.
Cuando llegaron al salón del trono, el Emperador los esperaba con una mirada intensa, frente a él se encontraba aquel hijo que cuido por años, a quien le dio lo mejor y que ahora lo había traicionado por poder. Mulán y Shang lo acompañaron hasta los escalones, donde el prisionero fue arrodillado ante el Emperador, escudriño a Sui Chang por largos u silenciosos minutos. Finalmente, el Emperador rompió el silencio.
—Sui Chang. Has cometido crímenes contra el Imperio. Has sembrado caos y desconfianza en nuestras tierras. ¿Tienes algo que decir en tu defensa? —Sui Chang levantó la cabeza, su rostro marcado por el orgullo y la ira, a pesar de estar cautivo.
—Mi lucha no es contra el Imperio, sino contra la corrupción que lo consume desde dentro. Ustedes son los verdaderos villanos, no yo. Yo solo busco la libertad —. Mulán resoplo ante esa respuesta
—No necesitas justificar tus crímenes, hijo. La libertad no se consigue a costa de la muerte y el sufrimiento de inocentes. Los que luchan por la justicia no se esconden en las sombras, ni roban ni matan —. Sui Chang sonrió, una sonrisa fría que heló el aire.
—La justicia es un concepto moldeable. El verdadero poder está en las manos de quien lo toma. Y yo lo tomé.
El Emperador lo miró fijamente, antes de hacer un gesto hacia sus consejeros. Uno de ellos se adelantó y comenzó a leer las acusaciones en voz alta, detallando los crímenes de Sui Chang: secuestros, robos de recursos, traiciones a aliados, y su intento de desestabilizar la región para tomar el control.
—Todo eso será juzgado con rigor —dijo el Emperador con calma, su voz firme y autoritaria—. El Imperio no permitirá que el caos siga reinando.
Sui Chang se mantuvo en silencio, pero sus ojos brillaban con furia, su mirada recorrió a todos los presentes en el lugar, sus manos temblaron levemente al percatarse que no había ni uno de sus aliados ahí. Shang dio un paso hacia el Emperador.
—Su Majestad, ¿Cómo procederemos con él? Sabemos que sus seguidores aún están en las sombras. Podrían intentar liberar a Sui Chang.
El Emperador asintió, pensativo. Entendía que el castigo para los delitos que su hijo había cometido solo lo llevarían a la muerte, pero no podía dejar que sus sentimientos de padre interfirieran con su deber como máximo dirigente del imperio; con pena y un peso en el pecho miro una vez más a su hijo quien no mostraba nada de arrepentimiento por lo que hizo
—Lo sé. Pero debemos asegurarnos de que Sui Chang pague por lo que ha hecho. Su ejecución se llevará a cabo antes del atardecer. Con eso daremos un mensaje claro a todos los que siguen su camino. En cuanto a sus seguidores, los rastrearemos. No descansaremos hasta desmantelar su red por completo.
—Su majestad —Mulán dio un paso hacia el Emperador —¿Está seguro de su decisión?
—Sui Chang debe comprender que no puede escapar de las consecuencias de sus actos —. El emperador hablo con firmeza. —Por ahora enciérrenlo y mantengan vigilancia hasta la hora de ejecución
Sui Chang frunció el ceño, pero no dijo nada. Sabía que no tenía opciones y no rogaría por su vida, al menos no a su padre. Mulán, sin embargo, no podía dejar de pensar en sus palabras. Sabía que Sui Chang había sido una pieza en un juego mucho más grande, y aunque su captura era un logro, las sombras del Imperio seguían al acecho.
—Todavía hay mucho por hacer —dijo Mulán en voz baja, casi para sí misma mirando como el preso era sacado de la sala. Shang se acercó a ella y la miró con una ligera sonrisa.
—Lo sé. Pero hoy hemos ganado. Y ese es un buen comienzo
A pesar de la victoria, una sombra de preocupación seguía rondando el corazón de Mulán. Sabía que este era solo el principio de un conflicto más grande, y su misión aún no había terminado. El futuro del Imperio dependía de poder sacar información de Sui Chang, ella volvió su atención al emperador quien de nuevo se había sentado en su trono; sin bacilar se posó frente a él con una inclinación procedió a hablar
—Su majestad pido su permiso para interrogar al detenido —el Emperador asintió con solemnidad.
—Tienes mi permiso, Mulán. Pero recuerda, Sui Chang es astuto. No cederá con facilidad.
—Lo sé, majestad —respondió ella con determinación.
Acompañada por dos guardias y el capitán Shang, Mulán descendió a la zona de calabozos del palacio. El aire era pesado, cargado con el olor de la humedad y el eco de gotas de agua que caían en la piedra. Al final del pasillo, en una celda iluminada apenas por una antorcha, Sui Chang permanecía sentado con las manos encadenadas a la mesa de madera. Cuando Mulán entró, el prisionero alzó la vista y sonrió con ironía.