Las Sombras de Raven's Bay

Capitulo 2

John Carter regresó al interior del apartamento con la carta aún en la mano. La había leído cinco veces, pero seguía sin tener sentido. No había firma, solo una caligrafía antigua, ligeramente temblorosa, y esa advertencia que no podía ignorar: “Lo que ocurrió con Samantha Clarke no fue un accidente. Pregunta por ella. El pueblo recuerda, aunque prefiera callar.”

Encendió la chimenea. No por el frío, sino por costumbre. Necesitaba el murmullo del fuego para pensar.

Samantha Clarke… El nombre resonaba como un eco desde el pasado. Recordaba vagamente la historia: una universitaria que desapareció sin dejar rastro. Apenas veinte años, estudiante de literatura, hija de un matrimonio aparentemente ejemplar. Su caso había sido una de esas noticias que la prensa olvida rápido, enterrada entre crímenes más recientes y escándalos políticos. Pero él la había leído, claro que sí. No era de los que olvidaban a los desaparecidos.

Decidió empezar por el único lugar lógico: los archivos. Si el asesinato —si es que fue uno— no se resolvió, debía haber inconsistencias. Y si alguien en el pueblo quería que él lo resolviera ahora, entonces más de uno tenía algo que ocultar.

La biblioteca municipal de Raven’s Bay conservaba aún ese aire de otra época: estanterías de madera maciza, olor a papel envejecido y silencio absoluto. Una mujer menuda, con el cabello blanco recogido en un moño impecable, lo recibió con una sonrisa profesional.

—¿Le puedo ayudar en algo? —preguntó con voz suave.

—Busco información sobre un caso de hace veinte años. —Samantha Clarke —dijo Carter, observando cualquier reacción en el rostro de la bibliotecaria.

Hubo una pausa mínima. Pero Carter era experto en leer silencios.

—Claro —respondió ella tras ese segundo de más. Recuerdo a Samantha. Muy dulce. Qué tragedia… Siga por aquí.

Lo condujo hasta una sala donde se guardaban los periódicos locales en microfilm. Carter trabajó por más de una hora, rebuscando en titulares amarillentos. Finalmente, encontró lo que buscaba:

"Joven desaparecida en Raven’s Bay. Última vez vista saliendo de la universidad. La policía mantiene abiertas todas las líneas de investigación".

Pocas semanas después, otro titular:

"Sin rastro de Samantha Clarke. Familia colabora con la policía. El caso se enfría".

Nada más. Como si la tierra se la hubiera tragado. Sin testigos, sin cuerpo, sin sospechosos.

Demasiado limpio.

Carter cerró el archivo con un suspiro. Había algo que no cuadraba, y eso solo aumentaba su determinación.

Esa tarde, condujo hasta la antigua casa de los Clarke, una imponente construcción de piedra a las afueras del pueblo. Rodeada de un jardín mal cuidado y enredaderas que trepaban las paredes como dedos esqueléticos, parecía haber envejecido veinte años en una década.

Un hombre abrió la puerta. Canoso, mirada dura, labios apretados.

—¿Señor Clarke? —preguntó Carter

—¿Quién pregunta?

—John Carter. Estoy investigando la desaparición de su hija.

El silencio cayó como un hacha. Clarke lo miró con una mezcla de sorpresa y rechazo.

—¿Después de veinte años? ¿A qué viene esto?

—He recibido una carta anónima. Alguien quiere que el caso se reabra.

—Ese caso mató a mi esposa —dijo Clarke con la voz quebrada. Se obsesionó buscando respuestas. Hasta el último día. Murió sin saber qué le pasó a nuestra niña.

Carter mantuvo la mirada firme.

—Tal vez podamos darle esa respuesta ahora. Pero necesito su ayuda.

Clarke dudó, luego abrió la puerta por completo.

—Pase

El interior de la casa estaba bañado en sombras. Carter percibió olor a madera vieja, libros y algo más… un dejo a encierro. Como si el tiempo se hubiera detenido justo el día en que Samantha desapareció.

—Mi esposa no dejó de buscar pistas hasta el último día —repitió el señor Clarke, con la voz cansada mientras lo conducía a una pequeña sala con fotografías enmarcadas—. Esta fue la última que se tomó con nosotros. Cumplía veinte años.

Carter se acercó. En la imagen, una joven de sonrisa amplia y ojos oscuros posaba entre sus padres, luciendo una bufanda roja.

—¿Cuándo encontraron el cuerpo? —preguntó, sin rodeos.

Clarke bajó la mirada.

—Dos años después. Lo encontraron unos niños jugando cerca del acantilado norte… entre las rocas. Estaba tan deteriorado que apenas pudieron identificarla por un anillo con sus iniciales. —Hizo una pausa, tragando saliva. El forense dijo que fue estrangulada. Que la arrojaron al mar después.

—¿Hubo sospechosos?

—Todos. Nadie. —Su voz se tornó amarga. El novio de entonces fue interrogado. Los profesores, amigos, hasta el jardinero de la universidad. Todos tenían coartadas, pruebas o simplemente falta de motivos. Dijeron que probablemente fue un forastero. Un crimen sin sentido. Cerraron el caso… oficialmente.

Carter frunció el ceño. Eso no le sonaba bien.

—Y extraoficialmente

El padre lo miró, tenso.

—Hay quienes dicen que ella sabía algo. O que se metió con la persona equivocada. No lo sé. Samantha no hablaba mucho de su vida personal. Era brillante, sí… pero reservada.

—¿Tenía enemigos?

—Todos tenemos, ¿no le parece? —replicó Clarke, amargamente. Pero enemigos que quieran matarte, eso ya es otra historia.

Carter se levantó, observando nuevamente la foto.

—¿Y esa bufanda?

—¿Qué pasa con ella?

—¿La tenía puesta cuando encontraron el cuerpo?

Clarke negó con la cabeza.

—Desapareció. Nunca la encontraron.

Un detalle insignificante… o no.

—¿Le molestaría si empiezo a hacer preguntas por el pueblo?

El hombre suspiró, derrotado.

—Si cree que puede encontrar algo después de tantos años… hágalo. Pero tenga cuidado. Aquí la gente olvida rápido lo que no le conviene recordar.

Carter salió de la casa con una lista mental de cosas que investigar: el novio de Samantha, los amigos cercanos y la universidad. Todos esos nombres ocultaban secretos, estaba seguro.



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En el texto hay: #suspense, #asesinato, #crimen

Editado: 03.06.2025

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