Capítulo 13

La lluvia golpeaba con suavidad los cristales de la ventana cuando Carter salió del despacho del rector. La conversación con Vivien lo había dejado con más preguntas que respuestas. Su actitud nerviosa, su reticencia a hablar del profesor Ellwood y esa mirada que evitaba la suya en todo momento... Todo apuntaba a que sabía más de lo que había contado.
Decidió sentarse en una de las mesas del archivo para revisar de nuevo el expediente del difunto profesor. Entre notas administrativas y calificaciones, encontró una carta firmada por Vivien de hacía más de veinte años, en la que elogiaba el trabajo académico de Ellwood lo recomendaba como mentor. Pero había una frase subrayada que le llamó la atención:
"Confío plenamente en su criterio con los alumnos. Su dedicación, en especial con Samantha Langley, ha sido ejemplar."
Carter se recostó en la silla, frunciendo el ceño. ¿Qué quería decir exactamente con "especial"? ¿Había celos? ¿Sabía Vivien del romance que Samantha había descubierto?
De pronto, el teléfono vibró sobre la mesa. Era un mensaje de texto de Clara:
He recibido otra carta. No tiene remitente. Estoy asustada. ¿Podemos vernos?
Carter contestó de inmediato y se dirigió a la cafetería del campus donde Clara lo esperaba, envuelta en un abrigo grueso y con los ojos ligeramente enrojecidos.
—¿La has traído? —preguntó Carter al sentarse frente a ella.
Clara asintió y sacó de su bolso un sobre blanco sin sello. Lo abrió con manos temblorosas y le pasó la hoja.
"¿No os dije que dejarais a los muertos descansar? Tú podrías ser la siguiente. Cierra la boca."
Carter leyó la nota varias veces. La caligrafía era irregular, claramente distorsionada, como para no permitir ninguna identificación clara.
—¿Alguien más sabe que recibiste esto?
—Solo tú. Me llegó esta mañana, en el buzón de mi casa.
—Haz las maletas y quédate en un hotel. No vuelvas sola a casa hasta que esto se aclare —le dijo con tono firme.
Ella asintió, visiblemente nerviosa.
Después de asegurarse de que Clara estaba a salvo, Carter se dirigió a su coche. La cabeza le daba vueltas. ¿Quién más sabía del contenido del diario de Samantha? ¿Era posible que el asesino estuviera vigilando a los antiguos amigos de la joven?
Cuando tomó la carretera de regreso a su cabaña en las afueras del pueblo, se percató de que algo no iba bien. El pedal del freno estaba más blando de lo habitual. Probó de nuevo. Nada. El coche empezó a deslizarse en la bajada.
Con rápidos reflejos, tiró del freno de mano y giró el volante hacia una zona de tierra al borde de la carretera. El coche se detuvo tras un golpe seco contra una señal.
Bajó, jadeando, el corazón desbocado. Abrió el capó y revisó. El depósito de líquido de frenos estaba seco.
Alguien lo habían por segunda vez manipulado.
—Esto ya no es solo una advertencia —murmuró Carter, con la vista fija en la oscuridad del bosque.
Mientras llamaba a la grúa, se repetía una y otra vez las palabras de la última carta: "Tú podrías ser la siguiente". ¿Quién estaba tan desesperado por silenciar a los que sabían la verdad?
Al volver al campus al día siguiente, Carter solicitó los registros de personal de hace veinte años. Necesitaba saber con exactitud qué relación tenía Vivien con el profesor Dalmont en ese entonces. Una vieja secretaria, que aún trabajaba allí, le reveló algo más inquietante.
—Siempre pensé que ella estaba enamorada de él. Lo seguía a todas partes, lo admiraba, lo defendía. Pero algo cambió cuando Dalmont empezó a pasar más tiempo con Samantha.
—¿Lo celaba?
—No sé si eso... pero hubo un día que Vivien vino llorando y se encerró en su despacho. Después de eso, evitaba a Samantha como si fuera una amenaza.
Carter tomó nota. El círculo se estrechaba. Pero también los peligros crecían. Ahora había más de un nombre en su lista, y todos tenían algo que ocultar.
Y alguien, muy cerca, estaba dispuesto a matar para mantener el pasado enterrado.