Las Sombras de Raven's Bay

Capítulo 19

La noche había caído sobre Raven’s Bay con un aire denso, como si el pueblo entero contuviera la respiración. En la habitación del hostal, Carter encendió la lámpara de escritorio y colocó el mechero sobre la mesa. Su superficie plateada reflejaba la luz cálida con un brillo metálico.

Tenía grabadas las iniciales S.E. y un arañazo profundo en uno de los bordes. Al abrir la tapa, el clic resonó en la habitación silenciosa. Había algo inquietante en ese sonido, algo que evocaba la imagen del faro y la silueta borrosa que había visto entre la bruma.

No había pruebas sólidas de nada aún. El mechero podía haber estado allí por mil razones. Pero Carter sabía que en su oficio las casualidades eran solo disfraces de la verdad.

Lo examinó durante unos minutos más. Había un leve olor a gasolina, reciente, como si alguien lo hubiera usado no hacía mucho. Lo guardó con cuidado en una pequeña bolsa de evidencias y la cerró con cinta adhesiva. No lo entregaría todavía. Quería saber más antes de que la policía local lo echara todo a perder.

Apagó la lámpara y se sentó junto a la ventana, observando la niebla que cubría el puerto. Desde allí, Raven’s Bay parecía dormido, pero Carter sabía que bajo aquella calma se ocultaba un hervidero de miedo y secretos.

Recordó la conversación con Ethan, sus manos temblorosas, sus respuestas inseguras. No lo veía como un asesino, pero sí como alguien que sabía más de lo que admitía. Y después estaba Steven. Siempre tan correcto, tan dispuesto a ayudar… demasiado dispuesto, quizás.

A la mañana siguiente, el aire estaba cargado de humedad y el cielo cubierto por un gris plomizo. Carter salió a caminar por el paseo marítimo; necesitaba ordenar sus pensamientos. El viento arremolinaba restos de arena y papeles viejos, y las gaviotas graznaban en el puerto, impacientes por las redes recién recogidas.

Pasó por delante de la vieja tienda de aparejos, donde un grupo de pescadores discutía en voz baja. Cuando lo vieron, callaron de inmediato. La hostilidad en sus miradas era tan espesa como la niebla.

—Los de fuera siempre traen problemas —susurró uno cuando ya se había alejado.

El detective no se giró, pero escuchó cada palabra. Sabía que el pueblo estaba al límite: demasiadas muertes, demasiados recuerdos removidos. Y alguien allí fuera prefería mantener todo enterrado.

De regreso al hostal, vio a Steven hablando con el encargado de recepción. Parecía relajado, incluso bromista, pero al notar su presencia, su expresión cambió. No miedo, sino atención. La clase de interés que muestra quien no quiere perder detalle.

—Buenos días —saludó Steven con su tono habitual.

—Buenos días —respondió Carter.

—Salí a dar una vuelta. El pueblo está lleno de rumores. Todos hablan de Helena, de Samantha, de viejos secretos. Parece que Raven’s Bay no olvida.

Carter lo observó unos segundos. —Tampoco perdona con facilidad.

Steven sonrió con esa amabilidad que ya le resultaba sospechosa. —Supongo que por eso estás aquí. Para recordarles que los secretos siempre salen a flote.

Carter no respondió. Sabía que Steven lo estaba midiendo, palabra por palabra.

Más tarde, desde la ventana de su habitación, lo vio marcharse por el camino que conducía al puerto. Caminaba despacio, con las manos en los bolsillos, mirando hacia los lados, como si vigilara algo… o a alguien.

La tarde cayó sin ruido. Carter se recostó en la cama, repasando todo lo ocurrido: la fotografía, la nota, el mechero. Cada pieza parecía tener el sello invisible de una misma mano.

Se levantó para servirse un trago de whisky. Apenas había dado el primer sorbo cuando escuchó un leve crujido en el pasillo. Dejó el vaso en la mesa y se acercó a la puerta, conteniendo la respiración. Otro sonido, más cerca: pasos lentos, arrastrados.

Abrió la puerta con rapidez. El pasillo estaba vacío. Solo la alfombra, el eco de los pasos… y, al fondo, el resplandor tembloroso de la salida de emergencia.

Carter esperó unos segundos, atento, antes de cerrar. Sabía que alguien había estado allí. Quizá escuchando, quizá comprobando algo.

Miró de nuevo el mechero sobre la mesa. Su brillo frío parecía observarlo.

Y por primera vez en mucho tiempo, el viejo detective sintió algo parecido al miedo.



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En el texto hay: #suspense, #asesinato, #crimen

Editado: 27.11.2025

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